Platero y tú
(Parte I)
Juan Ramón Jiménez en "Platero y yo"
(Cap. XXXIV, Asnografía).
No es un libro de quizás. Ni opcional. "Platero y yo" no acepta evasión. Lo sorprendente es que, incluso sin haber sido leído, a Platero no se le puede ignorar, ni desconocer. "Platero y yo" es la vida misma vuelta texto. Él, ella, nosotros, tú y yo somos Platero. Necesitamos de Platero. Alimentamos a Platero. Es el niño, el adulto y el anciano interno a la vez, condensados. Es lo que cada quien es, es lo que tú eres, pero, sobre todo, lo que aspiramos a ser. Platero es, como su nombre lo dicta, plata pura: duro, frío, maleable. Pero más allá, el borrico es bondad, sabiduría y paz. "Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco como de piedra", escribe Juan Ramón Jiménez. "Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo". Por más errores cometidos al pastar en la verdinegra oscuridad, Platero es y será blanco, casi transparente, como su fe.
Mi caso aquí, por si de algo sirviera. Siempre estuvo ese preciso "Platero y yo" (Fernández Editores, 27ava. edición, México, 1978) en mis espacios. Recuerdo su lugar en la parte inferior del librero del pasillo. Ese en donde me sentaba con todo y perro a buscar aventuras entre palabras. La portada de "Platero y yo" me la grabé a la primera, al igual que la desilusión, a mis diez años, al abrirlo. Me topé con un contenido que sentí lejano. Complicado. Rarísimo. "Almenadas", "montera", "jaras", "chamarices", "mullido", "brocal", "regato" y más palabras incomprensibles se combinaban con una austera impresión, vetusta y tristona. A pesar de ser un libro delgado, con algunas caritas del tierno Platero por ahí, no leí ni siquiera dos de sus muy brevísimos capítulos. Era un libro aburrido. Depresivo. Pero, curiosa e inconscientemente, jamás quise desprenderme de él. Hoy creo entender que no lo desterré porque hubiera sido como desentenderme del animal y su cautivante tristeza.
Pasó el tiempo y hace un par de años, con motivo del centenario de "Platero y yo", un tweet marcó la diferencia. Informaba sobre la creación de un recetario gourmet por dos chefs inspirados en los alimentos contenidos en "Platero y yo" (http://tendencias.vozpopuli.com/cultura/2921-esferificar-a-juan-ramon-jimenez-o-el-master-chef-de-platero).
La novedosa actividad de promoción a la lectura fue, en mí, dínamo. Me imaginé la edición, las ilustraciones, la calidad gráfica con sello hispano. La imagen del libro de cocina basado en aquel otro libro de mi infancia prendió la curiosidad. Quise saber a qué alimentos se referían ambos textos. Luego, vino el chispazo. Recordé que por ahí debería estar mi "Platero y yo". Corrí a buscarlo y tuve suerte.
Seguía igual de delgado, con su precio original de oferta ($22.50) aún adherido en la contraportada, bien conservado. Reencontré a mi Platero, aún cabizbajo, en colores sepia y crema. Lucía apesadumbrado, pero no menos bello como aquel día que lo vi por primera vez. Fueron 36 años de guardar un libro sin esperanza de ser abierto. Hasta aquella noche de cuento mágico en la que "Platero y yo" era la vida misma vuelta texto.
Con otros ojos, comencé a leer la pluma de Juan Ramón Jiménez, personificada en el poeta que relata su andar en Andalucía acompañado de su burro. A él, y con él, habla, canta, come, duerme, llora, pelea, grita, sueña, ama. Los dos son, en realidad, uno mismo: el poeta se encuentra en Platero; y Platero - él, ella, nosotros, tú y yo - a través del poeta:
* Platero simboliza el dolor y la amistad sanadora: "Platero está echando sangre por la boca. Tose y va despacio, más cada vez. Comprendo todo en un momento. Al pasar esta mañana por la fuente del Pinete, Platero estuvo bebiendo en ella. Y, aunque siempre bebe en lo más claro y con los dientes cerrados, sin duda una sanguijuela se le ha agarrado a la lengua o al cielo de la boca… Sí, allá adentro tiene, llena y negra, la sanguijuela. Con dos sarmientos hechos tijera se la arranco… Parece un costalillo de almagra o un pellejillo de vino tinto; y contra el sol, es como el moco de un pavo irritado por un paño rojo. Para que no saque sangre a ningún burro más, la corto sobre el arroyo, que un momento tiñe de la sangre de Platero la espumela de un breve torbellino" (pp. 42-43).
* Platero simboliza la muerte, la fidelidad, la trascendencia: "Vive tranquilo, Platero. Yo te enterraré al pie del pino grande y redondo del huerto de la Piña, que a ti tanto te gusta. Estarás al lado de la vida alegre y serena. Los niños jugarán y coserán las niñas en sus sillitas bajas a tu lado. Sabrás los versos que la soledad me traiga. Oirás cantar a las muchachas cuando lavan en el naranjal y el ruido de la noria será gozo y frescura de tu paz eterna. Y, todo el año, los jilgueros, los chamarices y los verdones te pondrán, en la salid perenne de la copa, un breve techo de música entre tu sueño tranquilo y el infinito cielo de azul constante de Moguer" (p. 36).
En la próxima entrega, más del borrico y su camino de símbolos.
Por: Renata Chapa