Aún no presentaban a Juan Carlos Osorio como técnico del Tri y el colombiano ya era criticado por aficionados y comentaristas. Que si era mejor Bielsa, que si cuando dirigió a Puebla no se vio gran cosa, que si había que ofrecerle un contrato permanente al Tuca, que si esto, lo otro. Sus credenciales le parecen demasiado "pobres" a la prensa nacional, local y a uno que otro aficionado.
Cuando oficializaron al colombiano, sus palabras llamaron la atención. Más que lo que dijo, la manera en que lo dijo fue la clave. Osorio se presentó como un tipo educado, culto, ubicado y por ende, sencillo. Hubo quienes criticaron su retórica pero es comprensible pues en este país estamos mal acostumbrados a respetar a quien hace los mejores albures.
Es cierto que tuvo un paso de inadvertido a malo en el futbol mexicano con La Franja, pero sinceramente tomar su paso con ese equipo tan amigo de la mediocridad como parámetro es hasta ocioso. En Colombia goza de reconocimiento por haber llevado a la gloria al Once Caldas y al Atlético Nacional en diversas ocasiones. En Estados Unidos también se le recuerda bien pero en Brasil su paso fue efímero y rindió buenas cuentas a secas.
Gusta de participar activamente en los entrenamientos, toma notas de lo que ve en la cancha y se enfoca en corregir errores detectados y en mejorar lo que ya se hace bien, analiza al rival y en base al reporte elaborado es que define la estrategia a seguir para encarar los duelos. Tomando las palabras de Eduardo Galeano, él cree que el futbol es una ciencia y la cancha un laboratorio.
En fin, el colombiano ha hecho una buena labor al frente del Tri. Más allá de pregonar que el técnico nacional debería ser mexicano de entrada, hay que evaluar su desempeño por la calidad de su trabajo, no por el lugar donde nació.
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