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PRIMAVERA LAGUNERA

Arturo Macías Pedroza

La primavera se acerca. He visto ya los brotes explotando sonrientes cada una de las ramas de una planta llamada "teresitas" en una maceta de mi casa que había sido atacada por una plaga. Podada, cuidada y regada, la aparentemente seca hierva revivió con una fuerza que sorprendió a todos. Es inútil viajar, ver los grandes ríos, las grandes ciudades, los grandes mares, si no nos damos cuenta del pequeño hilo de hierba bañado de rocío que crece delante de la puerta de casa.

La fiesta de la Pascua que está preparándose en esta cuaresma, celebra precisamente esa novedad de vida que se nos ofrece. El mensaje de cada creatura en armonía es un lenguaje del amor de Dios. Un mensaje precioso que han leído todas las culturas en el acontecimiento de la primavera. Un mensaje que es la esperanza de vida de luz, de renovación, de cambio, de transformación.

Muchos han perdido la esperanza de cambio. Decepcionados y cansados, se asemejan a esa maceta antes de ser tocada por la magia de la estación primaveral. Aislados cada uno en su sepulcro, ven el páramo desolado sin saber que este pueblo tiene ondas raíces de cultura, de espiritualidad, de solidaridad y de alegría de vivir. La laguna aprecia la vida porque sabe lo difícil que es mantenerla en medio de un desierto. Por eso los renuevos que florecen prodigiosamente en forma de participación ciudadana, pueden ser llamados "La primavera Lagunera".

Hay una armonía en todo lo creado. Las innumerables diversidades y desigualdades son interdependientes y ninguna creatura se basta a sí misma; se sirven mutuamente. No podemos excluirnos de esta realidad. Desde nuestra propia naturaleza humana y de acuerdo a nuestras características propias que nos hacen humanos, estamos juntos con el hermano sol y la hermana luna, como proclamaba en su cántico el pobrecillo de Asís. La irracionalidad de los que deberían tener uso de razón, ha desviado la realidad hasta dañarla, proclamando el "individualismo" y la "autonomía" como valores únicos, excluyendo la solidaridad, la justicia y la paz que son complementarios. Es tremendamente riesgoso que el poderío político, económico, tecnológico y científico resida en una pequeña parte de la población. Porque su actuación no está acompañada de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia. También esta frágil organismo, esta flor delicada llamada Región Lagunera, ha sido víctima de una plaga mortífera y destructora, por el afán de posesión y dominio. Se intenta controlar la naturaleza y la existencia humana.

La Laguna requiere un plan rector que tome en cuenta toda la región independientemente de caprichos del poder político y económico que ha dado muestras de no interesarse por el bien común, sino sólo de intereses limitados y egoístas. El renacimiento lagunero no debe ser de unos cuantos activistas sino precisamente de toda la región. De todos. La participación política y la ciudadanización es un imperativo irremplazable ante la crisis. La economía y la política han sido dominadas por este paradigma del mercado divinizado. Derrochadores y consumistas unos, contrastan de modo inaceptable con la miseria deshumanizadora de las mayorías.

Pero el poder que sirve sólo a las finanzas no percibe la situación y los diseños políticos no tienen la amplitud de miras. Líderes de opinión que sirven también al sistema, consciente o inconscientemente en los medios masivos de comunicación contribuyen al dominio que intenta controlar y reducir los elementos de la existencia que tenemos como personas humanas: la capacidad de decisión, la libertad más genuina y el espacio para la creatividad alternativa.

Lo que ocurre nos pone ante la urgencia de avanzar en una valiente revolución cultural. Esta revolución no pretende retroceder sino mirar la realidad de otra manera, sin destruir lo que en verdad son avances y a la vez recuperar los valores de la comunión, solidaridad y participación que han sido arrasados por un egoísmo acaparador, insensible, irracional y homicida.

"La Primavera Lagunera" está sorprendiendo con brotes de participación ciudadana organizada y coordinada, y está haciendo brotar nueva vida humanizada, con la esperanza de poder destruir el sistema de muerte. Ante la perspectiva de unas elecciones que no tienen visos de cambiar nada, estamos viendo girar la rueda de la fortuna con los mismos de siempre. Fuertes y variadas asociaciones, superando el canto de las sirenas de un cargo que las contraponga o atomice, están entrando en una propuesta común de programación, seguimiento y exigencia de una agenda ciudadana de políticas públicas y un plan regional de desarrollo auténtico a corto y largo plazo. Dentro de la aparente sequedad de una rama invernal existe la fuerza vivificante de un pueblo profundamente solidario y amante de la vida, que no se conforma con quedar bajo la gélida capa de la indiferencia y la apatía. Es por eso que es imperativo retomar el poder auténtico de la ciudadanía. Cada uno sin excepción y sin excusas, sin pesimismos ni conformismos, tiene que hacer todo lo que le corresponde para reasumir el control de su destino, sin creer ilusamente en quienes lo consideran desechable, excluyéndolo de las decisiones y llevándolo a la muerte. Es tiempo de una gran revolución, una renovación, un empoderamiento de todos que haga efectiva su capacidad de decisión.

Caminando hacia la luz y hacia la vida, como aquella delicada flor, nuestra región se proyecta como otro milagro de la primavera.

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