La lucha por el reconocimiento y respeto de los derechos humanos debe ser la norma de observancia perenne para todos los seres humanos. Aquellos que los violen en cualquier forma deben de ser castigados y sancionados por el Estado y repudiados por toda la sociedad. Esta declaración viene a cuento para especificar el reconocimiento sin cortapisas de quien esto escribe para cualquier semejante, sea como sea y evitar malas interpretaciones del contenido de este artículo.
El pasado martes de esta semana en curso en el marco de la conmemoración del Día Internacional Contra la Homofobia, el presidente Enrique Peña Nieto presentó una iniciativa de ley para llevar a la obligatoriedad a los 28 estados en el país (5 entidades ya se reconocen, entre ellos Coahuila) para que reconozcan el matrimonio igualitario (parejas constituidas por personas de mismo sexo) al mismo nivel del matrimonio tradicional. De igual manera la reforma propuesta contiene supuestos para que aquellos individuos que deseen cambiar de sexo puedan tramitar su mutación de identidad sin mayores tropiezos, una vez cumplidos los 18 años.
Remata la iniciativa el presidente: expresamente las parejas del mismo sexo serán (en caso de prosperar la reforma como ocurrirá) aptas para adoptar infantes.
Vaya sorpresa que nos ha dado el titular del ejecutivo federal con estas denominadas por algunos sectores de la sociedad como propuestas vanguardistas, de avanzada. Sin un antecedente claro, Peña lleva a la palestra pública nacional un debate que se ha presentado ya en distintos estados de la república y en la propia Ciudad de México, y que se ha resuelto en el ámbito local de cada uno. Cierto es que la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha emitido ya jurisprudencia con lo que se dota a las parejas que así lo decidan, hacer uso de la misma para obligar a cualquier estado del país a reconocer en dado caso, una unión matrimonial entre homosexuales.
Aun así, sorprende de todo a todo que el presidente haya virado su agenda en ocuparse en temas, que si bien es cierto encontró dentro del apartado de las garantías individuales consagradas en la Carta Magna, el argumento suficiente para exigir que todas las legislaciones estatales se vean forzadas a validar con pleno derecho los matrimonios entre personas del mismo sexo.
No es muy claro entender que Peña Nieto en verdad sea un político de avanzada social. El ejemplo más claro fue su reticente actitud ante la andanada para legalizar el consumo de marihuana. En un principio esquivo, después encontrando vía foros interminables, el presidente Peña nunca asumió como ahora lo hace, una postura de progreso legislativo, de esas que ahora pretende emular con estas reformas de matrimonio igualitario, cambios de identidad y adopciones de niños por parejas del mismo sexo.
Al presidente no lo mueve el convencimiento, lo mueve la conveniencia. Sabe que si bien es cierto que México aparentemente es un país conservador, es más bien en un país controversial. Decimos una cosa y actuamos de otra manera. Hace 30 años, los mexicanos eran más del 90 % católicos, hoy es menos del 80 % quienes se dicen practicar esa fe, con muchos asegunes por cierto. Por ejemplo el mismo Peña Nieto, que asistió a la misa en la Basílica de Guadalupe que ofreció el Papa Francisco apenas unos meses atrás, haría suponer que él es católico, por lo tanto ¿por qué propone una enmienda como la que hoy presenta, si la misma es contraria al credo que mostró practicar? Si tanto cree en los argumentos que presentó, bien pudo presentarse esta iniciativa a través de un diputado o senador de su mismo partido.
No creo que realmente el presidente esté tan preocupado por el reconocimiento de estos derechos, el gobierno sabe que esto de llevar a ley federal el reconocimiento de estas uniones lo hará aparecer como un progresista y sobre todo: un defensor a ultranza de los derechos humanos, tema tan de moda en estos tiempos.
Si en realidad es tan progresista: ¿por qué no defiende el derecho a la libertad del individuo a decidir si consume drogas o no?, ¿por qué no instrumenta figuras de avanzada como la eutanasia o la muerte asistida?, quizá porque esas no son populares, no son tan convenientes por ahora.