Sé intenso
Creo en los jóvenes no como futuro si no como presente, creo en ellos y en ellas porque más me vale que sea de esa manera, porque de no ser así poco o nada nos queda en la vida.
Es esperanzador escuchar y constatar sobre lo mucho que están haciendo los estudiantes en diversos ámbitos de la academia, el deporte y la cultura. Me gusta oírlos hablar, ver sus gestos, sus movimientos, su frescura y sus ganas de vivir. He reparado de manera especial en el lenguaje que utilizan, hay frases y palabras que en sus bocas adquieren otro sentido, cada generación ha tenido las suyas y algunas hasta han trascendido, por ejemplo, el “¿qué onda?” o “¡que buena onda!”. Los anglicismos es lo de hoy, entre el outfit, el after, el cool, el mainstream, las food trucks, lo trendy, el target, transcurre la vida de los millennials. Las expresiones: “¿sí sabes cómo?”, “no manches”, “ni al caso” son usadas “mil veces” en las conversaciones. Hay una frase en particular en la que me quiero detener, la de “no seas intenso”.
Afirmo que somos lo que decimos, cada uno de nosotros puede descubrir quién es en función de las palabras que utiliza, de la construcción sintáctica que hace, de la narrativa empleada, del tipo de diálogo interno que preferimos.
¿Qué palabras hay en la mente de los jóvenes y qué tipo de constructo personal hacen a partir de su lenguaje? ¿Qué nos dice el “no seas intenso” o “bájale cinco rayitas a tu intensidad”? O el raro “no intensees”.
Creo que es necesario que definamos intensidad: grado de fuerza o de energía con que se manifiesta un fenómeno o se realiza una acción. Fuerza o vehemencia con que se manifiestan los sentimientos.
¿Hay alguna otra edad ideal que justifique, promueva y de salida a la intensidad? Creo que los jóvenes han de permitirse vivir con el aliento de la pasión, con el aprendizaje del ensayo-error y con la certeza de que lo que se vive en el presente es la materia prima con que se construye el futuro. No digo que nosotros los adultos no podamos ser intensos, pero los años y la experiencia nos llevan a matizar las emociones y mesurar nuestras entregas, no nos damos permiso de vivir con el arrebato de la juventud, nos pensamos mucho la vida, tal vez porque hemos experimentado las consecuencias.
Ser intenso, lejos de ser un defecto o un obstáculo, nos recuerda que estamos vivos, que podemos apasionarnos y entregarnos a un propósito. Ser intenso nos da oportunidad de llorar, reír, pensar, admirarnos, sorprendernos, conmovernos, indignarnos, pero con una fuerza especial, la fuerza del que se involucra con sus cinco sentidos y con la razón en el momento presente.
¿Cómo entender la trascendencia de los grandes activistas por la paz, como Gandhi, sin intensidad? ¿Cómo entender la aguerrida lucha de los ambientalistas sin intensidad? ¿Cómo entender los resultados deportivos de Neymar sin intensidad ¿Cómo entender la presencia de las oenegés y su diario bregar sin intensidad? ¿Cómo no descubrir en los apasionados versos de Sabines su intensidad? ¿Cómo entender la vida de Steve Jobs sin intensidad?
El reto no es vivir la vida bajándole las 'rayitas' a las emociones, el reto es que esa intensidad sirva para construir una mejor persona, una mejor sociedad, un mejor país.
Pongamos atención a lo que los jóvenes hablan y maticemos sus expresiones, alentémosles a que se involucren con todos sus sentidos en lo que tiene que ver con su superación, con el desarrollo de sus habilidades, con la solidaridad hacia sus semejantes, con el amor por su patria, con el crecimiento de su vida espiritual.
Nada a medias, todo con todo. Sé intenso, no importa la edad que tengas, porque la vida a medias no sabe, no huele, no se palpa, no se siente igual, y como vida sólo hay una no podemos darnos el lujo de desperdiciarla. Como dice una frase anónima: “El verdadero valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que se viven”.
Twitter: @mpamanes
