SU SALUD BUCAL
CÓMO FUNCIONA EL CEREBRO EN UNA PERSONA ENAMORADA (Parte 2)
El amor produce una ola de estrés a lo largo del tiempo. En un principio se trata de una activación del eje hipotálamo-hipofisario-adrenal, el cerebro manda señales para que se produzca más adrenalina. El resto de hormonas y circuitos implicados también se modulan con el tiempo. Lo curioso es que este fenómeno es uno de los pocos en los que los acontecimientos cerebrales entre amor romántico y maternal no se solapan. Porque en el cerebro de una madre (posiblemente también en el padre, pero los estudios se han hecho especialmente en el primer caso, donde los cambios hormonales son más acusados) también tiene lugar una activación del área de recompensa y una subida de dopamina; igualmente, hay un aumento claro de oxitocina y vasopresina; e incluso también se produce una inhibición de la corteza prefrontal (la madre "suspende el juicio" cuando de su hijo se trata).
De hecho, tal correspondencia entre ambos tipos de amor ha llevado a pensar que el amor romántico ha evolucionado de un sistema más antiguo: el del amor de una madre por su hijo. Sin embargo, en este caso, no tiene lugar una reacción del hipotálamo, como la que se produce en las parejas. La ciencia no ha sido capaz de determinar aún si por naturaleza somos monógamos, polígamos o monógamos secuenciales, pero sí se saben algunas de las cosas que influyen en esta realidad. Al menos en ratones. Los roedores de campo son monógamos convencidos, profundamente fieles a su pareja.
Los de monte, por el contrario, son promiscuos consumados. ¿La explicación? Los primeros tienen muchos más receptores de oxitocina y vasopresina en las áreas de recompensa. De hecho, cuando en el laboratorio se bloquean estas hormonas, los ratones de campo que carecen de ellas se comportan como si fueran ratones de monte, sin ningún tipo de memoria ni predilección especial por ninguna de sus parejas. Los humanos no somos ratones. Es evidente que nuestra fidelidad depende de mucho más factores que en estos animales. Pero tampoco parecemos inmunes. Algunas variantes de los receptores de vasopresina, por ejemplo, se han asociado con una mayor o menor promiscuidad. Ni mucho menos la determinan, pero es un factor que puede llegar a terciar.
Como comenta Larry Young, algunas investigaciones han observado que cuando se les daba oxitocina intranasal a hombres que estaban en una relación, encontraban más atractivas a sus parejas que si se les daba placebo. "Pero únicamente sucedía con sus pares: la oxitocina no aumentaba su valoración de otras mujeres de atractivo similar, ni activaba sus áreas de recompensa como ocurría cuando veían a sus compañeras", aclara. En resumen, quizás piense que la ciencia todavía no sabe mucho del amor. Puede ser. Quizá esté convencido de que la razón no puede comprender a la pasión en toda su complejidad. Muchos científicos también lo creen. El propio Larry Young, sin ir más lejos, opina: "La ciencia será capaz de decirnos muchas cosas sobre la química y los mecanismos cerebrales implicados en el amor. Pero no nos hará entender su magia. Eso sólo se puede entender estando enamorado". Y añade: "Es posible que su esencia se entienda mejor desde la poesía, la música o el arte, pero la ciencia puede contribuir a comprender parte de su misterio". Porque lo que resulta obvio es que todo sentimiento tiene su correlato físico, y que en buena medida éste puede estudiarse. Hasta dónde alcanzará su explicación, eso nadie lo sabe.