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"RESURRECCIÓN"

Arturo Macías Pedroza

¿Qué es la resurrección? Herederos de la concepción griega fundada en el hilemorfismo (materia-forma) para expicar a la persona como la unión de alma y cuerpo, la resurrección es volver a unir ambos elementos. Pero la concepción semita considera al cuerpo como una unidad psico-física, la muerte no es una separación de elementos, sino que afecta todo su ser, su persona. Morir era pasar al "sheól", que no es un lugar, sino un estado, como un agujero negro cósmico en el que, según explica el libro bíblico del Eclesiástico (9,10), no hay trabajo ni formación de proyectos ni conocimiento, ni sabiduría; el lugar simbólico donde no hay ni dolor ni placer, lugar oscuro donde no existe ninguna actividad. La resurrección por tanto es la restauración total de la persona en toda su realidad.

Cristo resucitado significa entonces restaurado y promovido a su plenitud de ser hombre y al mismo tiempo retomar su condición divina. Es pues una novedad absoluta para el mundo y para el hombre y es por eso que para tratar de expresar el acontecimiento extraordinario de la resurrección sólo hay analogías y metáforas. No se trata de volver a la vida biológica anterior, sino a la vida plena propia de Dios. Reintegrar a Cristo en su vida divina y ser plenamente realizado como hombre. La resurrección se convierte entonces en la máxima proeza de todas las realizadas por Dios en favor del hombre iniciadas con la creación; las Sagradas Escrituras no hablan de Dios, sino presentan los acontecimientos salvíficos de Dios en la historia y por ellas lo conocemos. El misterio Pascual es su punto culminante por medio del cual no sólo revela quién es el Padre, sino también se revela él mismo como "Kirios" o Señor.

Para los creyentes, la manifestación se inicia en el bautismo y se da plenamente en la muerte. Pero requiere optar y decidir la realización de la propia existencia, que es trascendente, a partir de sí mismo o de las cosas, o a través del Dios de la vida manifestado en Cristo crucificado. Si Dios es vida, optar por Dios es optar por la vida, la que le da trascendencia. Para nosotros se convierte esta opción en fuente de esperanza de nuestra futura resurrección.

Para Cristo, esta "exaltación" es el resultado de su abajamiento (kenosis) y se expresa en términos variados como "glorificación", o que ha sido establecido como "kirios" o Señor, o que ha sido puesto "a la derecha del Padre", o que ha ascendido a los cielos, que lo cubrió la nube (que significa que lo llenó de su divinidad), en resumen, los conceptos intentan expresar la situación nueva del resucitado que se reintegra a su condición divina y se convierte por ello en salvador y redentor. Resucitar es el "sí" del Padre celestial a Cristo, contra el "no" de los sumos sacerdotes, el Hijo enviado por el Padre, el Salvador.

Por eso, sus discípulos conocieron a Jesús a través de la resurrección y en base a ella entendieron la vida anterior. La historia personal leída a la luz de la fe en el resucitado, toma un nuevo sentido. El sí a Cristo es el sí a nosotros, pues en Cristo resucitado se contiene nuestra resurrección. El hombre nuevo empieza a realizarse en Cristo, primogénito de entre los muertos; abrió el cielo, nos abrió a Dios.

El hombre mientras va en camino por esta vida, busca superar todas las alienaciones; busca plenitud, vida eterna, divina. Entonces, los términos clásicos de religión toman otro sentido como Salvación que significa esa plenitud de vida que se anhela, o redención que entiende liberación del pecado como aquello que despersonaliza y limita al hombre.

El ser humano irremediablemente experimenta la muerte y siente que le impide realizar esa plenitud, porque pone frenos a todas las utopías. En Cristo resucitado, se da el cumplimiento de los anhelos del hombre y la realización plena del plan de Dios. Esto se concretiza en el aquí y el ahora coyuntural, internacional, nacional y regional.

Las limitaciones de la vida humana a nivel mundial, actualmente se están manifestando en el peligro de una catástrofe ecológica integral y una desigual distribución de los recursos; con la fe en el resucitado que aún se encuentra entre nosotros, se retoma la esperanza de que la manifestación de esa novedad de vida que permita superar las causas de esta involución. Los trabajos del Papa Francisco van en esta línea. El terrorismo tan preocupante actualmente, también es un signo de cómo la religión mal encaminada puede ser también destructiva.

La corrupción que está creando un ambiente de muerte en México y que quiere acallar cualquier esperanza de renovación, puede ser superada con la fuerza del resucitado que ofrece la posibilidad de despertar conciencias dormidas, renovar ánimos decepcionados y activar caminos nuevos de solidaridad, de colaboración y de participación.

Las próximas elecciones en nuestra Comarca Lagunera, tomadas con un anhelo de renovación inspirada en la convicción de la presencia del resucitado, pueden significar un cambio en las concepciones de hacer política y en los criterios de participación, elección y exigencias, concretizando así su anhelo de plenitud y de humanización.

Definitivamente la fe originada en el bautismo requiere una vivencia del corazón que haga descubrir a Cristo resucitado como el que puede dar plenitud al hombre y realizar nuestra vocación trascendente. La resurrección, más que revivir un muerto, es el fundamento de la vida del creyente; más que revivir. Es la apertura al proyecto de formación integral y de realización plena.

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