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Refugiados del abandono

JULIO FAESLER

La marejada de infelices refugiados que llegan a Europa desde Siria, Medio Oriente y África, anuncia lo que puede llegar a ser una tragedia masiva más incontrolable que la actual. Hoy día todavía no se le encuentra solución factible.

Nueve millones de sirios han abandonado su país desde 2011. En Europa, muchos países se han comprometido a recibirlos asignándose cuotas. Sólo Alemania ha recibido a más de un millón en el último año. Las repercusiones de los desplazados en los países vecinos a Siria como Turquía, Jordania, Líbano e Iraq han sido profundas en cuanto a su estabilización social y política. Son más de 7 millones movilizados en Siria misma, 1'9 han llegado a Turquía, 1'7 millones al Líbano, 600 mil a Jordania, 250,000 a Iraq y 132,000 a Egipto. Las cifras son estrujantes. Pasó la etapa de los migrantes que simplemente buscaban mejores condiciones de vida.

Se trata de la conjunción, por una parte, de los estragos de la encarnizada guerra civil de Siria, provocada por Bashar al-Asad, que ha obligado a hombres, mujeres y niños a huir de la muerte. Muchos se van sin rumbo ni sentido buscando la más elemental seguridad. El desastre se extiende como ondas de un terrible sismo en círculos repetidos a lo ancho y largo de los países vecinos, cuya pobreza e ignorancia, a su vez, acentúan indecibles tragedias personales. El drama toca las puertas y entra a los países europeos que, sorprendidos, no tienen capacidad alguna para seguir absorbiendo el reto que les llega. Han sido cimbrados hasta sus mismas raíces.

La única posibilidad de alivio es la terminación de la guerra que ya rebasó toda frontera involucrando a docenas de países, árabes y europeos. Rusia y Estados Unidos anuncian a destiempo, una dudosa intención de detener la matanza y la destrucción masiva.

La situación es peor de lo que se vivió durante las dos guerras mundiales del Siglo XX donde los enemigos estaban perfectamente identificados y perfilados. Hoy eso no existe. Por menos, en otros tiempos, tanto Alemania, como Francia, Austria, Hungría, Italia, Dinamarca, los Escandinavos y los Balcánicos ya habrían desencadenado una nueva guerra.

La solución del problema no es la guerra que se libra en Siria. Pero falta racionalidad para controlar el desastroso panorama. En Europa, los pueblos reaccionan a nivel de los trabajadores que no tienen por qué sacrificar su vida cotidiana a favor de extranjeros, ni autorizan a sus gobiernos a decidirlo.

El caso de los refugiados sirios es peor que cualquier otro caso del pasado, sin embargo, el drama que viven los africanos que se arriesgan a cruzar el Mediterráneo es igualmente aterrador.

Los dramáticos episodios que sufren en Medio Oriente al igual que los africanos son en último término, resultado de condiciones de extrema pobreza e ignorancia que se vinieron acumulando a lo largo de todo el Siglo XX y lo que va del XXI en sus respectivas naciones.

Estos factores negativos no se remedian montando muros y alambradas o gritando rechazos y bravuconadas, sino implementando vastos programas de educación y de creación de empleos donde hacen falta, pero que tardarán décadas para lanzarse y madurar.

Regresar a esos emigrantes a sus países de origen se asoma como respuesta lógica, siempre y cuando se logre la paz. Ello, a su vez, implica programas masivos de educación y creación de empleos.

¿Qué relación tienen todos estos hechos con los países emergentes latinoamericanos? Las similitudes comienzan en las pobres condiciones educativas y a la falta de conocimientos que prevalecen en las mayorías latinoamericanas que no dejan que los jóvenes se eduquen y aprendan oficios para que tengan los conocimientos básicos que les permitan subsistir en momentos de crisis.

Las crisis económicas se agudizan cuando los jóvenes son abandonados a su suerte sin recursos. El drama de los refugiados de allende del mar Atlántico o del Mediterráneo es, en otra proporción desde luego, a la que vivimos en nuestra Mesoamérica: poblaciones enteras sin instrucción que buscan mejorar sus niveles de vida afuera porque en casa no hallan sino agresión y desamparo.

Existe una diferencia entre los migrantes centroamericanos o los nuestros que se arriesgan a morir en el desierto de Arizona en búsqueda de mejores oportunidades, mientras que los refugiados de Medio Oriente y los africanos huyen de sus hogares para evitar la muerte y la inanición. Hay grandes diferencias…

Es importante que nos involucremos para entender lo que provocó el desastre de los refugiados de más allá del Atlántico. Es igualmente necesario entender qué debe hacerse para evitar que lo mismo no nos suceda a nosotros.

juliofelipefaesler@yahoo.com

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