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SUBRAYADO

Renata Chapa

Cuatitud

(Parte II)

La "cuatitud" de Germán Dehesa aquí continúa.

En la pasada entrega, fue compartida la reseña del libro Diálogos con Germán Dehesa (Ed. La Gunilla, México, 2012), así como sus dos presentaciones en La Laguna (CERESO y Gandhi Torreón), a cargo de quien fuera compañera por 26 años de vida del maestro Dehesa, la cantante Adriana Landeros, y yo. El diálogo epistolar post mortem entre el escritor unamita y decenas de personajes decisivos en México pertenecientes a los más diversos ámbitos (político, deportivo, educativo, artístico, altruista, médico, familiar) fue concebido y limpiamente logrado por Adriana y el amigo familiar, Bruno Newman. Con el apoyo de Rosa Elvira Landazabal, la "Rosachiva", fiel asistente del también poeta y frenético lector, en Diálogos con Germán Dehesa fueron compiladas un total de 62 ediciones de la Gaceta del Ángel, columna que aparecía a diario en el periódico Reforma, con el mismo número de cartas de respuesta de parte de los mencionados.

Dejamos pendiente para hoy un diálogo: el de Germán Dehesa con Alberto Athié, ex sacerdote y enérgico activista a favor de las víctimas de la pederastia ejercida por representantes de la Iglesia Católica. Germán, Adriana, Carmen Aristegui, Javier Solórzano, entre otros, apoyaron de manera efectiva la pesada bandera de Alberto cuando aún era parte de la estructura clerical. Y lo continuaron respaldando ya fuera de ella con todo y contra todos. Cuatitud de alto calibre.

Con seguridad, entre Germán y Alberto muchas cartas fueron escritas de voz viva, con el puño apretado en la letra. Una muestra de su sensible dialogar es Teoría y práctica del abrazo. Con ese nombre, fue titulada la Gaceta del Ángel del 24 de diciembre de 1998. El mismo nombre llevó la correspondiente carta de respuesta de Alberto Athié. Ambos textos están incluidos en el libro Diálogos con Germán Dehesa.

Escribe Germán: "No quiero hablar de los irreales abrazos que se dan los políticos y los hombres de negocios. No quiero hablar de los protocolarios e insípidos abrazos de clavícula que dan tantas señoras mexicanas. Hoy es un día propicio para decir algo acerca del abrazo auténtico. Más allá de su obvia etimología, un abrazo no tiene que darse necesariamente con los brazos, aunque no está nada mal comenzar por ahí.

Otros modos de abrazo existen. No sé a ustedes, pero a mí (no con la frecuencia debida) me han abrazado con la mirada. Encuentro también que ciertos obsequios ('cariñitos' decían mis tías) son también formas de abrazar. De modo muy señalado, tengo que destacar el poder abrazador de las palabras y lo hago porque es mi materia cotidiana de trabajo y de amor.

Creo que el experto en esta materia es Jaime Sabines. Es casi imposible leer un poema suyo sin sentir un pleno y humanísimo abrazo. No estoy hablando de una materia que me sea fácil; a mi familia no le da mucho por los abrazos y mi padre, tan amado por otras tantas cosas, me dijo a los siete años la terrible tontería de que los hombres no se besaban, ni se abrazaban. Tuvo que morir él y tuve yo que sentir el peso enorme de tantos besos y tantos abrazos incumplidos, para entender que hombres y mujeres nada mejor podemos hacer en esta vida que besarnos y abrazarnos. (…) De esto bien sabe mi amigo Alberto Athié" (Fragmento).

Responde Alberto Athié: "Fue así como conocí a mi maestro de Introducción a la Literatura… de la vida. Nuestros primeros encuentros no fueron fáciles, como no lo fueron, de mi parte, con los otros maestros e incluso compañeros. Fueron más bien…desencuentros. Discusiones sobre la forma en que leía a Nietzsche - filosofar a martillazos -, a Sartre o a Camus. 'No se lee para discutir y menos para destruir los argumentos de otros. Se lee para aprender a escuchar y abrazar la vida a través de las palabras de otros'. 'No sabes leer', me dijo, retándome, 'aunque hayas dizque leído muchos libros. Si no sabes escuchar, no sabes leer'.

Un día, saliendo de clase, decidí compartirle mi dolor más profundo y le dije que mi padre había muerto y que antes de morir me había sugerido leer El Principito de Saint-Exupéry, y que yo le había dicho que no leía estupideces de niños bobos. Él me dijo muy enojado, casi iracundo y gesticulando: 'Pi, pi, pi, pinche Athié… ca… Eres un verdadero imbécil con todo el sentido de la palabra. El Principito fue escrito para que nunca perdamos lo más bello, lo más profundo que hay en cada ser humano: nuestro ser niños siempre, durante toda la vida. ¡Tú ya lo perdiste, imbécil! ¡Vete a leer El Principito, a ver si algo recuperas, y luego hablamos!'.

Esa noche, en mi cuarto, leí El Principito de corrido, sin parar. Mientras lo leía, gracias a Germán (Dehesa) volví a encontrarme con mi padre, con su consejo. Lloré toda la noche. Me di cuenta de que, efectivamente, no sólo había muerto mi padre, sino que yo había tratado de matarlo dentro de mí, de no saber más de él después de su muerte. También descubrí que había perdido la inocencia de los niños. Esa noche, gracias a las palabras abrazadoras de Germán y a través de El Principito, volví a abrazar a mi padre en mi interior y a caminar con él de una nueva forma y a tratar de reencontrar y abrazar mi infancia perdida. Esa noche Germán me había abrazado con sus palabras y con todo su ser, y así comenzó nuestra amistad, como un largo abrazo que continúa brillando más allá de las cenizas" (Fragmento).

Es una incomprensible circunstancia que no sea fácil dar con los libros del obstinado defensor de la lectura nacido en la Ciudad de México con sede satelital en Tlacotalpan, Veracruz. Conseguir Diálogos con Germán Dehesa implica, o tener suerte para encontrar los últimos ejemplares en Gandhi Torreón, o llamar a la editorial Océano (Teléfono: 55 9178 5100).

La pluma de Germán Dehesa, así como la de los 62 cuates y cuatas, sigue siendo tan necesaria, tan esperada, como la cuatidad en su condición más transparente y leal. De eso, él sí que tuvo la palabra. A ver qué pudiéramos aprenderle.

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