En vísperas del próximo período ordinario de sesiones del Congreso de la Unión, una parte de la sociedad mexicana anuncia que va a tomar las calles a protestar en contra una iniciativa del presidente Enrique Peña Nieto, que entre otras cosas impone la agenda de la Organización de las Naciones Unidas en materia de Ideología de Género, a través de los programas de estudio en los que son educados nuestros niños.
La llamada Ideología de Género niega que cada ser humano tenga asignada su identidad sexual por virtud de su propio código genético y por el contrario, afirma que las diferencias entre hombre y mujer son producto de una construcción cultural, lo que lleva a la conclusión de que el comportamiento sexual de un individuo responde a su libre elección y en contrapartida, puede ser manipulado en el contexto que rodee al individuo.
Es claro que si una persona en particular considera que lo anterior es verdad o le conviene creerlo, es libre de vivir en consecuencia bajo su responsabilidad, pero de ahí a que tal forma de pensamiento se imponga como enseñanza obligatoria en nuestras escuelas públicas, es una invasión del estado a la esfera de libertad de los ciudadanos y viola el derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo a su propio modo de pensar.
A esta forma de adoctrinamiento ideológico es a lo que se opone el Frente Nacional por la Familia, y a ello corresponde la movilización planeada para el próximo diez de septiembre, fecha en la que saldrán a manifestarse los partidarios de la familia basada en el matrimonio de hombre y mujer, que desde un punto de vista antropológico, ofrece la única alternativa de unión sexual abierta a la transmisión de la vida.
Los promotores de la marcha han dejado claro que su intención no es erigirse en jueces ni condenar a las personas homosexuales, y que su pretensión no llega ni siquiera a dilucidar el misterio que entraña la homosexualidad, sino que se limitan a expresar una forma de ser y de pensar y a proponerla a la consideración de la sociedad en su conjunto, como modo de vida.
Algunos críticos esgrimen argumentos tomados del Papa Francisco que llama a la misericordia para con los homosexuales, pero el propio Sucesor de Pedro en su exhortación Amoris Laetitia, ha dejado claro a los confundidos: "Para evitar cualquier interpretación desviada, les recuerdo que de ninguna manera la Iglesia debe renunciar a proponer el ideal pleno del matrimonio (cristiano), como proyecto de Dios en toda su grandeza…" y agrega "la misericordia no excluye la justicia y la verdad…".
El Frente Nacional por la Familia está integrado por una red de agrupaciones locales de todo el país, y la participación de numerosas asociaciones de inspiración cristiana, ha ocasionado acusaciones según las cuales el Clero Católico está violando el orden jurídico, y descalifican la participación de la Iglesia en el debate público en este tema y en cualquier otro.
Quienes niegan el derecho de los cristianos a intervenir en el debate de las políticas públicas están equivocados. Es cierto que el cristianismo propone separar al poder temporal del espiritual en cumplimiento del mandato de Jesús, en el sentido de dar al César y dar a Dios lo que a cada uno corresponde sin embargo, el mismo mandato de "dar al César…" obliga al cristiano a participar en los asuntos públicos temporales, para ser Sal de la Tierra y Luz del Mundo (Mateo 5, 13-14).
La postura de Cristo exige a la Iglesia Institucional que renuncie al ejercicio de la política como búsqueda del poder terrenal en virtud de la apertura incluyente del Dios de la Biblia a todos los pueblos, y deja la participación política en manos de los cristianos de a pie en su calidad de ciudadanos, en pro del bien común de la sociedad.
Hasta el Siglo XVI los estados cristianos fundaron su unidad política en la unidad religiosa, pero Dios permitió que el liberalismo abriera paso al estado laico, como espacio para que participaran en la construcción del mundo moderno todas las formas de pensar.
Es absurdo que el Estado Mexicano de hoy día aliente tendencias contrarias a su matriz liberal, y promueva políticas públicas como la que es objeto de comentario, que expiden un tufo autoritario, e implican un lamentable colonialismo cultural y una inadmisible violación a la libertad de conciencia.