Gran polémica ha desatado la construcción de un teleférico en Torreón, medio de transporte que conectará al conjunto arquitectónico-religioso del Cerro de las Noas con el centro de la ciudad, específicamente la terminal instalada en las afueras del Hotel Río Nazas, alterando isóptica y vialidad de la avenida Morelos.
El Colegio de Arquitectos se ha manifestado en diferentes ocasiones en contra del unilateralismo de las autoridades municipales, que han decidido contra viento y marea hacer la obra, aún cuando haya manifestaciones de inconformidad, no por el teleférico en sí, sino por la asincronía de la obra para reactivar al centro comercial de la ciudad.
Desde luego que a todos conviene que la ciudad rescate su parte histórica; sin embargo, hacerlo sin consensuar la opinión de los ciudadanos y sus representantes, advierte un estilo dictatorial del alcalde Riquelme, que preocupa, máxime al saberse -por los medios de comunicación- su posible candidatura a la gubernatura del Estado.
Escapa a mis posibilidades definir y evaluar las particularidades técnicas de la obra, sin embargo, me llama la atención el diferentísimo estilo arquitectónico y algunas cuestiones consideradas de sentido común, que no quedan suficientemente aclaradas.
Por lo anterior, me puse a investigar, encontrando respuestas técnicas y de antecedentes mundiales de obras similares, sorprendiéndome algunas de ellas, que comparto con usted.
Me explicaron que los sistemas suspendidos de transportación -teleféricos- más comunes, son los que facilitan la unión de dos puntos ante accidentes geográficos difíciles de salvar y aquellos que permiten el desplazamiento de pasajeros ante pendientes muy pronunciadas.
Los primeros son comunes en zonas urbanas de alto tráfico, los segundos en los sitios de esquí sobre nieve y deportes alpinos.
Por su uso pueden ser clasificados como: utilitarios, escénicos y recreativos, y de ahí se desprende mi primera duda: Torreón no cubre ninguno de los tres fines. Como transporte no es necesario; la panorámica que ofrecerá será de una de las zonas más deterioradas, con azoteas de barriadas muy descuidadas y por su costo-beneficio no es catalogado como prioritario.
Para comprender mejor lo anterior, me ofrecieron ejemplos de otros teleféricos, con fines claramente definidos, que están en servicio en otras ciudades del mundo, caso del instalado en la capital de Zacatecas, a todas luces con alta afluencia turística; o el Roosevelt Island, de Nueva York, que además cubre una necesidad de transporte de frecuentes entre dos puntos.
Ni que mencionar los Alpinos y otros en montañas con nieve, que son el único medio de transporte de deportistas y turistas.
Aunque La Laguna cuenta con turismo, éste es de negocios, muy esporádicamente religioso o de visitantes, que en fines de semana regresan a sus casas con sus familias. Por cortesía, llegan a visitar los pocos espacios turísticos de las ciudades.
Debo agregar al Turismo deportivo, por temporadas, cuando hay partidos interesantes de futbol profesional. Por cierto, las instalaciones de hotelería, llegan a ser rebasadas por insuficientes.
Al analizar la relación del costo-beneficio de la inversión, aparecen otras interrogantes no atendidas, entre las que se pueden mencionar que: se trata de una obra para el turismo que no existe ni existirá; quedará instalada -definitivamente- en un escenario que desfavorece su construcción por simple cuestión de complemento panorámico y que mostrará una pésima imagen distinta a lo que es la ciudad de Torreón; sin la infraestructura urbana necesaria y presente en otros casos, con el riesgo de subutilización muy grande; se lleva a efecto con la oposición de expertos en el tema y representantes de la sociedad civil, caso del CLIP; habiendo otras necesidades imperiosas del centro comercial, caso de la repavimentación, sistema de agua, drenaje, remodelación, seguridad, vialidad y otras que no se atienden por falta de dinero.
Lo anterior denuncia la falta de planeación y orden en la atención del problema multifactorial.
Con tales antecedentes, se presentan al teleférico como una amenaza de llegar a transformarse en un elefante blanco, de alto costo en su sostenimiento, pago de personal para su administración, operación y mantenimiento en adecuadas funciones.
Todo lo anterior se presenta en una administración que vive la crisis económica mundial, nacional y regional, por las razones que usted ya conoce, extrañando sobremanera la obstinación en su construcción, que de hecho ya ha recibido el banderazo de arranque.
Como ciudadano común y corriente me genera desconcierto la imposición del teleférico de Torreón, que de haberse propuesto en otros tiempos, condiciones económicas y de orden de atención para la reactivación del centro de la ciudad, se vería como algo altamente positivo.
Esperemos den a los expertos de la ciudad la oportunidad de participar en la evaluación del proyecto y que, de paso, se acabe con el sospechocismo que ya ha envuelto a la obra.
Por lo pronto, quedo al pendiente, esperando comprender ¿por qué empecinarse con tal obra?
ydarwich@ual.mx