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Platón, Catón y la verdad sobre Moreira

Juan Antonio García Villa

El exgobernador de Coahuila Humberto Moreira fue detenido en Madrid el pasado viernes 15 de enero. Como se sabe, su aprehensión ocurrió cuando llegaba por vía aérea procedente de México bajo los cargos de lavado de dinero, malversación de recursos públicos, cohecho y organización criminal.

Pues bien, no habían pasado ni veinticuatro horas cuando el prestigioso y estimado escritor, periodista e historiador saltillense don Armando Fuentes Aguirre, más conocido como "Catón", publicó el sábado 16 en su muy leída columna diaria un encendido panegírico a su amigo Humberto Moreira. Invoca como principal argumento, ya no sé si en elogio o en mera defensa del procesado, el solo hecho de ser su amigo.

Por razones de espacio, no resulta fácil transcribir aquí, en beneficio del lector, el extenso alegato de don Armando a favor de Moreira. Pero las ideas fundamentales, que espero resumir con fidelidad, son las siguientes:

Dice que Moreira es su amigo y lo ha sido desde joven, igual que lo fue su padre, "maestro inolvidable", y lo es también su hermano Rubén, actual gobernador, "de quien he recibido -escribe don Armando- muestras de afecto que siempre voy a agradecerle".

Afirma y reitera que nunca dirá mal de Humberto Moreira "y mucho menos ahora que ha entrado en una dolorosa vía que quien sabe cuándo terminará". Dice que prefiere que lo señalen como mal periodista "a faltar a la fe de un amigo, a ser ingrato o desleal". Le corrige la plana a Aristóteles por haber proclamado: "soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad", pues considera que lo correcto es: "la verdad es amiga, pero más amigo es mi amigo".

Sostiene a continuación que la verdad, aunque "pertenece al mundo de lo razonable", "es huidiza: lo que para uno es verdadero para otro será falso. La amistad verdadera, en cambio, es firme y perdurable".

Luego escribe don Armando que "Es cierto que Humberto Moreira incurrió en graves errores, pero igualmente hizo mucho bien al estado que gobernó. Transformó no sólo a Saltillo, sino a todas las poblaciones de Coahuila, grandes y pequeñas".

También sostiene que Moreira "sigue gozando en su solar nativo de aprecio y popularidad" y que "la gente sabe que las mayores culpas no fueron de él, sino de malos colaboradores que abusaron de su confianza y generosidad".

Remata don Armando su comentario así: "No se me escapa que por decir todo esto arrostraré opiniones adversas, y aun injurias. Escucharé con respeto las primeras; las segundas las desoiré".

Pues bien, espero que esta opinión adversa al comentario hecho por don Armando Fuentes Aguirre sobre Moreira no la vaya a considerar como injuria, porque ni remotamente lleva esa intención.

De entrada, debo decir que por las razones que sean, incluidas desde luego las "muestras de afecto" que se han de agradecer siempre, cada quien es libre y está en su derecho de tener los amigos que desee. Y naturalmente no hablar mal de ellos y aun salir en su enérgica defensa, en particular cuando el amigo accede a "una vía dolorosa que quien sabe cuándo terminará", como ahora lo ha hecho don Armando con Humberto Moreira. Santo y bueno.

Pero tal actitud, considero, no debe ser a costa de la verdad, porque entonces quien esa posición asume es desleal no con el amigo, sino -lo que es peor- consigo mismo. Y si así procede, es evidente que deja de ser un hombre libre, pues resulta claro que se verá obligado a decir, opinar, emitir juicios (que nadie lo obliga a hacer) al margen o en contra de la verdad. Cuánta razón tiene en este punto la Escritura al decirnos que sólo "la verdad nos hará libres" (evangelio de San Juan 8, 32).

Ahora bien, en modo alguno estoy afirmando que don Armando esté faltando a la verdad. Es él quien cuestiona a la verdad al sostener que ésta es huidiza, para luego pasar a demostrarnos que no lo es tanto. (Por cierto, yo desconocía que desde el punto de vista filosófico fuera él tan radicalmente escéptico salvo, claro, cuando se trata de la amistad que siempre la considera verdadera. ¿Nunca lo habrá traicionado algún amigo que consideró "verdadero"? En fin, en materia epistemológica está en su derecho de adherirse a la doctrina que considere verdadera).

En este asunto, ¿cuál es la verdad, siendo ésta tan huidiza? En sentido estricto la "verdad histórica" -por desgracia un concepto hoy tan desprestigiado en México, luego de aquel infame discurso de Murillo Karam-, verdad que en un Estado de Derecho debe coincidir con la "verdad jurídica".

Suponemos sus lectores que don Armando considera decir la verdad cuando afirma que "Es cierto que Humberto Moreira incurrió en graves (tómese nota: graves) errores, pero igualmente hizo mucho bien al estado que gobernó", o cuando escribe que "la gente sabe que las mayores culpas no fueron de él, sino de (sus) malos colaboradores". Hay otros señalamientos en la misma dirección, pero con éstos es suficiente para dejar en claro que la verdad no es tan huidiza como parece.

Lamentablemente don Armando, en ambos casos, se coloca en dos posiciones muy discutibles, por no decir que incorrectas. En el primero, al sostener que Moreira incurrió en graves errores (no dice de qué tipo, aunque bien se conoce su naturaleza) pero "hizo mucho bien al estado que gobernó". ¿Significa lo anterior que considera como éticamente correcto que el fin justifica los medios?

En el segundo caso, bajo el supuesto de que "la gente sabe que las mayores culpas no fueron de él (de Moreira) sino de (sus) malos colaboradores", don Armando lo que nos está diciendo, por un lado, que aquél sí tuvo culpas aunque no "las mayores", y por el otro, condena sin más a sus innominados colaboradores, que bien se sabe quienes fueron, a los que niega la presunción de inocencia, presunción de la que hasta el propio Moreira goza.

Ahora, si es válido el argumento de lo que la gente dice, sabe o piensa sobre este tema, puedo asegurar, porque personalmente me consta, que la inmensa mayoría de quienes conozco o trato en Coahuila, y aun fuera del estado, considera a Moreira no menos ladrón que caco.

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Escrito en: Juan Antonio García Villa

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