POLÍTICA Y ORACIÓN
Perturba e impresiona la barbarie asesina que llevó a un joven a degollar a un sacerdote, lo que sucede y sigue sucediendo en otros países. Los terroristas quieren llevar el miedo a nuestra cotidianidad, como lo han hecho en otras partes en que los atentados han sido cotidianos y en los que decenas de miles de víctimas inocentes ya no son noticia.
Para algunos podría sorprender la llamada que hacen los líderes cristianos a la oración. ¿Es ésa una respuesta a una agresión contra inocentes? La oración no es una arma política. Es ante todo y por encima de todo reconocer a Dios y honrarlo como Dios, pero es precisamente la oración del inocente que no tiene quien lo proteja, el recurso a quien pude defenderlo. Es manifestarle al injusto agresor que no puede abrogarse el poder de quitar la vida. No se trata de que Dios se convierta a la opinión política. No es una opción política concreta o la huida de la responsabilidad política que usa a Dios para intereses privados, sino de manifestar que "la misericordia vence el egoísmo y la violencia… Recemos por todas las víctimas del terrorismo" (Cardenal Stanislaw Dziwisz, Misa de apertura de la Jornada Mundial de la Juventud).
Una oración auténtica nos introduce en el misterio del padre amoroso que nos hermana a todos y nos llama hijos suyos invitándonos a formar parte de su familia. Los otros no son entonces medios, como el fanatismo y terrorismo políticos lo hacen, tentación a la que se ven expuestos también constantemente los poderes políticos. Al orar estamos deseando que todas las personas - tanto poderosas como oprimidos e inocentes - puedan experimentar su presencia salvadora mediante su experiencia recíproca de fe. Orar es buscar la implantación de la vida y la verdad, de la justicia, y de la paz, de la gracia y del amor en la sociedad en que vivimos. Es aceptar nuestra misión política a colaborar en la transformación de la sociedad. La oración nos da una identidad que debe encarnarse en las estructuras sociales, en todo lo que podamos hacer políticamente para que se cumpla la voluntad de Dios que nos llama a la fraternidad y reconciliación; el silencio del Papa Francisco en el campo de exterminio Nazi el pasado viernes es más elocuente que muchas declaraciones. El mismo San Juan Pablo II nunca fue tan elocuente que en sus grandes silencios al final de sus días.
Las celebraciones recordando las víctimas de la violencia se abren a las grandes preocupaciones de la justicia y de la paz superando las fronteras y ejercen una influencia en la realidad política no por que lo busquen directamente sino por su autenticidad. El culto cristiano como tal, incluso si no se escucha ninguna palabra política en él, es un "politicum" del más alto rango. Se experimenta la libertad. Cuando se recuerda a las víctimas inocentes de la corrupción, de la violencia, del terrorismos, los que han ocasionado las víctimas desean que los nombres de aquéllas sean olvidados. (Tal vez por eso sea tan impactante la oración por los niños víctimas del aborto, sobre todo fuera de las clínicas abortistas, o las misas de aniversarios de víctimas de la violencia).
El terrorista pierde toda justificación, por más grande que sea, al implicar la muerte de inocentes como parte de sus acciones, en cambio para la comunidad de los que oran, nadie es no persona o enemigo que deba ser aniquilado. Para el cristiano la oración no es el último recurso sino el primero.
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Por: Arturo Macías Pedroza