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Arturo Macías Pedroza

EVOLUCIÓN O INVOLUCIÓN

La formación de una humanidad como la conocemos actualmente ha sido precedida de una larga historia. Desde que andábamos persiguiendo mamuts y siendo perseguidos por tigres dientes de sables hasta hoy, constatamos un desarrollo como seres humanos innegable. Pero lo que inicialmente fue conducido por los mecanismos biológicos de selección natural y adaptación al medio, poco a poco fueron transformándose en opciones personales o de grupo que provenían de decisiones libres. La memoria biológica heredada por los mecanismos genéticos pasó a ser herencia lingüística y finalmente literaria, que pudo hacer que la trasmisión de conocimientos y experiencias ya no fueran sólo biológicamente o de boca en boca por tradición oral; la cultura pudo desarrollarse gracias a que pudimos heredar a nuestros hijos las experiencias de toda la historia humana. La educación hace mirar hacia el horizonte que nos antecede, precisamente porque podemos pararnos sobre los hombros de grandes hombres y ver más lejos que ellos. Su prospectiva será mas amplia en la medida en que sepa hacerlo.

La tarea de educar no se reduce pues a una mera transmisión de conocimientos. Se trata de continuar el proceso evolutivo humano. De crecer como personas, como humanidad. ¿Pero cuál hombre hay que construir? ¿cuál es la meta? ¿cuál el modelo? La historia de esta evolución no ha sido precisamente en franca progresión. Siendo opciones libres y ya no sujetas a leyes ciegas, ha habido errores en la educación o errores en la percepción del horizonte a cual tender y en el tipo de hombre por construir. Evitar entonces los errores antropológicos, es decir, falsas o parciales concepciones de las características propias que debe tener el hombre es cuestión fundamental en la educación. Sin embargo ésta recta antropología no siempre se han seguido; el hombre no es sólo materia, ni puro espíritu, ni puro objeto de placer, ni simple consumidor, como algunas ideologías o modas en el pasado y en la actualidad nos han querido hacer creer.

La naturaleza humana no es algo por inventar, sino algo por modelar. El ser humano que hay que construir, que debemos formar, que queremos ser, tiene ya un modelo dentro de nosotros mismos. Es la escultura escondida en una piedra para el artista (educar es un arte), es el proyecto dinámico a desarrollar. La naturaleza humana no es una imposición desde fuera, no es una incierta sorpresa, no es un ser por inventar a capricho, sino una imagen divina por pulir, embellecer, hacer brillar, perfeccionar. Educar no es imponer, sino moldear, descubrir, cincelar; Incluye la atenta y amorosa atención para no cortar alas, para despertar gigantes, para dejar abrir flores y producir frutos esperando su tiempo, para desvelar personalidades, para descubrir tesoros.

Este modelo es el que habremos de construir para el mundo, el México y la Laguna de hoy. Adoptar, adaptar, cuidando de no disminuir un ápice de la esencia humana, que no es estática y que incluye su "existir-en-el-mundo" como parte de su crecer como persona en camino de plenitud de ser; que se define como "el ser-para-el-otro", para los otros y para el totalmente Otro.

Hablar de valores humanos fundamentales, permanentes y trascendentes, no es hablar de imposición de una ley natural externa al hombre, sino de la riqueza que el hombre ha ido descubriendo durante su desarrollo evolutivo. Son los logros de la evolución; la herencia no sólo de conocimientos sino del acontecimiento de crecer como humanos.

Pero la humanidad puede también involucionar, su capacidad de elegir es al mismo tiempo su posibilidad de fallar. Errores en la educación, es decir, en la transmisión de la memoria cultural, pueden lleva a detener, retrasar o incluso destruir la humanidad. El México actual que se encuentra en la encrucijada de una crisis educativa, debe comprender que las acciones y opciones a tomar tienen fuertes repercusiones que pueden ser factores de evolución o de involución hasta la extinción. Es importante lo que está en juego detrás de cada aula, de cada libro, de cada padre de familia, de cada maestro, de cada reforma educativa, de cada sindicato, de cada trasmisión televisiva, de cada catequesis mistagógica.

La contribución que tiene la Iglesia en la construcción de seres humanos a imagen de Cristo, el hombre perfecto, debe dejarse notar en sus propuestas y proyectos educativos, catequéticos y formativos. Sus dos mil años de existencia y su doctrina antropológica la han hecho experta en humanidad, y ha producido frutos maravillosos a lo largo de los siglos. La implementación de un modelo educativo nacional, se beneficiaría mucho de una visión de la persona humana que, vaciada de lenguajes religiosos, mas no de valores cristianos (ya que éstos coinciden con lo humano y lo perfeccionan), podrá enriquecer a una educación nacional que, enraizada en un pasado glorioso, mezcla precolombina y colonial, tiene ahora la tarea de reformularse para formar a los hombres y mujeres que el país y el mundo actual necesitan.

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