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Tajamar y la violencia cultural

DAVID PÉREZ

Más de 50 hectáreas de un manglar fueron devastadas en la madrugada del sábado 16 de enero de 2016. Las acciones se realizaron en un marco legal que permite construir allí un complejo turístico, comercial, financiero y residencial. ¿El ecocidio en el Tajamar se relaciona y justifica como parte del escenario violento mexicano, compuesto por fosas comunes, desaparición forzada, asesinato de periodistas?

Como una aproximación a la respuesta consideremos la propuesta de violencia cultural de Johan Galtung, en que la define como los aspectos del ámbito simbólico de un grupo de personas que puede utilizarse para justificar o legitimar violencia directa o estructural.

La importancia de un ejercicio como este radica en que la construcción de paz en una sociedad pasa por el análisis de los tipos concretos de violencia que hay en ella. Tomamos conciencia de que este hecho es un acto violento y conflictivo, gracias a la asociación "Salvemos el Manglar Tajamar".

El manglar Tajamar es el elemento en disputa de dos actores, por lo menos: el sector civil que percibe este recurso como valioso; y por otro lado los sectores empresarial y gubernamental, que consideran este recurso como una sórdida ganancia comercial y turísticas sin considerar el impacto ambiental y los posibles desastres a los que se expone la población en caso de huracanes, como consecuencia de la devastación, lo que se traduce como una forma de violencia y abuso de poder en su sentido más amplio.

La organización civil que defiende el manglar, reconoce en él un ecosistema necesario en sí mismo, y para garantizar la vida a su alrededor, incluida la vida humana, como elemental factor de sobrevivencia. Quienes promovieron y permitieron la devastación de ese ecosistema lo consideran como un elemento conquistable, periférico, completamente subordinado al beneficio económico del ser humano, mostrando un completo desconocimiento de lo que es el equilibrio ambiental.

En el caso de la devastación del Tajamar, la violencia directa ejercida contra la naturaleza y el bienestar de la población es evidente. Para la lectura estructural del ecocidio se puede el informe presentado en 2011 por el Instituto Mexicano de la Competitividad, en el que señala que la contaminación el aire está asociada con 5 de las 10 principales causas de muerte en México. En el mismo informe se señala que exceder los niveles de contaminación sugeridos por la OMS provoca daños considerables en la salud, y esto limita la competitividad de las ciudades, precisamente por su daño al medio ambiente.

El desarrollo financiero, justificado por un sustrato cultural, en el cual todo se subordina al beneficio económico de un grupo reducido de seres humanos, potencializa la violencia descarnada y directa contra la naturaleza, y contra la mayoría de la población principalmente, los grupos más pobres y vulnerables; el hecho de que estas victimas indirectas estén al margen de las ganancias económicas, nos permite hacer una distinción fáctica de la especie humana: los que deciden para beneficio propio y los que pagan las consecuencias. esto es lo que sucede en el caso del Tajamar.

Las acciones emprendidas por la asociación "Salvemos el Manglar Tajamar", tienen un impacto que trasciende a la suspensión definitiva para que no continuara la devastación ecológica, ya que en una sociedad donde crece la cultura de la impotencia, la desesperanza y la frustración a causa de no encontrar caminos institucionales para enfrentar los conflictos que le aquejan; lo alcanzado hasta ahora por un sector articulado, puede tener un impacto positivo en la representación común de la asociación social, de manera tal que motive a otros a seguir ese camino.

El ecocidio del Tajamar representa un acto de violencia directa contra la vida, que trasciende la perspectiva del equilibrio ecológico; porque pone de manifiesto la forma de operar de un entramado social entre niveles de gobierno y sectores empresariales, que movidos por fines comerciales no se detienen para amenazar la vida, lo que contribuye significativamente al imaginario cultural violento, como uno de los factores predominantes a la violencia estructural que se ha recrudecido el inicio del siglo XXI para los de los mexicanos.

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Escrito en: David Pérez

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