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Trasplante de cabeza

La historia de los doctores 'Frankenstein'

Foto: Russian Now

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REDACCIÓN S. N.

La ciencia nos ha demostrado una y otra vez que lo que en un inicio parece descabellado para muchos, puede convertirse en un avance trascendental en beneficio de la salud; este podría ser el caso del primer trasplante de cabeza que pretende llevar a cabo el neurocirujano italiano Sergio Canavero en 2017. En la checklist de este experimento aparecen palomeados el excéntrico científico y el arriesgado, pero optimista, voluntario; sólo el capital, separan al mundo del mayor avance, o fracaso, científico de la historia.

Valery Spiridonov es un emprendedor ruso de 31 años de edad; es ingeniero y dirige una compañía de desarrollo de software especializada en materiales educativos. Sentado en su silla de ruedas cuenta que desde que tiene uso de razón ha vivido con un diagnóstico de atrofia Werdnig-Hoffmann, la forma más grave de la atrofia muscular espinal, una enfermedad degenerativa rara que se manifiesta en los primeros meses de vida y provoca dificultades para moverse, comer, tragar e incluso respirar.

Las cosas que pueden hacer las personas que viven con esta enfermedad son muy limitadas, en el caso de Spiridonov se reducen a apretar los botones de dispositivos electrónicos, usar el joystick de su silla de ruedas electrónica y algunas actividades mínimas de la vida cotidiana.

Esta condición, y el miedo provocado por la amenaza de que su cuerpo enfermo mate a su cerebro, el único órgano que de verdad le importa, es lo que le llevó a postularse como voluntario para ser la primera persona de la historia en someterse a un trasplante de cabeza.

Valery es activista de los derechos de las personas con discapacidades, miembro de la Cámara de Diputados en su ciudad natal y uno de los creadores de la fundación Desire for Life ("Deseo de vivir"), centrada en conectar grupos de investigación que desarrollen tecnologías médicas y de rehabilitación innovadoras.

Como activista, el joven ruso conoce las opciones que existen para personas con diagnósticos parecidos al suyo, como la terapia genética o un exoesqueleto, sin embargo, está convencido de que para su caso específico la única alternativa es el trasplante de cabeza y está dispuesto a someterse a la operación como una especie de conejillo de indias, asumiendo los riesgos que esta conlleva, desde que algo salga mal en la delicada cirugía de alrededor de 36 horas en la que participarán más de 80 médicos, hasta que el cuerpo donante y su cabeza se rechacen mutuamente o el impacto psicológico de vivir en otro cuerpo si todo sale bien.

SERGIO CANAVERO

Sergio Canavero es un excéntrico neurocirujano italiano de 51 años de edad que se autodenomina “doctor Frankenstein”. Aunque es un especialista con trayectoria que ha investigado y publicado en revistas científicas, desde que en 2013 hizo pública su intención de realizar el primer trasplante de cabeza en humanos, las opiniones sobre él y su proyecto se han dividido; algunos lo ven como visionario y piensan que este trasplante representa la próxima frontera de la medicina, mientras que otros opinan que se trata de un sádico o un loco que se encuentra montando lo que califican como una estafa elaborada, una eutanasia muy cara o un simple asesinato.

Apasionado de la tecnología y la ciencia ficción, Spiridonov, por su parte, pensó: “esta es mi oportunidad”. Se puso en contacto con Canavero y su equipo internacional de médicos y consiguió ser el primero en la lista de conejillos de Indias.

El hecho de que Valery haya levantado la mano como voluntario contribuyó a que el proyecto del neurocirujano italiano adquiriera un tono más realista y dejara de ser visto como un científico abominable con propuestas extraordinarias e incomprensibles.

Aunque el emprendedor esté en contacto constante con Canavero y tenga prioridad para el primer trasplante, todavía no se trata de un hecho seguro. Dependiendo de dónde se realice la operación, el trasplante de cabeza podrá costar entre 10 millones y 15 millones de dólares, cuenta Spiridonov. Sin embargo, la revista estadounidense The Atlantic informó que el costo de la operación puede ascender a 100 millones.

El dinero es justamente uno de los mayores inconvenientes para el ruso. De acuerdo con The Atlantic, si no llega a recaudar la cantidad necesaria, Spiridonov podría perder su número uno en la lista en favor de un paciente chino, especialmente si el gobierno de China financia el proyecto.

UNA CIRUGÍA CONTRARRELOJ

Las 36 horas de operación planificadas por Canavero y su equipo es una suerte de coreografía de estricta precisión. Lo primero es encontrar el cuerpo de un donante que sea compatible con Spiridonov. Cuando este aparezca este cuerpo de un donante con daño cerebral que sea compatible, entonces empieza la cirugía.

