Envejecer en un país como el nuestro es toda una tragedia. Salvo excepciones, la mayoría de los que alcanzan esa etapa de la vida lo hace en condiciones de vulnerabilidad. No sólo es la edad y sus achaques, es la elevada probabilidad de enfrentar el último tramo de existencia sin los recursos económicos suficientes para solventar incluso las necesidades más básicas.
Cifras del Consejo Nacional para la Población indican que un 85 por ciento de las personas mayores de 60 años vive con algún grado de pobreza. Así de complicada está su situación y difícilmente veremos un panorama distinto en las próximas décadas.
De acuerdo con el Instituto Mexicano de Ejecutivos en Finanzas, sólo una tercera parte de los mexicanos cuenta con seguridad social y mantiene la posibilidad de pensionarse llegado el momento. Y ni siquiera ellos están a salvo, pues con el sistema Afores difícilmente recibirán el equivalente a su salario actual. Jorge Cardiel Hurtado, investigador de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Contaduría y Administración de la UNAM, asevera que la mayoría apenas percibirá unos mil 200 pesos mensuales. ¿Cómo van a sobrevivir?
Pero, lo peor de envejecer en una cultura como a nuestra es esa sensación de irse convirtiendo en un estorbo. En otros espacios culturales -incluso en épocas pasadas de nuestra propia cultura- la vejez es sinónimo de sabiduría. Para esas sociedades, los viejos son su más preciado tesoro. Aquí, para nosotros, los ancianos son cada vez más vistos como algo inútil, que no aporta ni produce nada.
En la actualidad, a muchos jóvenes ni siquiera les importa estar viviendo en las casas que sus viejos compraron con su esfuerzo ni gozando de la poca o mucha riqueza que fue producto de su trabajo. Se apropian de esos bienes y despojan a sus padres, ahora ancianos, de todo valor. Dejarlos vivir en los que fueran sus domicilios es visto como un "favor" y una muestra de lo "buenos hijos" que son.
El México de hoy es uno que está envejeciendo y, de manera paradójica, no está procurando las mejores condiciones para quienes alcanzan esa etapa de la vida que debería ser maravillosa. Hoy, muchos de los errores que se cometen en las políticas públicas podrían haberse evitado si se hubieran tomado en cuenta los sabios consejos de los más experimentados. Pero aquí y ahora la juventud es la reina y está, literalmente, prohibido envejecer.