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Política y corrupción

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

La palabra "política" se ha convertido en sinónimo de "negociación". Nos es natural suponer que toda actividad política implica una negociación. Pero, estamos equivocados. La política en un sentido más puro, supone velar por el bienestar de la polis es decir, de la ciudad (estado o país) y de quienes allí habitan. Dicho cuidado, parte de que hay asuntos que no deben ser objeto de negociación alguna, porque refieren a lo que es bueno para todos.

No estoy, simplemente, "filosofando". El alimento que debe recibir todo ser humano para sostener su existencia, es un ejemplo de algo que no debe, bajo ninguna circunstancia, negociarse. Precisamente, muchos de los malos hábitos alimenticios de los infantes en la actualidad, derivan de decisiones "negociadas" sobre qué, cuándo y cómo se come. Lo primero que determinan los nutriólogos cuando comienzan su tratamiento contra la obesidad, es el establecimiento de una estructura de horarios que no deben ser negociados, por el bien del paciente.

Imaginemos ahora un médico internista que está atendiendo a un paciente de gravedad y que se pone a negociar con él, el tipo de medicamentos que le va a suministrar y los horarios en los que los tiene que aplicar. Podemos ver claramente que las probabilidades de que el enfermo mejore se reducirían dramáticamente. El tratamiento, por tanto, debe ser riguroso, porque el bienestar del paciente no puede negociarse, ni siquiera con él.

El hecho de que la política se entienda como negociación parte de la idea de que nos resulta imposible definir qué es bueno para todos. Por supuesto, no hay un camino fácil para determinar que tal o cual cosa es benéfica para la generalidad de la población; pero, eso no significa que no tengamos posibilidad de identificar algunos mínimos básicos, en función de la existencia humana de calidad. La salud, por ejemplo, es uno de esos elementos indispensables e incuestionables.

No obstante, cuando la política es sólo comprendida como negociación, hasta las cuestiones más elementales se ponen en riesgo. Si hoy las decisiones sobre combate a la pobreza, educación y salud en México, son un fracaso, se debe a que, lo que mayoritariamente ocurre en esos rubros, son negocios; muchos y muy jugosos negocios.

Hemos caído en el ámbito de un sistema que es corrupto por hábito; porque casi nadie se imagina estando en un cargo público, en el que se tomen decisiones, sin pensar en lo productivo que le resultaría; en la cantidad de negocios personales que sus "negociaciones" con el bien común, le permitirían hacer. Porque como lo hemos visto hasta la saciedad, el que llega al poder no siente límite alguno; nunca siente que "ya es suficiente", porque todo, absolutamente todo, se negocia.

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