Cuatro meses después que terminaron los Juegos Olímpicos, no se ve mucha actividad en el campo. (Archivo)
Río de Janeiro demoró tres años en construir su campo olímpico de golf, retrasado por demandas ambientales, la burocracia brasileña y problemas con el financiamiento de parte de un magnate de los bienes raíces.
Cuatro meses después del final de la justa olímpica, asoma una prueba incluso más difícil: ¿Qué hacer con el campo en un país donde pocos juegan golf, y en una ciudad que no puede costear su mantenimiento?
"No será fácil", reconoció Paulo Pacheco, presidente de la Confederación Brasileña de Golf. "Es un reto. No es algo fácil de lograr, será muy difícil. Creo que esta es la única oportunidad que tendremos para impulsar el golf en Brasil".
Todo está a medias alrededor del campo, excepto el campo mismo, que parece destinado a convertirse en un elefante blanco.
El campo está a la sombra de varias torres de apartamentos de lujo conocidas como "Riserva Golf", un proyecto que no estará listo sino hasta 2018. Muros de ladrillos y rejas tapan la vista desde la calle, y no hay letreros que señalicen la entrada al campo.
Una vez se cruza al maltrecho estacionamiento y se entra a la casa club, no hay tienda de venta o alquiler de equipo, unos pocos muebles, ningún golfista profesional a la vista ni tampoco un sitio para comer.
Y muy pocos jugadores.
La concurrencia es poca en una ciudad de seis millones de habitantes que tiene apenas 1,500 golfistas.
En total, Brasil tiene unos 20,000 golfistas, comparado con los 25 millones en Estados Unidos. El deporte es jugado casi exclusivamente por los ricos.
Otro problema es encontrar el dinero para dar mantenimiento al campo. El alcalde Eduardo Paes, quien está a punto de dejar su cargo, asegura que la ciudad no puede pagarlo, y ha recordado que no hubiese favorecido su construcción de no ser por los Juegos Olímpicos.
La semana pasada, un tribunal estatal congeló las cuentas bancarias de Paes mientras la fiscalía investiga si otorgó un beneficio tributario indebido al desarrollador de la obra.
El estado de Río de Janeiro se declaró en estado de "calamidad financiera", y está atrasado en varios meses de pagos a sus maestros y otros empleados públicos. El país atraviesa su peor recesión en décadas, y el desempleo alcanzó el 12%.
Pacheco, quien ha estado administrando el campo, fue impreciso al momento de explicar cómo lo mantendrán a flote. Indicó que dejará el puesto en unas cuantas semanas, y que hay negociaciones encaminadas con una nueva compañía para que lo administre a partir del 1 de enero.
Neil Cleverly, el británico que ayudó a construir el campo y administró en algún momento su mantenimiento, ya no trabaja en la obra porque su visa expiró. Pacheco dijo que faltan unos seis meses para que el campo pueda funcionar a su máxima capacidad, y calculó que el costo de mantenimiento es de entre 75 y 100 mil dólares mensuales.
Pacheco admitió que los encargados locales han tenido problemas para organizarse. Indicó que un nuevo portal de internet y las agencias turísticas de Río promocionarán el campo, que cobrará 80 dólares por ronda a partir del 1 de enero.
En un trato con la ciudad, el desarrollador Pasquale Mauro invirtió unos 20 millones de dólares para construir el campo, a cambio de permisos para construir apartamentos de lujo en uno de los terrenos más valiosos de Río.
"Antes no había ningún lugar para practicar, ahora tengo lo que necesito para mejorar", comentó Marcos Días, jugador de golf.
MIL
Golfistas se estima que haya en Brasil. En Estados Unidos hay 25 millones.
