Muchas lecciones dejó la visita del Papa Francisco a México. Algunas de ellas fueron explícitas debido al comportamiento o mensajes que Su Santidad emitió en su estancia en la Ciudad de México; Ecatepec, Estado de México; San Cristóbal de las Casas y Tuxtla Gutiérrez en Chiapas, Morelia, Michoacán y finalmente Ciudad Juárez, Chihuahua; otras tantas las dejaron las autoridades involucradas en todos los actos concernientes a la logística y a la propia participación en las distintas ceremonias donde estuvo presente Francisco. Igualmente, se debe mirar y analizar las expresiones de muchos periodistas y analistas que vertieron chorros de tinta en describir, calificar y juzgar lo que debió hacer o no hacer el Papa.
Primeramente lo importante es lo que Francisco puntualizó en cada uno de los sitios donde estuvo. Comenzando en su primer acto en Palacio Nacional, donde recibió los honores de Jefe de Estado, tal y como lo marca su investidura de representante del Estado Vaticano. En esta primera parada ocurrida el sábado pasado, se rompió un supuesto hito en la historia mexicana oficial. Palacio Nacional es considerado en el imaginario político como un santuario del juarismo, y sobra recordar que el Benemérito fue el líder de la separación jurídica de Iglesia-Estado allá en los tiempos de la Reforma, hace casi 160 años.
La ceremonia en Palacio fue cálida y emotiva, el discurso del presidente Peña Nieto contuvo lo suficiente para hacer sentir al distinguido visitante de la mejor manera. Le dijo sólo palabras dulces. Mera política, pero el presidente lo hizo bien.
La respuesta de Su Santidad fue conmovedora para los creyentes. Evocó en primera instancia a la Virgen de Guadalupe en el mismísimo corazón del republicanismo mexicano. Nadie ahí de la clase política hizo gestos. Al contrario, no faltaron los oportunistas que lucharon por obtener la fotografía con el Papa para subirla de inmediato a las redes sociales.
Después de ese evento, Francisco atravesó el Zócalo y entró a la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México y tuvo un encuentro con los cardenales, arzobispos y obispos mexicanos. Les habló fuerte, en concordancia con lo que ha sido su papado. Reprendió y convocó a aquellos eclesiastas a alejarse de los carros y lujos faraónicos a los que por su condición están tentados, y los reconvino a estar más cerca del pueblo y a pasar menos tiempo en la sacristía. Vaya mensaje.
En su visita a Chiapas el Papa oró y elevó plegarias por las etnias indígenas siempre relegadas y explotadas en nuestro país. Clamó justicia y rindió homenaje a don Samuel Ruiz, aquel arzobispo que fue mediador en el conflicto armado de 1994 y que siempre luchó por los indios.
En Morelia, Michoacán, por supuesto que Francisco no evadió el enorme problema que significa el narcotráfico y el crimen organizado. Ahí en la tierra de los Templarios, de "La Tuta".
En la frontera norte, en Ciudad Juárez el Papa enfrentó los gravísimos padecimientos y abusos que sufren los migrantes. Quizá ese acto y su postura se pueda convertir en un antes y un después en la política estadounidense. Ojalá.
Sin embargo, vale mucho la pena hacer un alto y analizar desde la posición de provincia, desde la posición de un simple mortal, los análisis y críticas que se le han hecho al Papa, a sus discursos y a sus posturas. Incluso ese reclamo sin razón de que no quiso hacerles una recepción especial a los padres de los desaparecidos de Ayotizinapa. Cabe la pregunta ¿por qué tendría que recibir a los padres de los 43 desaparecidos de Iguala, y por qué no a los padres de los 500 desaparecidos que busca la Fuundec en Coahuila? Por ejemplo.
También hubo quienes reclamaron que no dijera ni media palabra de la pederastia de la iglesia, en parte hay razón, en parte no. Es verdad que la posición de poder que en ciertas circunstancias tiene un clérigo puede propiciar las condiciones para que sucedan los abusos, y es cierto que la iglesia católica guardó un cómplice silencio hace años cayendo en la protección de delincuentes. Pero la pederastia es un delito, ¿por qué no exigir a la policía, al Estado que refunda a estos despreciables criminales pederastas? La iglesia no es policía aunque tiene por supuesto su responsabilidad como institución.
No es cordial para los creyentes estar leyendo, escuchando ácidas críticas a Su Santidad. Por fortuna México es en ese sentido libre. Hay que celebrar la libertad religiosa que está plasmada en nuestra ley positiva, la ley coercitiva. También hay que celebrar que el Estado Mexicano es laico, y así debe permanecer.
No es justo pues criticar y juzgar al Papa y a los católicos, mientras ejerzan su fe dentro de la ley. Cierto que es escrutable cualquier peso del erario que se invirtió en la visita. Por supuesto que eso debe ser revisable, cuestionable, pero de ahí a decirle qué hacer al Papa, hay distancia.
Si a los "intelectuales" no les gusta el comportamiento del Papa, que no lo vean. Los problemas sociales, económicos y de justicia corresponde a los estados resolverlos, conducirlos.
La religión es para saciar el apetito del alma, para la búsqueda de la trascendencia. Claro que hay que someter a todas las asociaciones religiosas que cometan abusos, que transgredan la ley; pero crispan las críticas de los no católicos, porque tan válido es creer como no creer. Vamos respetando.