Hoy, en punto de las 7:00 p.m., con la imaginación bien servida, es posible un disfrute especial. Por qué no arrimarse un tequila, un whiskey, un cognac, una crema, un brandy, un ron, una ginebra, una cerveza y, con las alegres papilas gustativas como fieles cómplices, dar un muy agradable recorrido cantinero. El que más se antoje. A veces al sur o al norte, a veces en tal colonia conocida o en una nunca antes visitada; otras más a unas cuantas cuadras de la casa o quizá en la orilla de la orilla de la ciudad. Lugares con estrella pueden ser descubiertos o reeditados si es que existe la disposición, por supuesto, de ubicarlos y apreciar sus carismáticos secretos, pero en esta otra clase de modalidad sensorial: la del itinerario urbano libresco.
Aquí se trata de elevar el disfrute personal gracias a lo que es visto, tocado, olido, pesado, a través de lo leído. El recurso de estimulación sensorial del lector es el primoridal ingrediente. Hoy será presentado este otro tipo de libro. Alto, de pastas duras, impresión brillante, fotografía superlativa y descripciones escritas de inmediato antojo. Un libro para brindarse y comer con ganas.
Siendo así el escenario, quien diga que podrá visitar las páginas de "Cantinas. ¡Salud por las capitalinas!" (Ed. Ámbar Diseño, S.C., México, 2015) sin sentir una sola ebullición interna tendría que explicarse. Desde la portada, el cruce de copas está cantado.
Para tener rica idea de los placeres convocados en "Cantinas", son veinticinco las estaciones a donde nos convoca en la Ciudad de México: "Tío Pepe", "El Gallo de Oro", "La Ópera", "El Mirador de Chapultepec", "Casino Español", "Bar Mancera", "La India", "Salón Tenampa", "Salón Corona", "El Puerto de Veracruz", "Única de Guerrero", "El Bosque", "Covadonga", "La antigua de Colón", "El Sella", "El León de Oro", "Guadiana 19", "Montejo", "Nuevo León", "La No. 1", "El Gran León de Oro", "Cuchilleros", "La Bipo", "La No. 20" y "La Imperial".
Escriben sus editores en la página de bienvenida: "Cada cantina tiene una historia que contar; sus muros han sido testigos de muchos acontecimientos históricos y cotidianos y guardan grandes conversaciones sostenidas entre cualquier tipo de gente. (…) Si bien una va a las cantinas para disfrutar de una buena copa, es un hecho que también se come muy, muy bien, así que rescatamos algunas botanas y platillos que más las distinguen".
Cuando la misión es presentar libros como éste, nada simples de confeccionar, destinados a convencer tanto a los antojos lectores como a la práctica de la lectura misma, sus integrantes necesitan combinar talentos especiales. "Cantinas…" es un librazo gracias a su equipo de producción y, evidentemente, al llamativo oasis que representan cada una de las cantinas reseñadas.
Va un ejemplo: "Salón Tenampa". En ocho páginas a color, es recorrido uno de los espacios cantineros más emblemáticos de México, ubicado en la Plaza Garibaldi. Un poco de historia vale la pena compartir para entender dónde está parado el visitante del "Salón Tenampa": "Durante la época colonial, la Plazuela de Jardín, también llamada Plaza del Baratillo, era famosa por su tianguis de objetos usados y baratos. Se remodeló a principios de la década de los veinte, en el marco del centenario de la consumación de la Independencia y se renombró Plaza Garibaldi en honor al general maderista Giuseppe Garibaldi. En 1925, don Juan Ildebardo Hernández y su esposa, Amalia Díaz, originarios de Cocula, Jalisco, eligieron este punto para establecer una pequeña cantina que ofreciera lo mejor de su estado natal: birria, ponche de granada y arrayán, y, sobre todo, mariachis. Al son de la trompeta, el violín y la guitarra, el Mariachi Cocula y el Mariachi Reyes fueron los primeros en tocar en el Salón Tenampa, considerado el templo de la música vernácula" (p. 79).
Fotografías de las imágenes clásicas del Salón Tenampa afinan los ritmos mariacheros, de tríos, de conjuntos norteños, de grupos veracruzanos. En los muros aparecen pinturas de Pedro Infante, Javier Solís y de José Alfredo Jiménez. Su canción, "Mi Tenampa", aparece transcrita en mayúsculas, como himno sagrado del tan visitado lugar. Los clientes son advertidos del costo de las canciones en otro anuncio de letras blancas sobre negro: "Canción del mariachi, $120. Jarochos, $50". Motivos todos de fotografías que pueblan las cuartillas tenamperas.
Comparten los investigadores de "Cantinas…": "El origen del nombre proviene de la palabra en náhuatl 'tenampan', que significa 'lugar amurallado' o 'entre muros'. (…) Su gastronomía tiene los básicos platillos de la cocina mexicana, pero destaca el estilo Jalisco desde hace décadas: birria, carne en su jugo, tortas ahogadas, además de la parrillada especial, el pozole Tenampa y el muy recomendable ponche de Granada" (p. 80).
Así se las gasta "Cantinas, ¡salud por las capitalinas" en cada una de sus otras 24 demostraciones. Su selección referencial es tan suculenta como la de bebidas y alimentos. Cierra el libro con la presentación de las reglas de varios de los juegos típicos de cantina, "Póker de dados", "Mentirosa", "Chingona", "Dominó". Y no olvida el índice de recetas ni las recetas base, así como tampoco el rigor de los créditos a las fuentes consultadas que, por fortuna, incluyen las direcciones de las páginas de Internet de las cantinas visitadas, así como sus direcciones y teléfonos.
La experiencia de disfrutar en vivo la magia de una cantina es distinta a la que puede ser sentida al leer un libro que bella y creativamente las presenta. Ambas alternativas tienen ventajas que no pueden dejarse pasar. Sobre todo, porque pintan el día a día de un mejor humor. Son un alto personalísimo en el camino cotidiano. Saberlas combinar, jugar con las emociones, recrear sabores, olores, ritmos en medio de las interesantes historias de sus espacios y de sus personajes abre otra dimensión. Es ésta la otra gran lectura de la vida.
"Cantinas, ¡salud por las capitalinas", amerita un poético y bohemio talante para alzar la copa y, con todas sus letras, dedicarnos un delicioso "¡Salud!" en cada vuelta de página. Este libro, así como "Y retiemble en sus centros la tierra" de Gonzalo Celorio (Ed. Tusquets, México, 2008), novela corta completamente ambientada en varias de las 25 cantinas capitalinas ya citadas, serán reseñados por su servidora, acompañada del cantante Juan Gutiérrez con música de mariachi en vivo, en la librería Gandhi Torreón. Entrada libre.