¿Cómo confiar en las acciones gubernamentales, cuando por todos lados brotan evidencias de simulación? Tomemos como ejemplo una de las últimas declaraciones del presidente Peña, esa que asegura que "la salud no puede ser privilegio de unos cuantos". ¿Nadie le ha informado lo que ocurre en las clínicas y hospitales del sector público? ¿No le han platicado que, de acuerdo con el último reporte del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, uno de cada 10 mexicanos sigue sin acceso a los servicios médicos? Por supuesto que sí; pero, como todas nuestras autoridades presentes, pasadas - y me temo que futuras - Peña está convencido de que bastan sus frases alegres para transformar la realidad.
Pero, el problema es todavía más complicado, cuando caemos en cuenta que las cifras, prácticamente todas, son susceptibles a la manipulación. Se anuncia, por ejemplo, que 220 mil estudiantes de Hidalgo recibieron su registro que les "garantiza" su derecho a la salud por parte del IMSS. Pero, ¿qué sucederá cuando alguno de ellos requiera atención y le otorguen una cita para dentro de tres o cuatro semanas; o le digan que no hay quirófano disponible hasta dentro de cinco meses? Eso no importa, la cifra que cuenta, la que se dirá en el Informe, será la de los 220 mil; porque es la que genera los votos.
En nuestro país las autoridades no contabilizan los fracasos, las ineficiencias ni las corruptelas. Sus cuentas siempre son las que suman, jamás las que restan. Construyen un mundo idílico, que luce muy bonito; pero que es artificial. Ojalá México fuera el de sus palabras; pero no, lamentablemente nuestro país sigue siendo el que se vive en el día a día. Por supuesto, hay quienes están en el lado positivo de las cifras; quienes pueden en verdad disfrutar de las bondades que ofrece la Nación. Otros en cambio, suelen estar relegados, sumidos en la imposibilidad de mejores condiciones de vida.
A nuestro país le urgen visiones más realistas del ocurrir. En ese sentido, tampoco los discursos del maniqueísmo opositor ayudan. Construir una simulación de la catástrofe es jugar al mismo juego que las autoridades. Y, lo que en verdad se requiere, es de una forma de hacer política madura que, desde cualquier lado de la mesa, como autoridad o como oposición, valore lo positivo y cuestione lo negativo. Pero, mientras la corrupción sólo se señale cuando son los del otro partido; mientras la ineficiencia sólo moleste cuando le pertenece a los demás, este país nuestro seguirá siendo el de las apariencias, en el que la política es cuestión de permanentes simulacros.