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CAMBIO DE SISTEMA ECONÓMICO

Arturo Macías Pedroza

Urge que volvamos a vivir los valores que son el patrimonio de nuestro país y que se han olvidado a causa del sistema neoliberal basado en el consumismo que, no obstante su evidente fracaso, sigue dando patadas de ahogado y se resiste a cambiar por sí mismo en una suicida obstinación.

Es ya un escándalo la distancia creciente en la distribución de la riqueza; el desmedido acaparamiento de bienes en manos de muy pocos y cada vez menos, en relación con el aumento de pobres cada vez más pobres es ya inaceptable e insoportable. La injusta distribución de los bienes de la tierra en manos de unos cuantos, se refleja en todo el mundo a nivel de países y a nivel de personas o compañías particulares; el sistema es global, de modo que esta desproporción entre los que tienen demasiado y los que no tienen para vivir afecta a países y personas inmensamente ricos a costa de países y personas paupérrimos.

Pero en México se deja sentir con particular intensidad esta brecha entre ricos y pobres que ya ha pasado de ser brecha, y se ha convertido en un abismo, al tener niveles extremos en ambos lados del espectro; primeros lugares mundiales en la lista de los más ricos y en la de los más pobres. Aumenta la irracionalidad de esta situación si tomamos en cuenta que México tiene todo para competir como uno de los grandes por sus riquezas ecológicas y culturales. Los diversos cánceres que padecemos a nivel nacional como son la corrupción, la violencia, la pobreza y la ausencia del Estado de derecho, aunada a la desigualdad social, requiere de todos un protagonismo comprometido para regresarle al rostro nacional su mexicana alegría y su dignidad.

¿Cómo lograrlo en nuestra comarca? No es fácil. La Región Lagunera está sin unidad ni liderazgos. El individualismo que es parte de este sistema neoliberal ha mellado fácilmente en una región que sin identidades fuertes navega entre estados y ciudades diversas; entre grupos políticos egoístas y sin visión del problema, incluso contribuyendo a empeorar la situación; con participación social fría, indiferente y apática; con algunos grupos valiosos pero que no logran unificar una agenda común y mucho menos proponerla y exigirla en las politcas públicas.

Necesitamos una visión capaz de unificarnos para mejorar los niveles de vida y atenuar esta desigualdad social. La planeación prospectiva es una ciencia que tiene por objeto el estudio de causas técnicas, científicas, económicas y sociales que aceleran la evolución del mundo moderno, y la previsión de situaciones que podrían traerse de sus influencias conjugadas. La prospectiva trata de entender el futuro para poder influir en él; no contempla el futuro sino que logra que se realice de la mejor manera. La injusta distribución de las riquezas puede ser combatida si podemos prever sus nefastas consecuencias y somos capaces de visualizar juntos, de soñar juntos una situación mejor.

La realidad es que vivimos en el presente, tenemos memoria del pasado y esperamos que ocurra el futuro que deseamos y que no ocurra lo indeseable. Sobre los hechos del pasado ya no podemos hacer nada… no tenemos gobernabilidad pero sí conocimiento. El pasado es el lugar de lo acontecido y de la memoria. Tenemos información de lo sucedido, lo cual nos sirve para explicar el presente. De hecho, el presente se explica en gran medida por el pasado. Lo que somos como país, como comarca y como personas, se explica en parte, por las decisiones afortunadas o desafortunadas que tomamos en el pasado. Y a su vez, el futuro depende del presente porque las acciones que realizamos en el presente van a permitir moldear y acuñar determinado tipo de futuro. Sólo una participación ciudadana lagunera con esta visión y desde los diversos ámbitos de la sociedad podrá ser capaz de proponer y exigir las políticas públicas.

La crisis económica ha afectado, como siempre, a los más pobres y deben ser los protagonistas principales de su propia liberación. El primer reto es repensarnos a nosotros mismos; descubrir el poder que tenemos para construirnos y construir nuestro futuro. Poner en actividad nuestras capacidades, nuestra libertad, nuestra creatividad, nuestra inteligencia, nuestra capacidad de amar, nuestra capacidad de trascender, de generar humanidad, cultura.

La religión puede ser la opción para crear ese nuevo lagunero. La visita del Papa Francisco, con su clara conciencia de la situación de injusticia y de la necesidad de un cambio de estructuras y de sistemas económicos puede ser un acontecimiento decisivo en esta transformación que deberá ser secundada con la acción coordinada de las diócesis de Torreón y de Gómez que están también siendo sujetos de profundas transformaciones.

Se trata de facilitar la experiencia personal con la realidad trascendente; con aquello que nos lanza más allá de nuestros límites egoístas y limitados para poder modificar nuestra realidad presente y lograr un mejor futuro. Desde la fe se puede tomar la firme decisión de emprender en nuestras vidas y en nuestras comunidades un itinerario formativo que nos permita construir una economía solidaria y rechazar los embates de un capitalismo injusto, destructivo y asesino.

Ante la desesperanza de un mundo que sólo contempla a muerte como única seguridad, el consumismo como única fuente de satisfacción y acumulación de riquezas y el dinero como único objetivo, es necesario ofrecer prospectivas de un futuro con una nueva economía solidaria y social, que pueda no sólo resistir la crisis económica que estamos viviendo, sino cambiar la idea misma del sistema económico que ha caducado. Una economía alternativa que valla más allá de paliar las consecuencias de la acumulación desmedida (ayuda asistencialista), o de suavizar las crueldades del sistema (con cooperativas de producción, de consumo y de ahorro). Es cambiar el sistema consumista y acumulativo por el autoconsumo, producción artesanal, huertos de traspatio, intercambio de productos, consumo de lo regional, moneda local, consumo racional, etc.

Para trabajar bajo esta metodología se requiere sin embargo ciertas actitudes básicas que debemos estar dispuestos a vivir, tal vez a costa de una verdadera conversión: Valoración de los carismas y servicios de los demás en toda la región, para construir juntos lo que solos no podemos; compartir, dejando el egoísmo e individualismo; participar dejando la apatía, la desesperanza, el anonimato y la inanición; corresponsabilidad, que me haga sentirme solidario en un proyecto común que a todos nos corresponde construir; búsqueda de continuidad, que no desespere ante fracasos y sea capaz de vivir procesos formativos y transformadores, aun a largo plazo; unidad con los que viven esta visión y cuantos quieran construir este nuevo mundo; espíritu de servicio para dar lo que somos. Es cierto es todo una transformación personal, pero vale la pena. ¿podrá la Iglesia (no sólo la jerarquía), tomar esta responsabilidad?

piensalepiensale@hotmail.com

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