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Triste realidad: empezó la desaceleración económica

JESÚS CANTÚ

En los Criterios Generales de Política Económica para el 2016, que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público envió a la Cámara de Diputados, en septiembre del año pasado, preveía un crecimiento del producto interno bruto (PIB) de 3.1%; una inflación de 3%; y un dólar interbancario que en promedio se ubicaría en 15.90 pesos. Hoy todo indica que no acertará en ninguno de los 3 objetivos: el PIB, cuando bien vaya, crecerá alrededor del 2%; la inflación rebasará, aunque ligeramente el 3%; y, desde luego, el tipo de cambio estará más de 2 pesos por encima del estimado.

Los resultados del primer trimestre de este año, dados a conocer por el INEGI el 20 de mayo pasado, alentaron la esperanza de que la economía mexicana alcanzaría los objetivos previstos por la autoridades, al lograr la tasa de crecimiento más alta desde el 2013, con un alza de 0.8% con respecto al cuarto trimestre del 2015 y de 2.8%, respecto al mismo período del año anterior, lo que significaría un alza anualizada de 3.24%, es decir, incluso ligeramente por encima de las estimaciones.

Pero el pasado viernes 29 de julio, la misma institución, dio a conocer los resultados de lo acontecido durante el segundo trimestre de este año, y fue exactamente el reverso de la medalla: una disminución del PIB de 0.3% con respecto al trimestre previo, lo que no había sucedido desde el segundo trimestre del 2013, lo que colocaría la tasa anual con respecto al mismo período de 2015, en sólo 1.4%.

Unos días antes, el 14 de julio para ser exactos, el Bank of America Merril Lynch, había adelantado que el comportamiento sobresaliente de la economía durante el primer trimestre del año sería una colchón para el resto del año, especialmente los últimos 6 meses que tendrán una desaceleración, por lo cual mantenían su pronóstico de 2.3 de crecimiento del PIB, pero anticipaba que la inflación podría oscilar entre el 3.3 y el 3.4% anual, por encima de los mínimos que el Banco de México y el gobierno presumían.

Esto era muy coincidente con lo que señaló desde junio el Gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, en la Reunión Nacional de Consejeros de BBVA Bancomer: "Parece ser que la política monetaria está llegando a sus límites para impulsar el crecimiento", por lo cual instó a las autoridades hacendarias a implementar un mejor manejo fiscal.

Pero, en el mismo evento, Luis Videgaray, Secretario de Hacienda y Crédito Público, se vanagloriaba del crecimiento económico logrado en el primer trimestre del año y destacaba: "Si excluimos al sector petrolero, el resto crece por arriba del 3 por ciento, la apuesta de las reformas está dando resultados en un entorno complejo". Mantenía el mismo discurso optimista y triunfalista que ha caracterizado al actual sexenio, a pesar de que los indicadores de marzo ya mostraban la desaceleración que se acentuaría a partir de abril, cuando empezó el decrecimiento.

En mayo el subsecretario de Hacienda, Fernando Aportela, señalaba en una conferencia en el Departamento de Estado norteamericano, sobre el crecimiento en América, que la aceleración del primer trimestre fue impulsada por un fuerte consumo interno, producto de un aumento del empleo y de los salarios. Lo cual en parte era cierto, sin embargo, soslayaba que aunque crecía el empleo formal, la calidad de los mismos es muy cuestionable.

En febrero de este año un análisis del Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tecnológico de Monterrey, de acuerdo a información publicada en el periódico El Norte, indicaba que el número de personas que ganan máximo 2 salarios mínimos se incrementó en 2015 en 1 millón 519 mil personas, prácticamente el mismo número de nuevos empleos generados en el presente sexenio. Y no puede olvidarse que en agosto de 2014, Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de la CEPAL, señaló "Aquellos que reciben dos salarios mínimos tienen una remuneración ligeramente superior al umbral de pobreza extrema", así que aunque de cualquier manera contribuyen al incremento del consumo interno, realmente la calidad de vida de estas personas no era la deseable y dicho impulso difícilmente era sostenible.

Por otra parte, las autoridades hacendarias menospreciaban 2 aspectos que estaban también incidiendo en este consumo interno y que ya empezaron a retroceder: el impacto que tuvo sobre las remesas la devaluación del peso frente al dólar, pues no hay que olvidar que fueron récord y automáticamente se convertían en más pesos para gastar; y el incremento del crédito al consumo, que también empezó a perder dinamismo.

En consecuencia las expectativas económicas, contrario a lo que predican los funcionarios de Hacienda y el mismo presidente, no son nada halagüeñas para el segundo semestre del año, pues la economía internacional continuará en mal estado, hasta agravado por el Brexit; y el mercado interno, que era lo que había compensado la caída externa, sufrirá los impactos de una mayor inflación (afectada por el incremento en las gasolinas y la electricidad y los impactos de la devaluación del peso, que no se han visto reflejados), así como, de un estancamiento en las remesas y del crédito al consumo.

Y tampoco puede esperarse una mejoría para el 2017, con lo cual el prometido impacto de las reformas estructurales, en el mejor de los casos, tendrá que esperar al otro sexenio y lo cosechará el próximo presidente, pues el tiempo ya se agotó y el máximo crecimiento del PIB que se logrará será de alrededor del 2.5%, el mismo que prevalece en promedio desde los ochenta.

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