Dentaduras postizas, mascadas, diarios, acetatos de 78, 45 y 33 revoluciones. Ropones, floreros, trofeos, enaguas. Pelucas, Biblias, prótesis, ánforas. Proyectores, vajillas, brassieres, refacciones automotrices. Medallones, tinteros, abanicos, espuelas. Litografías, aparatos para la sordera, correas y collares para perros. Cartillas de vacunación, cojines, urnas funerarias, recetarios. Cafeteras, vestidos de noche, rizos de cabello de bebé, fajas ortopédicas. Cobertores bordados, pañales de tela, maquillajes, cajas musicales. Jeringas de cristal y de plástico, actas de nacimiento, escapularios, teteras. Cajas vigentes y caducadas de medicinas, costureros, arras matrimoniales, ropa interior térmica. Plumas fuente, radiografías, manteletas, medias de popotillo. Recortes de periódico, trusas, llaves, boletas de calificaciones. La lista es eterna.
Carmen ha encontrado este arsenal de biografías a través de muy diversos objetos. Lleva 24 años entretejiendo historias: "Cada vez que me llevan una bolsa, una caja o un cofre, yo siento la misma emoción. Me veo como niña otra vez, como cuando recibía un regalo sin motivo y me apuraba a abrirlo. Siempre tengo ilusión de encontrarme con sorpresas en los contenedores. Y para mi buena suerte, la mayoría de las veces sí le atino".
Carmelita es abuela y, a la vez, atiende a abuelos. De lunes a viernes, consagra la mayor parte de sus mañanas a una práctica que podría ser novelada con sello de garantía. En el fondo de un asilo de ancianos, ubica su guarida. Trabaja a solas en un búnker envidiable. Pasa horas en esta especie de jardín trasero fabuloso, dentro de cuatro paredes. Es una habitación donde todo reverdece; incluso, ella. Ahí es donde sus manos bienvienen y despiden las pertenencias de centenares de personas. A veces, los mismos donadores son quienes se presentan a entregar lo que hasta ese momento fuera suyo. En otras ocasiones, son los familiares o amigos de personas fallecidas los que consideran correcto entregar al asilo lo que saben será destinado al bazar o para uso de la misma comunidad de adultos mayores.
El anecdotario de Carmelita, al igual que las donaciones bajo su custodia, no tiene fin. Al azar, ella pesca dos historias de sus registros memorables y las platica como si le hubieran sucedido ayer: "Cierto día llegó al asilo un joven alto, guapo, vestido de traje. Me llamaron para que recibiera su donación. Corrí a la recepción para atenderlo y vi que sólo traía una caja de cartón mediana, de color ámbar añejo, bien cerrada con cintas adhesivas. Nos sentamos un momento a platicar. Me dijo que él vivía en Estados Unidos y que su única hermana radicaba en España. Su padre había fallecido tiempo atrás; y su mamá, hacía apenas unos cuantos días. Ella había guardado esa caja durante decenas de años, mismos que aprovechó para recordarles una y otra vez a sus dos hijos que el contenido iba a ser para ambos cuando ella muriera. Nunca les reveló qué había dentro. Tampoco ellos quisieron saber. Ni uno ni otro, según dijeron, podían llevarse su contenido a sus respectivas casas. Respeté la decisión del joven, no le comenté nada más y tomé agradecida la donación. El muchacho salió del asilo liberado, digamos. ¿Te imaginas lo que significó para mí ese momento? ¿Cómo te puedo explicar lo que siento al ser yo quien tenga que conocer esos relatos íntimos familiares? Me fui con la caja a mi área de trabajo.
Con cuidado, poco a poco la abrí y el enigma quedó atrás. Ante mí aparecieron unas piezas brillantes de cristal cortado, figuras relumbrantes de porcelana artística de Lladró, exquisiteces de miniaturas decorativas antiguas. Todas cuidadosa y amorosamente envueltas. ¿Cuál era el nombre del donador, de su mamá, algún apellido, un dato de referencia? Nada. Ningún rastro. Esa caja representó, en pesos y centavos, la posibilidad de adquirir medicamentos, pañales, alimentos para los abuelitos asilados por un periodo considerable. Ni cómo darle de nuevo las gracias. Lo recaudado me estremeció mucho, pero aún más la historia 'no contada' de aquellos hijos, de su mamá recién despedida y de su caja de cartón".
Otra de las vivencias que Carmelita comparte tiene que ver con donaciones que le duele destruir: "Nos llegan álbumes y sobres llenos de fotografías. A colores, en blanco y negro. Chicas, grandes. He visto de todo. Lo que se puede relatar y lo que no. Conocidos y desconocidos. Paisajes, cumpleaños, retratos de estudio, bodas, fotos casuales, inauguraciones, bautizos, shows, graduaciones y… más. Unas en perfecto estado y otras rotas, quemadas, rayadas. Algunas con dedicatorias y pues éste, por supuesto, es un tema aparte. Da mucho por contar. Sin embargo, foto por foto, todas, las tengo que desechar. Me duele tanto hacerlo. Cuando las parto en pedazos, siento que también esos momentos quedan borrados. Perdidos para siempre. Sentimientos y tiempos que tuvieron relevancia, que significaron algo importante para quien los conservó. ¿Su destino? La basura. Tristísima realidad".
Quizá no lo expresa así, pero desde hace casi un cuarto de siglo, Carmen encontró la cadenita. Una formada por eslabones de sentimientos, texturas, comentarios, cronologías, sonidos, costumbres, valores, geografías, épocas, humores por medio de los objetos recibidos en donación. Cada uno es parte de la misma cadena de vida donde todos, de alguna u otra manera, nos conozcamos o no, logramos interseccionarnos. Carmen ha sabido cuidar la cadenita. Es el vínculo que la mantiene contenta, firme, puntual, en su labor de voluntaria. Ella, al igual que las otras mujeres de corazón valiente, con un voluntariado de hasta cuarenta años de antigüedad, son ejemplo encadenado de amor al prójimo.
Esta columna hoy va dedicada a las voluntarias de la Casa del Anciano Samuel Silva, A.C., en Torreón, Coahuila. Ellas, de la mano de la congregación de religiosas y el patronato encabezado por don Enrique Sada Díaz de León, celebran su "Bazar de bazares" este fin de semana. Será un gusto poderlas acompañar en un concierto clásico y de lectura en atril hoy sábado 12 de noviembre en punto de las 5:00 p.m. en la capilla de la Casa del Anciano. El boleto de entrada se entrega al comprar un artículo del bazar. Participaremos Ismael Estenave (concertino), Mauricio Ocampo (violín segundo) y Meng Wei Su (violista), músicos pertenecientes a la Camerata de Coahuila, así como a diferentes instituciones educativas. La mezzosoprano Arely Rodríguez compartirá su canto al igual que Roberto Díaz (Orquesta de Beto Díaz), Julio Luna y su servidora, la lectura en atril.
@RenataChapa
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