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Subrayado

Renata Chapa

Si estás pensando que sufriendo estoy

Alberto Aguilera Valadez (1950-2016)

Cuando finaliza la carrera de alguno de los titanes de la composición, de la ejecución, de la interpretación, de la arreglística o de la producción musical, se le llora de las más distintas maneras. Por fuera, por dentro. En charlas, en sueños. Al criticarlo, al aplaudirlo. Con silencios, con sus melodías. Las memorias chispean al ritmo de esa música suya y nuestra. La que jamás será compartida en vivo. A pesar de que los legados audiovisuales quedan y dan cuenta de la magnánima herencia, cala despedir una presencia artística así de imponente, así de fructífera. Polémica y, sobre todo, conquistadora. Juan Gabriel era y es estudio de caso que convoca lo multidisciplinario.

En la medida del sufrir por el exponente perdido, también podría encontrarse el tamaño del agradecimiento de sus seguidores. No cualquier creación musical ingresa en la férrea memoria sentimental de los pueblos. Los creadores que ofrecen sus talentos al gusto popular saben los altos riesgos por venir. Uno de ellos, el de ser hundido apenas en el intento. Quedar aniquilado antes de recibir la luz del primer reflector. Sin embargo, la otra posibilidad es altamente tentadora: visualizan las oleadas de aceptación donde podrían expresar su acelerado motor vocacional. Ven posible su trascendencia como artistas y proceden con todo. Repásese aquí, por ejemplo, el caso del adiós de Pedro Infante para comprender lo que significa volver propiedades íntimas el ser y el estar de un artista. Sufrirlos en su despedida es darles las gracias por haber trazado varias partes de la línea de nuestra historia. Algunas de ellas, muy marcadas. Subrayadas. A pesar de que el admirador no conoce con familiar cercanía al cantante ni viceversa, el "fan" construye un vínculo empático, identatario, afectivo, confesional. De una lealtad indomable gracias a la música. El seguidor vuelca sus potencias emocionales al escuchar la primera detonación armónica. Su comunicación afectiva entra en ebullición. El timbre de voz de Juan Gabriel y la manera en que desplazaba su fortísima pasión musical en la ancha escala tonal que le regaló el Creador, fueron dos de los más característicos elementos de su penetración masiva.

Los tributos continúan para Juanga, apócope evidenciador del trato granjeado por el oriundo de Parácuaro, Michoacán, pero tatuado en Ciudad Juárez. Cada homenaje es catapultado por lo que significa la mera pronunciación del nombre-concepto, "Juan Gabriel". Los espacios mediáticos no soltaremos el tema y menos cuando ofrece numerosas perspectivas para el comento. Acidez y dulzura continuarán su desfile social porque la combinación de los dos sabores es Juan Gabriel. Otros personajes anexos al cantautor, cercanos y no, como fueron sus padres, son clave en la definición de su perfil. Otros actores, distantes y no, como continúan siendo sus opositores, no reducen el peso artístico de Alberto Aguilera Valadez, de Adán Luna. De Juan Gabriel. Por el contrario, el golpeteo de sus antagonistas potenció, con todo el morbo incluido, su trayectoria profesional. De ahí que el tema de la homosexualidad estuvo y esté siempre en sus mentes.

Dos asuntos del currículum casi oculto de Juan Gabriel ameritan una reflexión detenida y acción. Primero, la edición del libro "Querido Alberto" de la autoría del compositor y arreglista Eduardo Magallanes (Ed. Simon and Schuster, México, 1995). Este texto apareció acaso como una contrafuerza a aquel primer libro rojo sobre "El Divo de Juárez" que avanzó con ciclónica fuerza. Su título, "Juan Gabriel y yo". Fue escrito por Joaquín Muñoz Muñoz, ex manejador del artista, e impreso por el autor en 1985. ¿Cuál fue su hit? Escandalosas fotos de baja y alta definición a la vez porque revelaban la preferencia sexual de la estrella de los palenques, de "Siempre en Domingo", de los night shows, de las estaciones de radio. Ser gay era ominoso tema todavía para el México de los ochenta, en apariencia consecuente con el moderno pensar del Siglo XXI.

En "Querido Alberto", luce la pulcritud de lo escrito. Carlos Monsiváis estuvo a cargo de esa tarea. El orden de los temas en el índice es tan atrevido como la proyección escénica de Juanga. El libro arranca con una llamativa cronología de la también no menos osada presentación de Alberto Aguilera en el Palacio de Bellas Artes. Narra las intersecciones de clases sociales ocasionadas por el afán sobre todo del público femenino para asistir al tan criticado evento. Con fina pluma, el maestro Magallanes describe los rostros de los muchos hombres presentes aquella noche en el Palacio de Bellas Artes, pero negados a "dar de sí" durante las primeras canciones del espectáculo. Sin embargo, al operar el inconfundible poder hipnótico juangabrielesco, cuenta el autor, uno por uno fue cediendo al embrujo musical hasta terminar de pie, con bailes, cantos y gestos entregados a la veneración de "Querida", "Hasta que te conocí", "Costumbres", "Me nace del corazón", "Amor eterno", "Todo" y más. En realidad, muchas más.

En el penúltimo capítulo de "Querido Alberto", aparece el otro tema de considerable atención hoy por hoy al recordar a Juan Gabriel. Sería el más atinado reconocimiento a su legado musical. Casi nada ha sido tratado del asunto en los medios, pero en él existe una fuente valiosa de oportunidades para que los talentos musicales sean multiplicados en nuestro país. Se trata del albergue infantil y escuela de música SEMJASE, fundado por Alberto Aguilera en Ciudad Juárez, Chihuahua, en 1987, y actualmente fuera de operaciones.

Las leyendas urbanas alrededor del SEMJASE sí contribuyeron a generar dudas en cuanto a la efectividad del proyecto. No obstante, el argumento que más ha pesado para explicar su cierre fueron los fallidos manejos administrativos que ni Juan Gabriel, con toda su fortuna, consideró viables. Había perdido de nuevo la confianza en los otros. "Varias generaciones de niños de escasos recursos recibieron allí sus alimentos, cuidados, educación escolar y clases de música mediante el sistema de internado, a lo largo de 28 años. Esta casa hogar era considerada como un icono del agradecimiento y cariño del cantante hacia esta ciudad fronteriza que lo vio crecer. Ahora está desolada y sin nadie que responda por su cierre" (http://diario.mx/Local/2015-10-02_026b49ae/sin-recursos-cierran-albergue-y-escuela-de-juan-gabriel/).

Eduardo Magallanes describe en "Querido Alberto" el momento climático del concierto de Juan Gabriel en Bellas Artes. Describe la manera en que los niños y niñas del SEMJASE entraron a escena junto con su maestro de coro, y la manera en que el recinto cultural tronó en aplausos y vivas. Los chicos fueron en aquel momento una evidencia de lo que puede reconstruir la educación integral, con especial énfasis en la música. Aún no aparecían con tanta fuerza movimientos formativos similares, como es el caso de las Orquestas Esperanza Azteca. Juan Gabriel había dado el primer paso, como artista consagrado, para heredar educación de frente a las vulnerabilidades de su comunidad.

Juan Gabriel no es figura que se pueda despedir así como así. Tal como su estilo lo marca, el espectáculo con él siempre continuará. Sorprender es y será siempre su rúbrica.

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