Siglo Nuevo

Tras la ruptura

El momento de sanar heridas añejas

Foto: Archivo Siglo Nuevo

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Marimar Centeno

Es posible que todos, o casi todos, recordemos la primera vez que nos rompieron el corazón, cerrar los ojos por un momento y evocar ese recuerdo en que nos dijeron: “No, lo intenté pero el amor se siente o no se siente, tengo que irme y no puedes ir conmigo”. O simplemente: “Creo que amo a alguien más”. ¿Por qué duele tanto? Y, ¿cómo se supera ese dolor?

Cuando nos cuesta aceptar que una relación se termina, adentro de nosotros los mecanismos de defensa empiezan a activarse como si fueran lo más cercano a algún súper poder para no permitir que nos llenemos de angustia; comenzamos a negar, pensando que lo que estamos escuchando no es verdad, podemos llegar a asegurar que la otra persona no sabe lo que dice porque está confundida, lo que sea con tal de postergar lo inevitable, el dolor desgarrador de la separación, resulta aterrador pensar que podemos morir en la conciencia del otro, que somos sustituibles y nos van a cambiar por alguien más, cuando nos damos cuenta de eso, nuestro ego empieza a sangrar.

El llanto no se hace esperar más, podemos llegar a hacer cualquier serie de promesas para evitar sentir que nos abandonan, es momento en que la fantasía aparece y comenzamos a imaginar que en algún momento esa persona cambiará de opinión y regresará, recurrir a esas ideas nos ayuda momentáneamente a sentir un poco de paz, “siempre regresan” o “alguien mejor vendrá” son frases comunes que nuestra gente cercana nos dice tratando de consolar nuestro corazón herido pero…

¿EXTRAÑA EL CORAZÓ O LA MENTE?

Es muy probable que las personas que siempre se preguntan “¿Por qué a mí?”, “¿Por qué siempre que quiero a alguien se va?”, o “¿Cómo me pudo cambiar por alguien más?”, tengan una herida emocional de abandono o rechazo desde su más temprana infancia, de modo que las personas que llegan y despiertan una herida profunda en realidad vienen a mostrarles lo que aún no ha sido sanado.

Y no podía vivir sin él… ¡Con qué dolor se entenebreció mi corazón! Cuanto miraba era muerte para mí… y cuanto había comunicado con él, se me volvía sin él crudelísimo suplicio… Y llegué a odiar todas las cosas, porque no le tenían… Me había hecho a mí mismo un gran lío y preguntaba a mi alma por qué estaba triste y me conturbaba tanto y no sabía qué responderme… (San Agustín, Confesiones, libro IV, cap. 4).

Sentir que no podemos con la sola idea de seguir adelante sin la persona que se va, es un indicador de que probablemente habíamos integrado nuestra personalidad en relación a objetos externos, es decir, nuestro valor y bienestar emocional lo basamos en la dependencia a la presencia de alguien más, lo que debemos hacer al darnos cuenta de eso es tomar conciencia de los vacíos o faltas que andamos cargando y hacernos responsables de trabajar para sanar, cuando somos adultos somos los responsables de nuestro bienestar emocional, no podemos depositar en alguien la responsabilidad de nuestra felicidad, mucho menos exigirle su presencia para nuestro bienestar, es común que culpemos a la persona que se va por nuestro malestar emocional. Es difícil llegar a comprender que la forma en que aprendimos a relacionarnos no era la más conveniente, esa idea puede generar un sentimiento de culpa porque si pretendemos cambiar algo en nuestro comportamiento hay un sentimiento oculto de traición al sistema familiar, a lo que nos enseñaron.

SANAR LA HERIDA

Si algo debe morir son las ideas y creencias falsas con las que habíamos vivido hasta ese momento, si pensamos con claridad y apegados a la realidad, nos daremos cuenta de que la vida jamás se detendrá por la ausencia de alguien. Es normal pasar por un desequilibrio interior en donde debemos ser tolerantes con lo que estamos sintiendo, resistirnos a sentir dolor o enojo solamente postergará el cierre de ese ciclo en nuestra vida.

Algunas personas se esfuerzan por sentirse bien inmediatamente después de la ruptura, tratan de mantenerse ocupados en el trabajo o alguna actividad social, empiezan a salir con sus amistades para no tener tiempo de contactar con las emociones más profundas, sin embargo, en algún momento será inevitable que todo lo que han estado reprimiendo se manifieste a través de síntomas físicos, los más recurrentes son dolores de cabeza, problemas estomacales, sensación de opresión en el pecho, sentir en ocasiones la garganta cerrada o resfriados recurrentes, cuando la pérdida empieza a asimilarse de alguna manera puede haber disminución de peso corporal, es como si se desprendieran de una parte de sí mismos, por el contrario, cuando existe demasiada resistencia a la idea de soltar, podría haber aumento de peso, es como si simbólicamente se aferran a la idea de retener algo que se está perdiendo.

Hay personas que se resisten al proceso de duelo por miedo a lo que pueden llegar a sentir, pero una vez que están ahí, experimentando el dolor, la incertidumbre y el enojo, pueden darse cuenta de que no serán destruidos por esas emociones, si se está atravesando un proceso de pérdida de algo o alguien muy significativo para nosotros, es muy recomendable buscar ayuda profesional para analizar de manera particular nuestra historia y llegar al origen de nuestra dificultad para afrontar la pérdida.

La separación definitiva de quienes amamos se puede convertir en una de las experiencias más dolorosas a la que tenemos que enfrentarnos en nuestro paso por la vida.

La dependencia y la exigencia no es una manifestación del amor, el amor en sus múltiples manifestaciones buscará siempre el bienestar personal y del otro sabiendo que no necesariamente tendrían que estar juntos para sentir paz y desarrollarse en todas las áreas de su vida.

Nuestra historia personal es única, la forma en cómo aprendimos a amar desde pequeños al observar a nuestros padres y personas muy significativas para nosotros, podría ser determinante en nuestra forma de relacionarnos cuando somos adultos. Sin embargo, cuando nuestras heridas más profundas salen a la luz desde nuestras memorias más tempranas, es momento de observarlas con amor y agradecer a la persona que nos está mostrando que ha llegado el momento de sanarlas.

Twitter: @Marimar_Centeno

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