Llegando a la ciudad de Matamoros, Coahuila, reluce un inmueble construido para jugar beisbol, llamado Horacio Piña, en reconocimiento a ese legendario pelotero que fue campeón con los Atléticos de Oakland en una Serie Mundial y fuera protagonista en el beisbol mexicano tanto de verano como de invierno.
El sábado pasado el parque Horacio Piña fue sede del quinto partido de la serie final de la Liga Mayor de La Laguna, juego en donde los Estableros de Matamoros se llevaron al final de cuentas el campeonato al derrotar 4-2 a los Mineros de la Sección 74.
Al grito de "play ball" del ampáyer, las gradas del parque estaban llenas a su máxima capacidad, crucial fue el agregar unas gradas por el lado de tercera base, y sillas a lo largo de la zona en donde termina el terreno de "foul" en los jardines, aún así había gente de pie observando el partido y los más extremistas subían a los techos de las casas que rodean a la unidad deportiva, y protegidos del frío por señor sol, prendieron carbón en un asador, para darle como un toque único al juego, parecía la bonita terraza del Estadio Revolución.
El espectáculo de un juego de Liga Mayor en las finales es fuera de serie, porque la liga y la audiencia crean personajes, que quedan en la mente de todo el público, y que hacen reír a chicos y grandes, como el buen "Chema", un tipo de complexión "curiosa", como él se autonombra, que como espectáculo aparte, mientras los jugadores calientan en el cuadro para pararse a la defensiva entre cada entrada, Chema baila peculiarmente en el home, cualquier tipo de música. Carcajadas por todos lados.
No conforme, ronda por las tribunas repartiendo dulces y recogiendo alguna cooperación, y mientras lo hace, se protege verbalmente de los insultos que recibe, insultos que van y vienen pero que lo último que hacen es insultar, pues provocan las carcajadas de los asistentes que miran cada detalle que tiene el buen Chema.
También el Pollo Vaquero asistió al último juego, de Salamanca a Matamoros su viaje, después de tener compromiso con los Petroleros de Salamanca, sumándole más humor y ambiente al juego, como si le faltara al beisbol. Era una delicia.
El beisbol en Matamoros tiene detalles entre la afición y el juego, hubo una acción muy beisbolera en home, donde pusieron fuera a un corredor de Mineros, en un gran tiro del jardinero izquierdo de Estableros Guillermo Marín; acabándose la entrada, un aficionado de una familia reconocida en la ciudad, le habló y lo hizo que fuera hasta las gradas, era un tipo de chamarra azul quien sacó de su cartera un billete de no sé cuánto valor, y lo entregó al joven jugador de Matamoros que después de agradecer, corrió hasta su caseta cual niño que recibe un dulce.
Con la alegría de ir ganando el juego, el cubano Ernesto Molinet, bate de poder de Estableros, calentaba pegado a la línea del jardín izquierdo con su madero, al instante, se escuchó un grito que decía "Cubano, quinientos si va pa→ fuera", al que se le unieron algunos otros "Yo pongo otros mil" "Yo otros mil" juntó 5 mil pesos; estaba hablado, si conectaba de cuadrangular sería premiado con efectivo por parte de la misma familia que había entregado el premio al jardinero izquierdo.
Molinet recibió base por bolas intencional, la afición silbaba y abucheaba, el cubano recibió 2 mil pesos de las personas que le habían prometido el premio, al no haber conectado de cuadrangular, pero le pagaron dos mil por una base por bolas.
Detalles que solamente el beisbol tiene, que siguen enamorando a la afición de este deporte, detalles que lo engrandecen. Al final Matamoros salió campeón en un parque aluzado por lámparas que decoraban como campo de película el Horacio Piña.
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