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Pronóstico reservado

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

La elección de un musulmán practicante como alcalde de la ciudad de Londres, Inglaterra, ofrece un panorama de pronóstico reservado, en cuanto al proceso de integración de la humanidad en su diversidad, a nivel mundial.

Es importante no caer en triunfalismos o pesimismos extremos, igualmente infundados. Entre los optimistas se encuentra Hugh Keneddy, especialista en historia islámica de la Universidad de Londres, que considera que el triunfo electoral de Sadiq Kahn "es una noticia maravillosa…" porque en su opinión, el hecho de que "los musulmanes saben que tienen un lugar en la civilización occidental", hará fracasar las intenciones de conquista, de los grupos islámicos partidarios de la Yihad o guerra santa.

Los pesimistas en cambio, vinculan al nuevo Alcalde a figuras radicales del Islam e incluso con terroristas y pronostican que la nueva moda del vestido en Londres, incluirá burkas con carácter obligatorio.

Como suele ocurrir en todo fenómeno humano, las cosas no son en blanco y negro. Para los extremistas islámicos el nuevo alcalde de Londres es un apóstata rendido al modernismo de occidente, que cree en la democracia y en la tolerancia hacia otras creencias. A partir de hoy, Sadiq Kahan es un blanco para los abanderados de la Yihad.

Sadiq Khan es hijo de una familia en la que sus abuelos, fueron parte de la movilización forzada de musulmanes de la India a Pakistán en tiempos de la Independencia de la India (1946); una generación después, sus padres emigraron de Pakistán a Inglaterra empujados por la violencia recurrente y la falta de oportunidades.

El nuevo alcalde nace hace cuarenta y cinco años en la ciudad de Londres. Su padre se ganaba la vida como chofer de autobús de transporte público y su madre fue de oficio costurera. Durante sus primeros años se crió en una vivienda de protección (asilo para pobres), sostenida por la comunidad cristiana de la Catedral de Southwark junto al Río Támesis, lugar emblemático escogido por el nuevo Alcalde, para aceptar el cargo en una ceremonia cívico religiosa en la que fueron anfitriones clérigos de la Iglesia Anglicana.

Sadiq Kahan estudió Leyes y se desempeñó como abogado en derechos humanos; en lo ideológico se confiesa Socialista Fabiano y por trayectoria histórica, familiar y personal, el nuevo alcalde de Londres es un subproducto inacabado del Imperio Británico. En la campaña electoral que lo llevó al triunfo, Sadiq Kahan se enfrentó al conservador Zac Goldsmith inglés de origen judío de cuarenta y un años de edad, hijo de un empresario multimillonario educado en una aristocrática universidad privada.

Londres es una ciudad cosmopolita, lo que implica pluralidad religiosa, cultural y racial. Existen un sesenta por ciento de cristianos, un doce por ciento de musulmanes, un dos por ciento de judíos y un quince por ciento de ateos. El resto son hinduistas, sijs, budistas, y de otras religiones que se practican en países que fueron parte del extinto Imperio Inglés.

Ante lo acontecido, los cristianos no debemos rasgar nuestras vestiduras ni llorar como plañideras, sino tomar en serio la religión que profesamos y volcarnos en la comunidad en favor de nuestro prójimo, aunque sea diferente o piense de modo distinto. Lo anterior exige participar activamente en la vida pública, en lugar de estar de brazos cruzados haciendo expresiones de asco y manifestaciones de hartazgo en contra de la política.

La interrogante está planteada, el inusitado fenómeno es fruto de la libre decisión o apatía en su caso, de ciudadanos electores que como protagonistas de la vida pública enfrentan su realidad y actúan a voluntad en consecuencia, asumiendo su condición de animales políticos pensantes, visualizada desde Aristóteles.

En el marco de los principios emanados de la Ética Cristiana, la Filosofía Griega y el Derecho Romano en los que se sustenta nuestra civilización, el resultado electoral en comento ha sido posible. Los ciudadanos de Londres han votado a un alcalde musulmán como fruto del ejercicio de su libertad y de su responsabilidad personal y nuestros sistemas políticos tienen su base en un pacto social, plasmado en constituciones que reconocen los derechos fundamentales del individuo humano.

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