Toque feminista en Cervantes
Miguel de Cervantes Saavedra, creador del Quijote, murió un 23 de abril -igual que Shakespeare- por eso la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) instituyó esa fecha como Día Internacional del Libro. El significado es obvio: mérito para quien ha creado una gran obra humanística.
Pero Cervantes no escribió solamente la genial novela de don Quijote. Es autor de otros libros aunque el más reconocido es el que tiene como protagonista al Caballero de la Triste Figura. Entre los otros destacan las Novelas ejemplares y los Entremeses (estos últimos los comentamos aquí al principio del año).
Su libro Novelas ejemplares reúne doce narraciones cortas, algunas serias; otras humorísticas. Lleva ese nombre, dice Cervantes en el prólogo, porque “si bien lo miras, no hay ninguna de quien no se pueda sacar un ejemplo provechoso”. Sin embargo, las escribió para recreación. Compara su lectura con otros esparcimientos: “para este efecto se plantan las alamedas, se buscan las fuentes, se allanan las cuestas y se cultivan con curiosidad los jardines”.
De ese modo, el volumen de Novelas ejemplares ilustra y divierte, solaza y enseña. He abierto el libro al azar en busca de algún pasaje que me sirva para ejemplificar ese equilibrio de enseñanza y esparcimiento y encontré uno de tema que pudiera calificarse de feminista.
Vale advertir que en la primera parte del Quijote se encuentra uno de tono similar. Es aquel en donde la pastora Marcela discurre hermosamente en defensa de la autonomía femenina tras ser culpada de la muerte por amor de Grisóstomo, quien estaba enamorado de ella y por ese hecho la creía obligada a corresponderle.
De vuelta en las Novelas ejemplares vayamos al pasaje referido. Aparece en la novela La gitanilla, cuya protagonista llamada Preciosa es pretendida por un rico que no es gitano. Los hombres de la tribu están de acuerdo en que se la lleve y ante eso ella expone razones y condiciones:
“Estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo; pero no mi alma, que es libre y nació libre, y ha de ser libre en tanto yo quisiere […] que yo no me rijo por la bárbara e insolente licencia que estos mis parientes se han tomado de dejar las mujeres, o castigarlas, cuando se les antoja […]”
Páginas antes, Preciosa ha defendido su derecho a conservar su virginidad ante lo incierto de las promesas: “Una sola joya tengo, que la estimo en más que a la vida, que es mi entereza y virginidad, y no la tengo de vender a precio de promesas ni dádivas, porque en fin será vendida; y si puede ser comprada, será de muy poca estima: ni me la han de llevar trazas ni embelecos; antes pienso irme con ella a la sepultura, y quizá al cielo, que ponerla en peligro que quimeras y fantasías soñadas la embistan o manoseen.”
La privación aumenta la tentación. En otra de las novelas, La fuerza de la sangre, Rodolfo viola a Leocadia. Cuando lo va a intentar por segunda vez ella lo increpa: “Haz cuenta, traidor y desalmado hombre, quienquiera que seas, que los despojos que de mi has llevado son los que pudiste tomar de un tronco o de una columna sin sentido, cuyo vencimiento y triunfo ha de redundar en tu infamia y menosprecio; pero el que ahora pretendes no le has de alcanzar sino con mi muerte.”
Otra violación ocurre en La ilustre fregona, donde el temor al deshonor dispone la pasividad femenina. Al lanzarse a su felonía el violador le advierte a su víctima: “Vuesa merced, señora mía, no grite, que las voces que diere serán pregoneras de su deshonra […]”
Vilezas y virtudes del ser humano son tratadas con magistral ingenio por Cervantes no sólo en el Quijote, sino en las Novelas ejemplares y en sus otros libros. La conmemoración del cuarto centenario de su muerte es una oportunidad para reconocerlo.
Correo-e: rocas_1419@hotmail.com