Una cita en la que se dijo, se daría la cara ante la situación deportiva adversa, terminó convertido en un capítulo de programa de televisión en el que se tocaron las fibras más sensibles de los aficionados, que si pensaron que tendrían oportunidad de reclamarle de frente a Rabello, Abella y compañía por su pobre desempeño dentro del campo, tuvieron que cambiar su percepción y entre lágrimas terminar aplaudiendo al penúltimo lugar de la tabla. Sólo faltó que misteriosamente apareciera una rosa blanca en el escenario mientras un aire cálido los reconfortaba.
La mayoría de los aficionados -por no decir que la totalidad de ellos- buscan en el futbol dejar atrás aunque sea un momento los problemas laborales y personales que cargan durante la semana. Ir al estadio a gritar y cambiar su dinámica habitual les deja listos para regresar a su hábitat natural con renovados bríos, y si su equipo gana aún mejor. Ahora, además de chutarse los propios también deben cargar con los de los jugadores. Claro que los futbolistas también son personas de carne y hueso, y tienen tantos problemas como los demás, pero definitivamente la televisión no es el lugar indicado para exponerlos.
Los primeros pobladores de La Laguna debieron enfrentarse al desierto, a la sequía y además a las tribus salvajes que habitaban la región para poder establecerse. No dudo que hayan tenido momentos difíciles, pero sin duda con trabajo, empeño y constancia consiguieron hacer florecer a lo que hoy es una de las diez metrópolis de México.
Santos Laguna dejó atrás eso, la esencia del lagunero. Del lagunero que no se quiebra ante la adversidad, del que es perseverante, trabajador, entrón, entregado, un Guerrero, pues. Santos tiene años dejando cada vez más de ser ese equipo que la gente recuerda. En La Casa Del Dolor Ajeno no había espacio para las lágrimas.
En fin, el llanto y los discursos llenos de demagogia no servirán de nada si en la cancha siguen sin demostrar por qué "están llamados a ser santos".
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