LA SALIDA DE GRAN BRETAÑA DE LA COMUNIDAD ECONÓMICA EUROPEA
En este mundo globalizado la decisión de los habitantes de Gran Bretaña de ya no formar parte de la Comunidad Económica Europea, no sólo ha traído repercusiones mundiales a nivel económico sino también otros sentidos.
Los nacionalismos ya no pueden ser considerados aislados; la comunidad internacional en esta pequeña aldea llamada Planeta Tierra tiene dos grandes retos a considerar: la participación en el concierto de las naciones y la conservación de las riquezas culturales de cada país. Ambas cosas, que podrían parecer contradictorias, deberán ser armonizadas como la unión de varios instrumentos de una orquesta en una misma sinfonía. Una globalización estandarizada implica la pérdida de valiosos elementos milenarios.
Una de las razones de la salida del Reino Unido de la Unión Europea es para limitar la entrada de emigrantes; pero lo que parece que han olvidado, es que los países que ahora están expulsando a sus habitantes a causa de las crisis políticas y la pobreza, fueron causados por la voraz conquista de imperios que, como Inglaterra, los convirtieron en colonias, y se enriquecieron gracias a la explotación de sus recursos. Actualmente hay un nuevo colonialismo más sofisticado y no menos perverso que el de siglos pasados, que los continúan empobreciendo en base a reglas de una economía consumista que les son desfavorables. Por ejemplo la fijación de los precios de sus productos depende de los grandes mercados y siempre son desventajosos a los países pobres, que se hacen cada vez más pobres. Las "ayudas" son condicionadas y los préstamos con intereses injustos. A fin de cuentas es muchísimo menor lo que ayudan, en relación a los montos, que los países pobres están obligados a pagar a los países ricos, sujetos a un sistema económico mundial que no les favorece. No son países pobres sino empobrecidos.
Desde 1940 un documento de la ONU llamada "Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados", habla ya del desarrollo armónico de los países, con la idea de que los países desarrollados deberán ayudar a los que están en vías de desarrollo a fin de evitar las diferencias. Esto significa que el ser parte de un mismo planeta, no sólo no se debe ser rico empobreciendo a otros (a los que habría que restituir en justicia lo que se les había quitado), sino que, si se es un país desarrollado, se tiene la obligación de ayudar a los que han quedado atrás en el desarrollo (aún sin ser culpables directos de su empobrecimiento). Los bienes de la tierra y el progreso creado por la humanidad, es pertenencia común y debe distribuirse equitativamente.
La idea sigue siendo válida pero los documentos de la ONU son como las llamadas a Misa. Para lograr este desarrollo armónico de los pueblos, es necesario cambiar el sistema económico neoliberal causante de estas diferencias. Eso es precisamente el problema. No hay posibilidad de obligar a los países miembros de la ONU, porque no puede emitir sanciones ni imponer castigos. En cambio la Comunidad Económica Europea exige renunciar a cierta autonomía de sus países miembros, a favor de una comunión. Es precisamente lo que está rechazando el Reino Unido.
Es cierto que hoy más que nunca es necesaria la unidad internacional. Los grandes problemas mundiales requieren soluciones que sobrepasan las fronteras de los países: Narcotráfico, calentamiento global, crisis económicas, guerras, necesidad de controlar la voracidad de empresas transnacionales, terrorismo, situaciones sanitarias, epidemias, transgénicos, investigación y experimentación científica y tecnológica, control de la economía, etc., requieren una comunidad de naciones con poder para castigar las transgresiones, imponer acuerdos y sancionar abusos.
La Organización de las Naciones Unidas no tiene la fuerza coercitiva que lo haga capaz de imponerse. Incluso se ha dejado influenciar por tendencias, fuerzas e intereses particulares. La Unión Europea era el inicio de esta federación internacional de naciones, pero la salida de un país miembro, da señales contrarias y pudiera desencadenar otras separaciones. La necesidad de un control internacional es cada vez más urgente, pero si no se hace de forma federalizada, democrática, representativa y respetuosa de todos sus miembros (países), independientemente de su tamaño o peso económico, entonces surgirá una "nación-tirana" (¿Estados Unidos? ¿Países Islámicos? ¿China?), que se apropiará el papel de policía internacional, sin respetar mas que sus propios intereses, alegando la urgencia de medidas transnacionales de poder, para evitar catástrofes inminentes (hambruna, guerra, crisis ambiental…).
Originalmente basada en el carbón y el acero, (elementos básico para la guerra), la Unión Europea cambió el fundamento de su unidad a la economía. Pero el nuevo orden económico tendrá que ser diverso al caduco sistema neoliberal, que pone al consumo y al dinero en el centro de su interés; que desplaza del centro a la persona humana convirtiéndola en un consumidor al servicio de la producción y del lucro; que desapegado de la naturaleza, considera a la persona sólo objeto de explotación; que considera el desarrollo sólo en el aumento de indicadores macroeconómicos.
¿Será tiempo de pensar en una nueva unión desde otro polo mundial? Si Europa pudo unirse no obstante tantas diferencias culturales, ¿sería más fácil que América (no sólo Estados Unidos) fuera el promotor de esta unidad? La contribución de la "raza de bronce" (Vasconcelos) puede jugar aquí un papel protagónico, siempre y cuando reencuentre el camino de los valores culturales, que tan maravillosamente pudo unificar haciendo de México un bello mosaico polícromo. El reordenamiento del país en sus problemáticas (educación, corrupción, impunidad, gobernabilidad…) y el cambio de sistema económico a una economía solidaria, centrada en la persona, dará al concierto internacional la voz cantante. ¡Que bella y que grande responsabilidad! Pero el cuidad de la naturaleza y de la dignidad de la persona humana, deberá ser libre de presiones externas y de influencias políticas, de intervencionismo, que afectan a otros países.
52% contra 48% fue la diferencia que marcó al mundo nuevos rumbos. La participación social es aún una fuerza poderosa que también en el país ha dado señales de vida. Unidad, cooperación, intercambio justo, economía solidaria, no sometimiento. El mundo está en manos de unos pocos a quienes se lo hemos dejado. Es tiempo de retomar nuestro lugar protagónico en el concierto de las naciones y podemos empezar en nuestra región con la conciencia clara de nuestra vocación trascendente y nuestra capacidad de influir para hacer este mundo mejor.