(Tercera y última parte)
Otra versión escultórica de La Piedad, cuyo autor no fue posible encontrarlo, es la que durante muchos años permaneció en la tumba del señor Don Teodoro Domínguez Arellano en el Panteón Torreón y ahora se encuentra en el jardín frontal de la Parroquia de la colonia Los Ángeles. Esta escultura fue donada a la parroquia y entregada en septiembre de 1994 por el Sr. Miguel Casale Domínguez, nieto de don Teodoro, al S. D. Roberto García de León (Padre Beto), de acuerdo a los deseos expresados a él por su señora madre, doña María Luisa Domínguez Sánchez, la que años antes de fallecer le expresó ese deseo, pidiéndole que en caso de que ella faltara antes de hacer efectiva esa donación, él se hiciera cargo de cumplirla. Entrevistamos al Sr. Miguel Casale Domínguez para que nos platicara sobre su abuelo materno y esto es lo que nos narró:
TEODORO DOMÍNGUEZ ARRELLANO nació en Veta Grande, población cercana a la ciudad de Zacatecas, en 1883, hijo de padre español y madre mexicana, quienes por la inestabilidad social que en aquellos tiempos vivía esa región del país, tuvieron que emigrar en busca de seguridad para la familia.
Fue así como, siendo aún un pequeño bebé de brazos, Teodoro, su madre y sus tres hermanos, arribaron al mineral de La Ojuela, en Mapimí, Dgo., en busca de un empleo, pues sus hermanos mayores ya conocían el trabajo en las minas. Poco tiempo después, se fueron a Velardeña, Dgo., esperando mejorar su situación económica. En ese pueblo minero, sus dos hermanos varones se casaron y se fueron del lugar, dejando a su madre, doña Cesarea, a su hermana Sara y a su pequeño hermano abandonados a su suerte.
Por esta razón, el pequeño Teodoro, de seis años de edad, tuvo que trabajar para ayudar a su madre, la que por desgracia estaba perdiendo la vista, desempeñando trabajos ligeros en las minas, lo que le permitió conocer y posteriormente trabajar como ayudante en La Fragua, y se aplicó tanto en esa labor que tiempo después llegó a ser el jefe de ese departamento.
Miembro de una familia minera, viviendo y trabajando en un mineral, soñaba con encontrar, algún día, una "veta rica", que le permitiera sacar de la pobreza a su madre y hermana. Con esa esperanza y poniendo en manos de Dios su esfuerzo, los domingos recorría los cerros de la región en busca del yacimiento anhelado, el que en una de sus tantas correrías al fin descubre, pero en un lugar de la empresa dueña del terreno, la American Smelting & Refining, Co., la que en reconocimiento a su tesón y perseverancia, le permite explotar la veta, que resultó ser un yacimiento rico en plata y oro que cambió sustancialmente le economía familiar.
Joven aún, y con una posición económica más desahogada, se casa con la señorita Ma. del Refugio Sánchez, originaria del poblado de Pedriceña, de cuyo matrimonio nacieron tres hijos: Teodoro, que fallece accidentalmente a los seis años, María Luisa, madre de don Miguel, y su tía Consuelo.
En la década de los veinte, la empresa suspende sus operaciones mineras y deja sin trabajo a cerca de 1200 mineros; el gobierno de Durango trata de que la empresa reanude los trabajos, a lo que ésta se niega, sin embargo, ofrece contratar las minas a quien se interese en trabajarlas, el gobierne entonces busca algún interesado y el único que acepta el reto fue don Teodoro.
Contando únicamente con los ahorros familiares, que escasamente sumaban $ 5,000.00, pero en monedas de oro, y con el apoyo y colaboración de todos los trabajadores, don Teodoro se hizo cargo de la explotación de todas las minas de la compañía en esa región, que al paso de los años le retribuirían con creces su decisión de rescatar de la pobreza a todo el pueblo.
En 1933, don Teodoro se establece en esta ciudad, construyendo la casa ubicada en el No. 211 de la calle González Ortega sur, frente a la Alameda Zaragoza, casa que habitó en compañía de su señora esposa, doña Refugio, su hija Ma. Luisa y las hijas de ésta: Ma. Luisa, Miguel Ángel, Rafael y Víctor Humberto, viajando constantemente de esta ciudad a Velardeña para atender sus negocios.
En esta ciudad, emprende otros negocios, construye los cines Torreón y Cinelandia, adquiere la construcción de la agencia de automóviles Cadillac y Pontiac, la distribución de aviones Cessna, la construcción de casas y en el aspecto financiero colaboró y participó activamente en la creación del Banco Lagunero, sin descuidar su negocio minero en Velardeña.
Esta actividad de hombre de negocios, muy distante del trabajo de peón minero que fue al principio, no le cambió su modo de tratar a sus semejantes ni a la gente humilde, que conociéndolo se le acercaba pidiéndole alguna ayuda. De buen corazón y recordando quizá sus sufrimientos de niño, a todo el que necesitaba de él, ayudaba, especialmente a los niños del orfanatorio, los que de cariño lo llamaban Papa "O" como diminutivo de Teodoro.
Finalmente, a los 75 años de edad, don Teodoro fallece a consecuencia de un infarto el 23 de noviembre de 1958. Fue sepultado en el Panteón Torreón y a escasos tres meses se coloca en su tumba la escultura de La Piedad, que fue traída por don Miguel desde Carrera, Italia, como homenaje a un queridísimo abuelo, padre ejemplar, un respetable y buen hombre con la sociedad.
Agrega don Miguel, para concluir esta entrevista, que su madre, la señora Ma. Luisa Domínguez, años antes de fallecer, le comunicó al Padre Beto que su madre, doña Refugio, le manifestó su intención de donar la escultura a la Parroquia de la colonia en la que don Teodoro pasó sus últimos años, donación que por alguna razón doña Cuca no llevó a cabo, pero que ella siendo de la misma opinión, lo haría. El 14 de agosto de 1978, fallece doña Ma. Luisa y la escultura permanece en su lugar, no fue sino hasta agosto de 1994 en que el Sr. Casale cumple los deseos de su señora madre entregando la escultura al Padre Beto, quien la colocó en los jardines de la parroquia, lugar en donde se le puede admirar actualmente.