Una vez anestesiado, lo importante para mantener vivo el cerebro de Spiridonov es bombearle a bajas temperaturas la mayor cantidad de fluidos posible. El cuerpo del donante, por su parte, debe estar sentado en el momento de la decapitación, posición en la que permanecerá aún después del trasplante.

Los médicos deben cortarles las médulas espinales a ambos al mismo tiempo e inmediatamente proceder a la unión contrarreloj de todos los tejidos, nervios y demás entre el cuerpo de uno y la cabeza del otro.

A pesar de todo, Spiridonov se siente optimista. De hecho, ya sabe qué hará si todo sale bien: “Hacerle el amor de forma apasionada a mi novia. Montarme en una moto deportiva y andar por carreteras que bordeen el mar. Tener una familia e hijos. Una vida normal”.

ANTECEDENTES

El Canevero no es un hecho insólito, de hecho, el autodenominado doctor Frankenstein es el principal sucesor del neurocientífico estadounidense Robert White (1926-2010), a quien se le atribuye el primer trasplante de cabeza en monos, realizada en Ohio en 1970.

En el marco de la Guerra Fría e inspirado en los asombrosos logros del científico ruso Vladímir Démijov, uno de los primeros en demostrar que los trasplantes de cualquier órgano, incluso del cerebro, funcionaban, White se puso manos a la obra en crear un centro de investigaciones del cerebro.

Uno de sus principales objetivos de Robert White era aislar el cerebro, estudiarlo y mantenerlo vivo. En 1962 logró extraer el cerebro de un animal vivo, manteniendo el cerebro con vida, nadie había podido estudiar un cerebro vivo antes. Al año siguiente extrajo el cerebro de un mono y lo mantuvo vivo artificialmente durante varias horas, White confiaba en que los conocimientos adquiridos serían beneficiosos para la ciencia y el mundo.

Sin embargo, las máquinas no podían mantener vivo el cerebro lo suficiente para estudiarlo a detalle, así que en 1964 se le ocurrió trasplantar el cerebro de un animal al cuerpo de otro y estudiarlo desde ahí, extrajo el cerebro del cráneo de un perro y lo trasplantó vivo al cuerpo de otro perro, el cerebro del segundo perro se dejó intacto.

Mediante tubos y cables se pudo medir la actividad eléctrica, el riego sanguíneo y controlar por primera vez el metabolismo de un cerebro trasplantado durante días. Se había comprobado que el cerebro podía seguir funcionando de forma aislada, sin embargo, el reto ahora saber si el cerebro tenía consciencia.

El 14 de marzo de 1970 se comenzaron los preparativos para trasplantar una cabeza de mono al cuerpo de otro. No es difícil imaginar que este tipo de intervenciones requieren una gran precisión, coordinación y concentración. En el caso del primer trasplante de cabeza de mono, fue necesario diseccionar lenta y cuidadosamente los vasos sanguíneos. Aislar arterias y venas efectuando ligaduras en cada una de ellas. Se cortaron los cuellos de los monos hasta que las únicas conexiones entre las cabezas y sus cuerpos eran sus médulas espinales y sus vasos sanguíneos vitales.

“Tras hacer incisiones durante horas llegó la hora de trasplantar las cabezas. Primero hubo que transfundir el riego sanguíneo del cuerpo B a la cabeza A, a través de tubos de plástico, un momento de gran tensión, si el riego sanguíneo hacia las cabezas se interrumpía, ambos animales fallecerían, pero el monitoreo del mono A mostraba que su cerebro seguía activo. Una vez estabilizado el riego sanguíneo se desechó el cadáver A y la cabeza B, la última etapa crítica fue juntar la cabeza A con el cuerpo B y unir el riego sanguíneo arteria con arteria y vena con vena. La médula espinal no se une porque es imposible unir los nervios una vez que han sido seccionados”, cuentan en el documental.

Tras el trasplante el mono podía seguir con la mirada, oír e incluso recibir alimento, moverse no porque la médula estaba seccionada.

White creía que sus resultados daban la pauta para creer que el trasplante de cabeza en humanos era posible, el cual beneficiaría sólo a ciertas personas, como personas cuadraplégicas sin daño cerebral, pero cuyo deterioro corporal fuera el único impedimento para seguir viviendo.

DEBATE

“¿Seguiría siendo la misma persona cuya cabeza estuviese viviendo en un cuerpo ajeno? ¿Quién eres, qué eres, dónde está tu alma y tu espíritu? Creo que no, no está con el cadáver, está en su cráneo, seamos prácticos y pragmáticos, está en la masa encefálica, aquí es donde está la manifestación física del espíritu”, dijo White.

Muchos científicos y filósofos discuten las teorías de White, algunos opinan que el cerebro humano y su cuerpo están ligados inextricablemente.

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