— Barack Obama
Conforme pasa el tiempo, nuestro concepto del éxito y su significado va cambiando según las circunstancias y cosmogonía de cada cultura. Para unos, el éxito significa dinero, poder, reconocimiento social y admiración.
Para otros, el éxito se sustenta en alcanzar la felicidad, la satisfacción que produce dedicarse a aquello que amamos, en la herramienta que los conduzca a la consolidación de sueños y utopías, en pensar diferente y arriesgar. Steve Jobs, desde luego, pertenece al segundo grupo de personas.
Aunque murió hace casi cinco años, mucho se ha escrito y se escribirá sobre su legado, visión, el impacto de su inventiva, la forma en que revolucionó la industria y las repercusiones que trajo a Apple su partida física.
En un tercer milenio dominado por la ausencia de banderas y arquetipos de otros tiempos -el amor y paz, el comunismo, el anhelo de ver el Muro de Berlín derribado, la lucha por los derechos civiles de Luther King, el feminismo de Betty Friedman y la camada que egresó de Wellesley y Vietnam, Watergate y Nixon- Jobs se convirtió en una especie de faro y luz más allá de quienes sólo se interesan en tecnología.
Detractores de Jobs, muchos. No se llega a esas alturas sin dejar a un montón de enemigos en el camino. Sus críticos destacan su ambición desmedida y la masificación de bienes innecesarios que solo exacerban el consumismo y afán por poseer.
Del mismo modo, se habló de su deseo obsesivo por convertirse en una especie de gurú encargado de dictar la agenda tecnológica. Las historias sobre la personalidad de Jobs son encontradas, sin embargo, sus defectos de Jobs representan minucias si los comparamos con el genio, inventiva y espíritu creador que fueron una constante en su vida desde temprana edad.
La senda que conduce al triunfo y a la consolidación de los sueños viene acompañada de fracasos. El fracaso nos humaniza, las crisis nos engrandecen y el error nos confiere sabiduría. A lo largo de su ejercicio profesional. Jobs emprendió proyectos y empresas que derivaron en enormes fiascos y fueron la burla de sus enemigos. A la larga, Jobs ganaría la batalla, y de qué forma.
De todas sus guerras, Steve Jobs perdió la última. Un hombre que se definió a sí mismo como alguien que vivía cada día de su vida como si fuera el último, murió en octubre del 2011 víctima de cáncer. Pese a su muerte, Jobs siempre formará parte del club más exclusivo del planeta con -por desgracia- un número sumamente pequeño de miembros: el de hombres y mujeres que por su contribución cambiaron al mundo.
STEVE JOBS NOS SIGUE AZORANDO…
En una nueva y ciertamente sorpresiva revelación me entero que Steve Jobs, limitaba el número de horas en que sus hijos podían pasar manipulando Ipad´s y Iphones, y fomentó en ellos otros estímulos como juegos al aire libre y libros.
De hecho, gran parte de los ejecutivos de Silicon Valley restringen el tiempo que sus hijos pasan frente a las pantallas de una computadora, tableta o teléfono, pues saben de los peligros inherentes a la tecnología y la deshumanización que ésta supone.
Está comprobado que el uso de dispositivos con pantallas en niños, según los primeros estudios realizados, pueden producir déficit de atención, hiperactividad, agresividad, sueño, fallas en el rendimiento académico y dificultades en la adquisición del lenguaje y la adquisición de vocabulario.
"Nadie puede negar que hoy en día están disponibles gran cantidad de aplicaciones que pueden estimular y desarrollar la inteligencia, pero también es cierto que nada puede reemplazar el contacto humano y la enseñanza con amor".
Nunca mejor dicho.
Nos leemos en Twitter y nos vemos por Persiscope, sin lugar a dudas: @patoloquasto