Último swing
"Si yo pudiera dejar un mensaje que resumiera lo que me gustaría ver en las generaciones de deportistas actuales y futuras es, por supuesto, el triunfo, pero como resultado de una vida trazada en tres ejes: dedicación, sacrificio y perseverancia”.
Juan Antonio Estrada
Supe de Jack Nicklaus gracias a mi padre. Durante mi niñez y juventud, fueron varias las ocasiones que coincidíamos frente al televisor, lugar que él aprovechaba para explicarme los porqués de la hipnótica forma de jugar golf de su famoso "Golden bear". Como yo no practicaba ese deporte, y menos aún conocía el nivel de dificultad que implicaba, me bastaba ver el brillo en los ojos de mi papá para concederle razón sobre las destrezas de Nicklaus. Desde entonces, cifré el nombre del golfista oriundo de Columbus, Ohio.
Los años pasaron. Despedí a mi padre junto con sus anécdotas e íconos golfísticos, desafortunadamente. Pero la vida es más benévola de lo que suponemos y se encarga de volvernos a sintonizar, aunque sea de forma momentánea, con lo que amamos a perpetuidad.
Cinco años atrás, llegó a mis manos un libro precioso, bellísimo por fuera y por dentro, pero más hermoso aún entre líneas. Esto no fue casualidad, ni tampoco que lo comenzara a leer en la hoja número diez. Era la pluma de Jack Nicklaus la que en esa cuartilla firmaba los siguientes párrafos: "Tuve la fortuna de conocer a Juan Antonio Estrada en 1959 durante el British Amateur Championship en el club de golf Royal Saint George's en Sandwich, Inglaterra. Juan era un poco mayor que yo por lo que no había tenido, hasta ese momento la oportunidad de verlo jugar. Sin embargo, sus victorias en México y su gran desempeño en la America's Cup, tres años antes, se comentaban a ambos lados del océano. Lo primero que me llamó la atención cuando nos conocimos en 1959, y lo que todavía recuerdo, es el swing de Juan: un movimiento muy suave, maravillosamente rítmico, que no era muy consistente, sino que llevaba la pelota muy lejos de la 'tee', especialmente para los estándares de hace cincuenta años. (…) Juan Antonio Estrada será recordado como un verdadero pionero del golf en México: alguien que a través de su juego y su personalidad gentil fue un maravilloso embajador de este deporte y de su país. Sin considerar el idioma, cuando se habla de golf en México, se habla de Juan Antonio Estrada. El talento supera todas las barreras del lenguaje y trasciende fronteras". Cerré el libro para revisar con otra mirada su título: Jugador contra el viento. Vida de Juan Antonio Estrada.
En el mismo texto, me enteré que fueron 64 los campeonatos individuales los conquistados por el señor Estrada, mejor conocido como "El Nene" o "El Campeonísimo", apodos que lo ubicaron con cariño y admiración en decenas de campos de golf a nivel nacional e internacional de 1953 a 1976. El autor del libro, Pablo Molinet, describe un triunfo tras otro en las seis ocasiones que jugó con el equipo México del World Amateur Championship; en las cuatro dentro de la Copa de la Hispanidad; en las ocho de la Copa de las Américas; y subraya que al ser el único golfista amateur que ha vencido a profesionales en México es considerado el Deportista del Siglo en su categoría.
Conforme fui avanzando en la lectura de "Jugador contra el viento", más coincidí con Molinet cuando afirmaba que "buscamos héroes a nuestro alrededor y desesperamos al no hallarlos. En tiempos de oscuridad buscamos una luz por todas partes; una luz que no aparece. Pero Juan se propuso encender y alimentar la luz de adentro, por eso brilla. Buscó al héroe en su interior y lo encontró: es él, él mismo".
Transcurrieron un par de semanas. Concluí el paseo por el resto de los capítulos de Jugador contra el viento, una mañana fresca y soleada de sábado. Distintos sentimientos se mezclaban al saber que ese mismo día, Juan Antonio Estrada, el que con su historia de vida había estremecido mis recuerdos, platicaría conmigo. Era el mes de marzo de 2011. Además, coincidiríamos no un campo de golf cualquiera, sino en el que su padre, don Alfonso Estrada, había fundado en su ciudad natal: el del Campestre Torreón.
Cuando llegó don Juan Antonio a la cita, daba la sensación que avanzaba ya no contra el viento, sino en tierna complicidad con él. Seguí su caminar pausado, sentí su fragilidad física y me reconforté de inmediato en su sonrisa. Un caudal de memorias personales brotó de inmediato. Como si el ir y venir del pasado al presente fuera un asunto así de familiar.
Don Juan Antonio me contó qué pasó por su mente cuando comenzó a sumar victorias desde muy chico. Yo quería saber de dónde surgía, según su voz interior, aquella especie de magia en los campos de golf: 'Se conjuntaron muchos factores: el amor por el deporte, mi vida familiar, pero, sobre todo, la dedicación porque es a través de ella como todos podemos contribuir de manera determinante a desarrollar las facultades natas que nos dio el Creador. En cierta forma, claro está, se nace con ellas, pero en parte también se desarrollan gracias a las ganas de lograr un objetivo".
Su familia también era una importante justificación del éxito golfístico de "El Campeonísimo" Estrada: "Mi papá, don Alfonso Estrada, comenzó a jugar en el Club Campestre Lagunero en Gómez Palacio, Durango. Cuando él jugaba con su foursome de amigos, yo iba un hoyo atrás viéndolos y escuchándolos. Mi papá tenía un carácter recio, recto y así se comportaba en los negocios, siempre estaba dedicado a ellos. Por medio del golf, me decía, siempre conocemos bien a la gente. Luego, mi amigo Raúl González me reforzó esta misma idea. En el golf no hay jueces; cada quien es su propio juez. El golfista sabe si mueve la pelota o si no se cuenta un golpe. Rectitud y justicia son puestas a prueba en el campo, el auténtico espejo de nuestras enseñanzas y aprendizajes de vida".
Don Juan Antonio respondía a mis preguntas, pero de manera intermitente cambiaba de canal para atender a quienes se acercaban a él a solicitarle un comentario, una firma, un abrazo. Y me llama la atención la manera en que, sin problema alguno, regresa a los puntos de la charla que dejábamos pendientes. "La concentración, desde mi perspectiva, fue determinante en mi desempeño como golfista amateur. Yo siempre fui bastante serio. Nunca me gustó distraerme de cualquier actividad que realizaba. Y cuando se trataba del golf, ni siquiera volteaba a ver a los demás".
Cuando llegó el momento de concluir la plática con el mejor jugador de golf amateur de México, gracias a las diligencias de Enrique Sada Sarraf, presidente en aquel entonces del Campestre Torreón, supe que sus palabras habían sido un entrañable "hole in one" en mi memoria y en mi corazón. A través de ellas, sentí cerca la presencia de mi padre y su práctica golfística.
El atardecer del pasado martes 5 de abril de 2016, abrazó fuerte a don Juan Antonio Estrada González para que él pudiera despedirse de sus últimos 18 hoyos vitales. La leyenda mexicana del golf amateur, a sus 79 años, dio su último swing. Sin embargo, el legado deportivo del lagunero y el reconocimiento a su calidad humana nunca concluirán. Permanecen, como su buena lid, siempre en el viento.
@RenataChapa
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