Cuarta parte
El mes de septiembre, en el historial de Gómez Palacio y por extensión de La Laguna, se significa por habernos deparado sucesos faustos e infaustos. Dolorosos y festivos días, recargados de penas, algunos, y de alegrías, otros; indelebles en el recuerdo de los laguneros.
En las anteriores entregas comentamos aspectos de: la llegada del ferrocarril a la región, las avenidas del Río Nazas y el inicio, en épocas pasadas, del año lectivo; de la bonanza que originaba la recolección del algodón con la consiguiente inmigración de piscadores, y sobre los orígenes e historia de la Feria del Algodón, actualmente denominada de Torreón. Ahora, con relación al mes que nos ocupa, seguiremos con nuestro cometido.
La ceremonia del Grito de Independencia y las Romerías de Covadonga, son dos tradiciones de hondo arraigo en la región. Cada una por su lado, cumplen la función de reafirmar la nacionalidad y ese espíritu de pertenencia de los seres humanos, a un territorio propio y autónomo.
El fervoroso culto que el mexicano hace del Grito de Independencia, no compite con la religión mayoritaria porque la lleva implícita en la persona del Padre Hidalgo, y en la imagen de la Virgen de Guadalupe, estandarte de lucha de los insurgentes.
La ceremonia del Grito es la fiesta patriótica más entronizada en el corazón del pueblo mexicano. Forma parte de su cultura. La emoción de nuestra gente se vuelca ante los balcones donde ondea nuestra enseña nacional y repica la campana de la libertad.
Nuestro pueblo se transfigura y es capaz, en el delirio de su fervor patrio, de olvidar las rapacidades y los abusos de los gobernantes, y vitorear y aplaudir durante todo el solemne acontecimiento. Ese momento, que se antoja propicio, de elemental esencia democracia (v.gr., el pasado día 15 en el Zócalo, con el ¡fuera Peña!, y frente a no pocos palacios de gobierno), para manifestar su sonoro repudio a aquellos que, con su voz, sus manos y sus acciones mancillan nuestros símbolos patrios y los nombres de quienes ofrendaron su vida por una patria libre y progresista. ¡De esa dimensión es la nobleza de nuestro pueblo!
Tomemos en cuenta que, El Grito, es la única oportunidad que le queda al auténtico pueblo mexicano para reunirse en forma masiva con el Presidente, aunque distante, en las alturas. Pues los actuales mandatarios ya no acuden, ni por asomo, a los estadios, menos a las plazas de toros. Los informes presidenciales, que en forma fugaz propiciaban esa cercanía, celebrados en forma festiva y rimbombante el primer día de septiembre de cada año, todavía hasta finales del siglo pasado, y que llegaron a reconocerse como "el día del presidente", cesaron su esplendor. Ahora, se realizan en lo "oscurito", con auditorios a modo y en recintos diversos al del Congreso de la Unión.
Al morir esa tradición, se llevó con ella los grandes recorridos del Primer Mandatario, en coche descapotado, desde Palacio Nacional hasta el recinto de la soberanía nacional. En tránsito de ida y vuelta: Saludando al pueblo y a la burocracia, convocados en día de asueto para garantizar el baño de pueblo. Todo ese convite (lonche y refresco), coronado con nubes de confeti y serpentinas, sin faltar el acompañamiento, de ronquidos de matraca y del aturdidor silbato de máquina de vapor, se proyectaba a nivel nacional. ¡Qué va!, gran servicio el de la televisión para legitimar al Presidente… antaño, un pueblo rendido y, hogaño, un voto inducido.
Querida(o) lector: dejemos de lado la fiesta vana que nos merma el ánimo, para internarnos en esa convivencia gastronómica, plena de alegría de castañuelas, música de gaita, chistu y tamboril, y bailes interpretados por mozas de hermosa presencia envueltas en el celofán de vistosos trajes regionales: las Romerías de Covadonga, de septiembre, en La Laguna.
El Club España de Torreón, A. C., nace el 9 de julio de 1918, a instancias de don Fernando Rodríguez Rincón y secundado por don José Larrea y don Ángel Urraza, adoptando como sede, un predio ubicado en lo que ahora es Calzada Colón, entre Bravo y Escobedo. La institución, se refunda en 1921 para quedar como Real Club España de Torreón, S. A., y su objetivo es la sociabilización de sus miembros, el esparcimiento y la práctica del deporte. El Club cesa sus funciones en 1937, como consecuencia de los quebrantos ocasionados por el Reparto Agrario y la pena que trajo el estallido de la Guerra Civil Española.
Los socios del liquidado Club, mientras se organizaban en alguna sede amparada por razón social, encontraron lugar para reunirse. En principio, sesionaron en el Hotel Plaza, en Morelos y Valdés Carrillo; después en el Salón Novedades; y así anduvieron por distintos lugares siempre facilitados o conseguidos por don Fernando Rodríguez Rincón, hasta que el 6 de octubre (fecha que quizá les representaba un reto) de 1950, constituyen el Centro Español de La Laguna, A. C., que cumplió con los objetivos primarios durante los primeros seis años, con excepción de las fiestas de la Santa Patrona.
Durante los años sesentas y hasta 1974, las Romerías de Covadonga se celebraron en la cancha de futbol del Club San Isidro. El Club Isabel La Católica, constituido por damas de la Colonia Española, con fines altruistas, se propone en 1977 revivir el festejo anual. Su presidenta la señora María Elena Fernández de Portilla, contando con el apoyo entusiasta de la señora Esperanza Aranzábal de López, se hacen cargo de su realización en la Catedral Subterránea de la Vinícola del Vergel, y desde entonces se asentaron las Romerías. Estás, tuvieron varías sedes en los siguientes años, hasta 1981, en que se utilizaron las actuales instalaciones.
El 9 de junio de 1981, un grupo conformado por descendientes de los pioneros y algunos otros laguneros, encabezados por don Pedro Valdés Fernández, dan vida a la gran institución social que ahora conocemos como Parque España de la Laguna, cuyo objetivo ha sido mantener las tradiciones de la España de sus orígenes y rendir tributo a esta cálida tierra que un día recibió, con los brazos abiertos, a sus antepasados.
El Real Parque España, fundado por los antiguos agricultores que nos heredan el ejemplo, de la entrega en la jornada diaria, de la ambición a la prosperidad; que nos contagian, de su cultura popular -folclor-, del futbol, de las corridas de toros, de su religión, y algo más, es el promotor del culto a la Virgen de Covadonga, que según la tradición se apareció en una cueva, el 8 de septiembre del año 722, a don Pelayo y sus 300 soldados, quienes inician triunfantes la recuperación de la península hispánica, ocupada durante ocho siglos por los moros.
Las Romerías de Covadonga que, coinciden con la época de la bonanza lagunera y con las fiestas patrias (desde siempre se celebraron en septiembre; en la actualidad se dan en octubre para no coincidir con la Feria de Torreón), son presididas en nuestra región por las imágenes de las Vírgenes de Covadonga y de Guadalupe -unidad, no distingo, característica del lagunero de pura cepa-. La fecha original de celebración de las Romerías, acomodaba con el ánimo de gratitud por las buenas cosechas y con el espíritu de libertad e independencia de Hidalgo y de don Pelayo.
De la mezcla de los inmigrantes, de las diversas costumbres de las etnias, de lo mejor de todos ellos, está constituida la pasta de los laguneros. La Laguna es una. Sus hombres y mujeres, tienen un corazón tan grande que les cabe un universo. Nos encontramos el próximo domingo, D. M. Agur.
Hravendano472003@yahoo.com.m