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Pesadilla

FEDERICO REYES HEROLES

Quisiéramos despertar, descubrir de pronto que todo fue un mal sueño, una pesadilla terrible, que no hubo esos muertos, otros, nuevos, más muertos, la nueva entrega del horror. Pero allí están las imágenes, los cuerpos inertes en el suelo, ensangrentados, como fieles testigos de la infamia. Y claro vendrán los discursos cargados de severidad, de amenazas, el nunca más... Pero, ¿de verdad hay por qué creerles?

Algo no cuadra, han pasado más de tres lustros desde la gran sacudida de las Torres Gemelas. Osama bin Laden está muerto, Al Qaeda se desangra. Hussein está muerto, muchos cabecillas han sido abatidos y sin embargo nada suena a victoria. La frialdad obligaría a decir lo contrario: huele a derrota. La simple idea subleva, Occidente, las grandes potencias que lo conforman, en teoría deberían poder contra un movimiento con muchas carencias. ¿Cómo pensar que los grandes centros de inteligencia del mundo han sido incapaces de prevenir el próximo golpe? Pero así ha sido. A Nueva York se suman Londres, Rusia, Madrid, París, ahora Bruselas y otros. Vulnerabilidad es la palabra.

Ahora es el estado islámico el que ha desnudado los errores en los mecanismos de seguridad de Bélgica. Pero se dijo lo mismo de París hace apenas unos meses. Acaso no se alegó lo mismo en septiembre 11 del 2001: errores. Por los hechos los aparatos de seguridad de todas esas naciones no están en capacidad de enfrentar a un enemigo con estas características. No es la primera ocasión en que una potencia debe admitir incapacidad. Le ocurrió a los franceses en Indochina. Los EU tuvieron un tropiezo escandaloso en Vietnam. Los B52 dejaron una lluvia de bombas mortíferas, pero la guerra de guerrillas pudo más. Tuvieron que recoger a sus muertos y heridos y regresar a enfrentar su vergüenza. Los terroristas de Bruselas estaban en varias listas y de nada sirvió.

¿Cómo explicar los reiterados fracasos? Habrá quien argumente que los aparatos de inteligencia han logrado evitar otros atentados. Puede ser, pero la cuenta no les favorece. Los terroristas de distintos grupos hierren los corazones de varios países. Han instalado a la muerte como una posibilidad en cualquier sitio, han sido endemoniadamente exitosos en sembrar terror. Y por qué no pensar en otras ciudades, en otros aeropuertos. La sensación de impotencia pareciera proporcional a percepción de omnipresencia del terrorismo. Pero la reacción de las autoridades pareciera la misma: confíen en nosotros. Lo escuchamos de los labios de Bush, de Aznar, de Hollande. Las ocho columnas de El Mundo resumen el fracaso: "Eran belgas y estaban fichados".

Al Pentágono le llevó varios años asumir la derrota en Vietnam. Mientras en Washington cavilaban, los jóvenes estadounidenses caían muertos en el Mekong. La pregunta es entonces cuánto tiempo le llevará a Occidente reconocer que su inteligencia seguramente es muy apta para otro tipo de acciones subversivas, pero no para este nuevo terrorismo del Siglo XXI. El nudo está en el orgullo. Los rostros con lágrimas de Bruselas deberían conmover a los aparatos de seguridad. Pero estar conmovido no es suficiente, necesitan pararse frente al espejo y admitir la impotencia. Las estrategias empleadas han fallado, están fallando.

Los kamikazes eran europeos, estaban fichados, llegaron en taxi y así hicieron volar por los aires a decenas de personas. Fueron tres, pero algunas fuentes calculan que el Estado Islámico ha entrenado a alrededor de 400 terroristas cuyo destino es Europa. Cómo fincar cierto optimismo cuando para sacudir al mundo lo que se necesita es la convicción profunda de que perder la vida vale la pena por la causa, en este caso la reposición del Califato. Pero los Talibanes de Bagdad de anteayer compartían el instrumento, la muerte de inocentes, pero para otros fines. Ni los sistemas de seguridad más avezados pueden contra una determinación de ese calibre. Por eso pareciera imprescindible un alto en el camino, propiciar una reflexión profunda y crítica de las formas de proceder de los aparatos de inteligencia. Fichaje, intervenciones telefónicas, rastreo, etc. Nada pareciera suficiente.

El terror es parte de la historia de la humanidad, un arma brutalmente efectiva para propiciar que el miedo conduzca a la concesión, a la capitulación. Pero, ¿cuál es la capitulación posible? No hay margen. Los valores de occidente no conciben esa mecánica y una vez más están contra la pared. La vida como bien superior no es universal. Defenderla es, en ocasiones, navegar contra corriente.

ADIÓS

Perspicaz, austero, inteligente, muy estudioso. Sistemático, serio, muy serio; institucional hasta los huesos, imaginativo. Constante, nacionalista pero no necio; polifacético, realista, plural. Pero sobre todo un apasionado de su país. Eso y más fue Fernando Solana.

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Escrito en: Federico Reyes Heroles

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