CONSUMISMO Y FAMILIA
El bien de la familia es decisivo para esta época que se está construyendo y, aunque la familia ha sufrido también la influencia nociva del sistema económico-social imperante, es ella también una buena noticia para la humanidad; especialmente desde nuestro país, que tiene en la familia uno de sus grandes valores nacionales.
El llamado "neoliberalismo" ha sido promotor de una cultura de muerte, al fundarse en principios deshumanizantes: la competencia, la despersonalización, la primacía del tener sobre el ser, el consumismo y la explotación de la tierra y del hombre. Su influencia mundial ha hecho estragos en las relaciones humanas y por consiguiente también en la familia. La idea de buscar ser el número uno a costa de lo que sea, ha hecho involucionar a la humanidad y ha convertido al ser humano en un nuevo cavernícola; en un competidor, que aparentemente lanzado a desarrollar sus capacidades al máximo, esconde en ese eufemismo, la nociva idea de que todos son enemigos por derrotar, pisotear, superar y tumbar, para poder subir al primer lugar y seguir luchando para conservar el lugar ganado.
Esto ha hecho estragos en las mismas relaciones intrafamiliares: hermanos contra hermanos, esposo contra esposa, hijos contra padres y padres contra hijos. Todos son enemigos por vencer, por explotar, por derribar, por superar. Se olvida la solidaridad y se busca el propio provecho. ¿El amor? ¿buscar el bien del otro? Esas categorías son impensables en un sistema egoísta por definición. ¿Las alianzas? Soló si me sirven y mientras me sirvan.
El ciclo producir-comprar-tirar, reproducido sin límites ni saciedad, fundamenta la economía actual y contradice el compartir que es propio de la familia. Es mejor para una economía basada en el consumo destruir esta institución; la promoción de ideas que destruyan la institución familiar, está en la base de los que mueven los grandes capitales: El divorcio, la emancipación de los jóvenes a temprana edad, la promoción de los vicios, el gran negocio del aborto y anticonceptivos, la ideología de género, etc. todo envuelto en bolsas que pregonan engañosamente "libertad", "autonomía", "realización personal" y demás valores que manipulados sagazmente, ocultan propósitos mezquinos y siguen planes maquiavélicos.
El vicio de consumir por consumir necesita inventar constantemente necesidades ficticias, que nunca terminan de satisfacerse. Tecnologías, modas, productos desechables, satisfactores efímeros absorben nuestras energías y roban nuestro tiempo. Las relaciones son pasajeras y "cosificantes", el otro es considerado posesión por acumular, se cambia de esposa, se compran las personas, se buscan los nuevos modelos y se desechan los fuera de moda.
Sin embargo, la situación crítica mundial y el fracaso que el mismo sistema está viviendo, está haciendo evidentes sus fundamentos deshumanizantes y errados. Es entonces que la familia, se convierte en una buena nueva por los valores que están implícitos en ella y que son diametralmente opuestos al capitalismo.
La familia es en sí misma y por su propia naturaleza formadora de personas. Es una respuesta viable. Es cierto que la familia ha sufrido cambios a lo largo de la historia y actualmente ha sido dañada de muchas maneras por el sistema consumista que la atacado inmisericordemente, pero aún posee la capacidad de sacar a hombre de esta crisis mundial. No se ha inventado aún una institución mejor para formar personas que la familia. Algunos tratan de copiar con mayor o menor éxito las relaciones intrafamiliares, reconociendo así el papel fundamental que la familia tiene en la sociedad; se forman comunidades que emulan los valores propios de la familia, porque saben de su importancia: familias religiosas, uniones de hecho, adopciones, uniones de homosexuales, divorciados vueltos a casar, compadrazgos, bandas juveniles hermandades, bandas delincuenciales e incluso se explican con categorías familiares las mismas relaciones intradivinas. No en vano se le llama a la familia "la célula de la sociedad" y "la Iglesia doméstica".
Las familias mexicanas saben que tienen un gran valor en la familia. Es por ello que el millón y medio de personas que marcharon en todo el país el pasado 10 de septiembre, y en la Ciudad de México el 24, representan a muchas más, que han descubierto la gran fuerza que tiene la familia: no sólo para rechazar una imposición ideológica que la perjudica; no sólo para exigir mejores políticas públicas que protejan a la familia y mejoren su situación; no sólo para proponerse positiva y generosamente, a ser las formadoras de personas que el país requiere; sino además y sobre todo para proponerse como modelo mundial de cambio de un sistema político-económico-social, productor de pobres y de basura, a un sistema familiar que personaliza, dignifica, respeta y potencializa a las personas desde su seno íntimo. Heredera de las tradiciones indígenas y la sabiduría del amor, la familia mexicana ha despertado y está dispuesta a formar personas fundadas en la auténtica naturaleza del ser humano, opuestas a los falsos principios del sistema neoliberal.
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