Ahora que estamos en plena "Semana Santa", a la mayoría de nosotros nos viene a la mente el sentimiento de religiosidad, diferente al de espiritualidad; el primer término, al confundirlo, nos hace pensar que la conmemoración solamente se traduce en asueto.
Recordemos que la palabra religión, -"religare"- se refiere a las creencias, comportamientos y ceremonias de oración o sacrificio de un determinado grupo humano, en las que el hombre reconoce su relación con la divinidad.
En cambio, espiritualidad, incluye los principios o actitudes que configuran la vida espiritual -anímica, del alma- de una persona o un grupo social determinado.
Nuestra cultura judeo-cristiana, nos lleva a conmemorar el sacrificio cruento del Dios hecho hombre; algunos de nosotros, acaso practicamos simples ritos y otros solamente tenemos vagos recuerdos del suceso sin penetrar en el fondo del significado: la práctica del amor como forma de vida, pensamos únicamente en diversión, paseo y descanso.
Hay diferencias marcadas entre ser religioso o espiritual y vale la pena darle reflexión al tema, con la creencia de que en estas fechas tenemos una mayor sensibilidad al mismo y pudiera motivarnos para la superación.
Empecemos por reconocer que hay muchas religiones, desde monoteístas como la nuestra, hasta politeístas como en la India, pero una sola espiritualidad: la que alimenta el alma.
Las religiones más grandes se han organizado en instituciones creadas por hombres, -aunque decimos que la nuestra fue inspiración divina- generando normas y reglas que aunque permiten la mejor comprensión y funcionamiento, ocasionalmente provocan el desvío del propósito inicial. Piense que el islamismo, hermoso en su mensaje, pero deformado por algunas sectas radicales, salvajes y rabiosas.
Por esa construcción de mitos que desembocan en reglas de las asambleas y que llevan a generar leyes, hacen que se construyan tabúes que confunden el propósito de alimentar al alma -el espíritu-; estamos en ese caso cuando nos preocupamos más por las formas, que por el humano. Usted encuentre un ejemplo en su religión.
Nuestra psique requiere de sensaciones que se transformen en sentimientos -que pueden ser buenos o malos- y conforme sigamos los principios naturales del bien, tendremos paz interior. Es un acto íntimo y personal, basado en nuestras creencias -Dios es-, en contraparte, en la religiosidad, nos imponen criterios que ocasionalmente no coinciden con nuestra propia ética y hasta la moral.
Esa diferenciación pudiera ser una de las causas del abandono de las religiones. Hoy día, los universitarios hablan más de espiritualidad y niegan la práctica religiosa de su fe, de cualquier iglesia a la que pertenezcan.
En tanto las religiones definen errores y sanciones, generándonos sentimientos de culpa, la espiritualidad nos permite definir lo bueno o malo para nuestra alma y actuamos en consecuencia; generalmente nos queda una sensación de bienestar y, dado el caso, nos permite reflexionar y aprender de la vivencia.
Aunque las dos condiciones hacen pensar en el amor y el servicio al prójimo, las religiones establecen castigos -el más terrible es el infierno-; en tanto, en la espiritualidad, el servicio se transforma en "una forma de vida", nutriendo al alma.
En el cristianismo existe un ejemplo de soberbia y vanidad; el fariseo oraba: "te doy gracias señor porque no soy como ese pecador", refiriéndose a un publicano que se encontraba a su lado. Uno practicaba la religiosidad y el otro la espiritualidad enseñada por Jesús.
Muchas religiones invitan a renunciar a las cosas del mundo -mundanas- menospreciando la felicidad que nos ofrece el Creador. Recuerde la advertencia: "todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverla".
El verdadero ser espiritual disfruta de la creación con responsabilidad, en justa aplicación de la libertad -libre albedrío- en tanto, algunas religiones invitan al desperdicio de la creación.
Ahora le pregunto: ¿a qué vino Jesús al mundo?
En lo personal, pienso que ha rescatarnos y orientarnos en el camino de la verdad: el amor; al preguntarle, respondió: "amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas, ese es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: amarás a tu prójimo como a ti mismo".
Siendo así, si va a visitar las siete iglesias o asistir a alguno de los ritos de la semana santa, piense en la espiritualidad y comparta con sus cercanos el recuerdo del hermoso regalo de Jesús, del que Juan enseñaba: "porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".
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