Más allá del impacto mediático que ha tenido el insospechado triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos, hay personas en La Laguna que se preguntan de forma legítima ¿en qué afecta a los laguneros que el magnate neoyorquino vaya a ser el ocupante de la Casa Blanca a partir del próximo 20 de enero? ¿Puede afectar más de lo que afecta la corrupción, impunidad, estancamiento económico, pobreza e inseguridad, que son problemas que México y la región arrastran por sí mismos y para los que, primero los gobiernos y luego la sociedad civil, no han logrado construir soluciones?
La respuesta inmediata es que la victoria de Trump afectará no sólo a la región sino a todo el orbe por el simple hecho de que se trata del próximo presidente del país con las mayores capacidades económicas y militares de toda la historia de la humanidad, y porque las relaciones internacionales nunca habían sido tan estrechas como hoy. En un mundo tan interdependiente lo más lógico es pensar que lo que ocurra en el eslabón más fuerte repercutirá en el resto de la cadena. Pero, en lo específico ¿hay o no razón para que los laguneros se preocupen más allá del impacto generalizado que se pronostica?
Para intentar esbozar una respuesta es importante revisar primero algo de historia. Torreón surgió como un rancho a mediados del siglo XIX y se erigió en ciudad en la primera década del XX, cuando el Imperio Británico dominaba el mundo y Estados Unidos comenzaba a despuntar como potencia industrial. Contrario a la creencia de que la globalización es un fenómeno nuevo con apenas dos décadas y media de vida, Torreón nació y dio sus primeros pasos en una era globalizada en donde, como hoy, el liberalismo económico y político era la doctrina dominante. La Laguna entonces se encontraba ligada a la economía internacional en la enorme cadena productiva del algodón que fomentaba las relaciones entre naciones y capitalistas de ambos lados del océano Atlántico.
El nivel de integración que la región tenía con la red económica mundial motivó que sucesos como la crisis financiera de 1907 y la gran depresión económica de 1929 tuvieron un impacto fuerte aquí. No pocos historiadores apuntan que la primera fue uno de los factores que desencadenaron en las condiciones socioeconómicas que propiciaron el estallamiento de la revolución de 1910. Y la segunda allanó el camino para el advenimiento de políticas económicas proteccionistas y de corte socialista en México, como el reparto y la reforma agraria de 1936, de la misma manera que en otros países ideologías nacionalistas extremas tomaron el poder. La lucha imperialista llevó al mundo a la peor guerra que jamás se haya conocido, la cual tuvo como una de las consecuencias la caída de Gran Bretaña como potencia hegemónica (a pesar de estar en el bando de los ganadores).
Hoy son los Estados Unidos de América los que ejercen el liderazgo político, económico y militar de forma indiscutible. En contraste con el orden mundial dominado por los británicos, en donde la transformación se dio de forma violenta desde afuera, hoy es en el seno de la gran potencia de nuestro tiempo en donde se está dando el giro hacia una nueva era. La llegada de Trump al poder anuncia un cambio en la visión del mundo que desde los años 80 se ha reproducido y que está vinculada al neoliberalismo globalizador, iniciado en su más reciente etapa por Estados Unidos. De forma similar a lo sucedido en la primera mitad del siglo XX, una fuerte crisis económica capitalista, la de 2008-2009, es el preámbulo del resurgimiento de ideologías nacionalistas extremas. Y si hace un siglo los acontecimientos mundiales tuvieron su impacto en La Laguna, no es errado pensar que hoy también lo tendrán.
Tal y como ocurría con el Torreón de las décadas de 1910-1930, hoy esta ciudad y su región se encuentran insertas en la dinámica económica mundial. Pero hoy ya no es sólo por un producto, el algodón, sino por varios sectores productivos como la agroindustria, la metalurgia, la industria metalmecánica y de autopartes, principalmente. Las empresas instaladas en La Laguna dependen de insumos y tecnología importada de los Estados Unidos y exportan bienes a este país como nunca antes se había hecho. Una modificación o cancelación del Tratado de Libre Comercio afectaría a las empresas integrantes de estas cadenas. Si Trump cumple además su promesa de buscar regresar o retener los capitales estadounidenses, esto llevaría a una disminución en la oferta de inversiones que, de no establecer un plan económico para amortiguar el impacto que pudiera tener en la generación empleo, junto con el punto anterior, podría engendrar un desajuste económico con su consecuente impacto social.
Pero no sólo en el plano estrictamente económico habría repercusiones. El cierre de fronteras, el endurecimiento de la política migratoria y la amenaza de retención de remesas también golpearían a las familias laguneras. En la medida en que la frontera migratoria se recorra hacia el sur, regiones como La Laguna, hoy consideradas de paso obligado para miles de migrantes, pudieran convertirse en sitios de estancia prolongada, como ya de hecho se ha documentado. Además miles de familias que hoy, sobre todo en el campo, dependen del envío de dólares, se quedarían sin esa fuente de ingresos, lo cual significaría un aumento de la presión social y posiblemente de la pobreza. En reacción, la conflictividad y la inseguridad tendrían, nuevamente, un propicio caldo de cultivo.
Es muy cierto que México y La Laguna se insertaron en la globalización en condiciones mucho menos competitivas que otros países y regiones. La ausencia de una base industrial nacional fuerte, la existencia de un alto nivel de informalidad en la economía y la debilidad institucional y del estado de derecho los colocaron en desventaja a la hora de entrar a competir para traer y llevar inversiones, y dicha desventaja incluso fue aprovechada por oportunistas. Y hoy es precisamente esa desventaja, agudizada por la desequilibrada dependencia de la economía estadounidense, que coloca a La Laguna en una situación de alta vulnerabilidad. Frente a este panorama ¿hay algo que pueda hacerse?
De entrada, los errores que vienen cometiendo las autoridades locales, estatales y federales de privilegiar los intereses electoreros por encima de los ciudadanos, cobrarán más altas facturas en un entorno como el que se pronostica. Esto llevó a haber descuidado las ciudades al grado de no poder superar la etapa de la dotación de servicios básicos. A no haber generado para la región un plan de desarrollo sostenible a largo plazo. A haber permitido la rapiña, sobreexplotación y una alta concentración de la riqueza en unas cuantas manos. El cambio de era que se anuncia en el mundo implica la urgencia de romper con los círculos que tanto daño le han hecho a la región y que le han impedido estar hoy en mejores condiciones para enfrentar los retos. La vulnerabilidad regional o nacional frente al exterior deriva en parte de lo malo que se ha hecho y lo bueno que se ha dejado de hacer. Entonces, la respuesta es clara: o se actúa con responsabilidad en el entorno inmediato sin dejar de ver hacia el mundo, o se deja a la región como una nave sin timón sometida al vaivén de los vientos.
Twitter: @Artgonzaga
Correo-e: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx