Sigmund Freud, considerado como el padre del psicoanálisis, decía con justificada razón que el hombre es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla. A más de un siglo de distancia me pregunto, ¿qué pensaría el doctor sobre los dichos y conducta, a últimas fechas errática, del presidente de México?
¿Sería acaso objeto de su estudio?, ¿paciente cautivo en el diván?, porque el psique ha definido la conducta humana desde el principio de los tiempos. Somos producto de nuestra propia circunstancia y consecuencia de las decisiones que elegimos tomar.
Enrique Peña Nieto gobierna atrapado en un galimatías; él solito se enreda en su laberinto y no quiere o no puede salir. A Peña, sin mucho amor por el lenguaje y ensuciando las palabras, lo complica y condenan las contradicciones discursivas, esa desconexión psicológica y anímica con la realidad que a diario viven los mexicanos.
Simplemente no parece existir congruencia entre los dichos y los hechos en lo que al Gobierno respecta y ello, claramente lo perciben los mexicanos.
Otro foro y de nuevo, una declaración -o retahíla de declaraciones- más bien desafortunadas. En primera instancia, como queriendo curarse en salud de la corrupción que afecta a la vida nacional a cualquier nivel y enloda a gobernadores emanados del PRI, el Ejecutivo se justifica diciendo que quien esté libre de culpa arroje la primera piedra. Luego, otro día y empeorando el asunto, asevera que la corrupción florece en todos los partidos.
Política y corrupción van de la mano, son simbióticos casi le ha faltado decir, condenándonos en lo colectivo y poniéndonos al mismo nivel a ciento veinte millones de ciudadanos. Craso error.
Eso sí, hay que aplaudirle a un presidente que va ir In crescendo en lo que a traspiés y graves errores de juicio semánticos se refiere.
Mucho ruido y pocas nueces, exceso de justificaciones y disculpas que en vez de hacerlo parecer humilde y sensible al humor social, son presagio y augurio de peores tiempos por venir. Estamos condenados, siempre seremos víctima de nuestro propio infortunio histórico y desgracias ancestrales, pretende inferir el presidente de México, como las acciones del Grupo Altacomulco se hubiesen mimetizado en el modus operandi colectivo.
Sí, nos equivocamos al invitar a Trump. Sí, nos equivocamos en esto, en esto y también en lo otro pero nos mueve el fervor y deseos de servir a la Patria. Le andamos echando muchísimas ganas. Menos mal…
"No creo que ningún presidente se haya levantado pensando, y perdón que lo diga, cómo joder a México, siempre está pensando en cómo hacer las cosas bien para México. Mi único propósito ha sido que a México le vaya bien.
Estoy seguro que los anteriores presidentes no han tenido otra misión más que ésa", aseveró el mandatario en el marco del foro "Impulsando a México".
Esclavo de sus palabras, el presidente de la República mató, con un solo traspié en su discurso, la añeja narrativa que nos invitaba a "Mover a México". Del "Mover a México" al "Joder a México" en cuatro años, pero lo grave es que no fue solo en un discurso, sino que en diferentes ámbitos terminó haciéndose realidad.
Qué bueno que no hay ganas de joder así, expresas, porque si las hubiera ya nos habría llevado el tren de corbata. Menos mal que todavía existen buenos deseos. Lo grave es que un país y su futuro no pueden ni deben estar basados en la improvisación y las ganas "de no joder".
Apostemos a un presidente menos esclavo de sus palabras y más dueño de lo que calla para los dos años siguientes. Quizá así a todos nos vaya mejor…
Nos leemos en Twitter y nos vemos por Periscope, sin lugar a dudas: @patoloquasto