Lo que está sufriendo la educación de la niñez y juventud de los estados donde opera la CNTE no puede ignorarse. El Sol no se tapa con un dedo.
Muchos asuntos de la comunidad requieren componerse. Hacerlo requiere una acción inteligente y juiciosa. Insistir, empero, en utilizar los medios más arbitrarios para anular la reforma educativa en curso, es, como hoy día se dice, con todo respeto, una rotunda estupidez. El incalculable daño que se está causando al país, hace que la CNTE sea reo del más severo enjuiciamiento judicial.
Los líderes que se empecinan en utilizar el arma de los bloqueos callejeros, plantones, y vandalismos desenfrenados, nulifican el logro que se proponen de presionar a que se dé marcha atrás a las reformas educativas que acusan de privatizar la educación.
La estrategia que han escogido para avanzar en su intención es contraproducente. Las violencias y cierres de escuelas ordenadas por la CNTE simplemente incitan que se multiplique la apertura de planteles educativos privados de todos los niveles y en todas las ramas. Desde que comenzaron los desórdenes de la CNTE contra la reforma del sistema educativo, se observa una disminución de alumnos en los planteles oficiales, tanto de primaria como de secundaria. Con justa razón, los padres de familia, que pueden hacerlo, buscan otras escuelas para sus hijos, sin ausentismo de maestros ni violencias. Aumenta así el numero de los planteles privados, no siempre calificados, y con ello el peso de colegiaturas que, tratándose de dos o más hijos, equivale a quebrar las finanzas familiares.
Lo anterior acentúa la división social de nuestro país. Se está llevando a la educación hacia la elitización que priva a las clases económicas más débiles de oportunidades educativas a que tienen derecho y a prepararse mejor para la realización de su potencial individual. El cierre de clases por los miembros de la CNTE está privando hoy mismo de educación a los que más la necesitan precisamente en las entidades con mayores índices de pobreza.
Mucho del problema educativo de México reside en las cifras demográficas que nos han rebasado. Va en aumento el número de estudiantes que no alcanzan plazas escolares gratuitas.
La responsabilidad de la educación es, desde luego, primordialmente del Estado, pero si como mal recurso se insiste en que la tarea recaiga más en los planteles particulares, requeriremos de un sistema más amplio y efectivo de becas para cubrir la demanda.
El sistema mexicano de educación se encuentra en la crisis más severa de su historia y no radica tanto en las deficiencias que puede haber en el sistema educativo, sino en los efectos que han quedado de tantos años de corrupción que los gobiernos metódicamente inyectaron al aparato sindical para utilizarlo como uno de los tres grandes pilares electorales de la consolidación del PRI en el poder, al lado de las estructuras corporativas laborales y agrarias.
La problemática que estalla en la acción de la CNTE, que no es, sino colección de secciones rebeldes y minoritarias del SNTE, no se resolverá, sino con la limpieza de todo el sistema sindical de la educación. Será un proceso de muchos años que lógicamente no podrá encargárselo al PRI, menos aún en vísperas de la elección presidencial en que los votos de la CNTE también importan.
Lo anterior de ninguna manera justifica que el gobierno tolere, consienta, auspicie y perdone, como hoy sucede, todas las exigencias de la CNTE, sólo una corta fracción de los sindicalizados de todo el país, misma que prosigue con sus arbitrariedades que padece la población.
El Sol no se tapa con un dedo.
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