¿Y si me dejas leerte?
Los catastrofistas, en su implacable severidad, dan por muerta la práctica lectora en México. "Nada más por hacer", dicen convencidos. No tienen ánimo de mover siquiera un poco la creatividad. Meten en una misma bolsa a los enemistados a muerte con los libros, así como a los consumidores de ciertos contenidos escritos en las redes sociales y su dependencia a leer caudales de mensajes breves que no dejan de aparecer. Estos lectores digitales, bien valga aquí la repetición, leen, leen y leen. Desaforadamente, leen. Como nunca antes en la historia de las civilizaciones. Son lectoadictos, protagonistas de la enfermedad del Siglo XXI, llamada así por expertos en Estados Unidos dedicados a desintoxicar a padres e hijos de su dependencia a leer sin tregua en celulares y tabletas (http://edition.cnn.com/2016/05/03/health/teens-cell-phone-addiction-parents/index.html).
No es la frecuencia del ejercicio lector, sino los contenidos leídos los que desahucian la posibilidad de contar con más lectores, redactores y dialogadores críticos. Su cerebro practica a cada momento, y con harto gusto, la lectura exprés. Cómo no va a ser comprensible, entonces, que al invitarlos a trasladar sus ojos de las pantallas a las cuartillas rechacen la oferta.
Otra postura más conciliatoria ve y siente que no todo está perdido, aun teniendo las ruinas educativas encima. En nuestro país, por otros medios y con una actitud menos negativa, es posible diseñar relaciones tersas con la lectura. Lejos de satanizar o de asustarse con el fenómeno del enajenado lector virtual, son buscados los porqués que están detrás de la preferencia de tantos lectores digitales. A partir de ahí son generadas opciones viables. Y, sobre todo, divertidas. Emocionantes. Llamativas. Porque de lo que se trata aquí es de reconciliar, no de dividir más al lector con otros tipos de procesos de lectura y los más diversos contenidos.
Yo también leo con avidez las redes sociales. No soy nativa, pero sí inmigrante digital. Escribo y hablo con frecuencia sobre lo que encuentro útil en ellas. No pocas veces sus mensajes me llevan a reflexionar más que otros. Así me sucedió al revisar cierto día mi twitter. Ahí apareció una excelente opción que ha vuelto accesible la lectura para ciertos públicos y, por supuesto, para quienes están al frente de la actividad. Con base en lo revisado, partí de mis propios gustos y de las líneas de acción nacidas en Uruguay. Las rediseñé, entonces, a manera de un programa de intervención para encontrar cómplices lectores. Presenciales y virtuales. Nacionales e internacionales.
¿De cuál programa hablo? Se llama "Casa ajena": "Daniela Olivar, una de las impulsoras de la iniciativa, estudia la licenciatura en fotografía de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Según contó a El País, el trabajo a lo largo de la carrera la hizo sensibilizarse especialmente con el mundo de las imágenes e imaginarse cómo puede sentirse no poder percibirlas con la vista. Hasta que un día decidió crear un proyecto al que llamó 'Casa ajena'. 'Con el fin de promover la lectura en personas no videntes y con baja visión nace este proyecto llevado adelante por un grupo de personas encargadas de leer en forma domiciliaria un libro seleccionado previamente por la persona que quiera escucharlo' (https://proyectocasaajena.wordpress.com/).
La metodología, cuentan en el sitio, consiste en 'sesiones de una hora donde un integrante se acercará con el libro en mano para comenzar la lectura a domicilio'. Los temas que leen dependen del interés del lector. (…) En marzo apareció su primer oyente. Georgina Pizarro, otra de las impulsoras de la iniciativa, se contactó y se trataba de un hombre adulto ciego. Docente de yoga, estaba por demás interesado en que le pudieran leer libros vinculados a la disciplina. 'A Georgina le encantó porque es estudiante de medicina y siempre lee textos de facultad. Leerle a este señor la entusiasmó con los temas de yoga. Ha sido como un intercambio', comentó Olivar. Si bien ellas cuentan con libros para ofrecer al oyente, están abiertas a los textos que la persona proponga y desee o necesite escuchar, comentaron las creadoras del proyecto 'Casa ajena'. 'Al principio pensamos que fuera solo para personas con baja visión pero en el último tiempo vimos que no necesariamente tienen que ser personas... Más en la página 9