El arranque de las obras de lo que será el sistema de transporte metropolitano es, sin duda, una buena noticia. Las dimensiones de una ciudad como Torreón y su área conurbada, con cerca ya de 1.3 millones de habitantes, exigen un esquema de movilidad colectivo mucho más eficiente y amigable con el medio ambiente que el que se tiene en estos momentos. Los organismos internacionales que miden la competitividad y calidad de vida de las urbes coinciden en que para mejorar ambos indicadores es requisito contar con una red funcional e integral de transporte público que permita a los ciudadanos sin auto poder moverse de manera más segura, cómoda y rápida y, ¿por qué no?, desincentivar el uso del vehículo automotor particular, cuya proliferación excesiva es causante de congestiones vial, estrés citadino y contaminación ambiental y auditiva.
Los municipios de Torreón y Matamoros, respaldados por los gobiernos de la República y del Estado de Coahuila, pusieron en marcha la semana pasada las obras del llamado Metrobús, el cual consiste, a grandes rasgos, en la creación de una ruta troncal por la carretera Torreón-Matamoros, el bulevar Revolución y el par vial Múzquiz-Ramos Arizpe, por la cual circulen los poco más de 100 autobuses del sistema que transportarán a los ciudadanos de ambos municipios llevados a ese eje a través de las rutas alimentadoras. El proyecto, que tendrá un costo de 1,500 millones de pesos, implica un reorganización del transporte colectivo de las dos ciudades, ya que todas las líneas que hoy congestionan el bulevar Revolución serán sacadas del ahí para adquirir nuevas funciones y rutas, y de tener suerte, en su cambio por vehículos menos obsoletos.
No obstante las bondades del proyecto, existen algunos factores que ponen el riesgo el cumplimiento de los objetivos y las expectativas a cabalidad. En primer lugar está la falta de coordinación entre los gobiernos de Coahuila y Durango, ya que éste último ha optado, como en muchos otros temas, seguir sus propios caminos y tiempos en vez de sumarse a un proyecto único, por lo que La Laguna de Durango seguirá padeciendo los problemas de un modelo vetuso e ineficiente, lo cual afectará a los habitantes de La Laguna que tienen que cruzar el río Nazas por cualquier motivo. Por otra parte, no ha quedado bien definido el alcance del proyecto de este lado del límite estatal y si la tarifa a pagar por el usuarios será integral, como en los sistemas de primer mundo, en donde por un sólo boleto se pueden hacer los viajes que sean necesarios en el día.
Otro factor a resolver tiene que ver con la creación de una sociedad empresarial en la que participen los actuales y nuevos concesionarios del transporte urbano colectivo para administrar la ruta troncal. El reto de este esquema novedoso estará en que los involucrados no sean movidos exclusivamente por su interés particular y que dejen espacio para la negociación pensando también en el bien público dada la naturaleza del servicio que ofrecen. Por último, ya en el largo plazo, queda la duda de cómo se integrarán las poblaciones del resto de la comarca, como Francisco I. Madero y San Pedro, en donde el transporte suburbano sigue siendo caro y poco eficiente. Todas las zonas metropolitanas del mundo que han tenido éxito en incrementar la calidad de vida de sus habitantes han contemplado un sistema de movilidad regional que permita disminuir las desventajas de las comunidades suburbanas frente a las de las grandes ciudades. Por todo lo anterior, es muy importante que la ciudadanía esté atenta al desarrollo de este ambicioso proyecto para exigir que los objetivos se cumplan y los gobiernos hagan la tarea.