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Trump, un político "novato", tomó por sorpresa al Partido Republicano. El mundo teme a su calidad de presidenciable. Racismo y un mensaje esperanzador para las clases bajas son algunas claves de su éxito.
El odio hace fuertes a las personas. Odiar obliga a abandonar el nicho de conformidad, las respuestas diplomáticas -cuando no tibias-, los miedos y los límites que los individuos se imponen en la consecución de un objetivo.
Las campañas políticas que ensalzan el odio hacia lo ajeno y la supremacía de una casta rinden frutos. En estos tiempos, diversas voces alertan sobre el auge de la extrema derecha en Europa, partidos xenófobos que defienden cuestiones como bloquear la llegada de migrantes, estimular las deportaciones, efectuar un recorte en los derechos de los refugiados.
El arribo masivo de extranjeros provoca inseguridad en la población (se teme a la pérdida de valores y empleos, la posibilidad de sufrir ataques terroristas y demás) y tamaña inquietud es explotada con éxito por formaciones ultraderechistas como el Frente Nacional francés, el Partido Demócrata sueco o Amanecer Dorado en Grecia.
Los mexicanos, sin embargo, nada envidian a sirios o iraquíes temerosos de un endurecimiento de las políticas migratorias en la Unión Europea.
En la carrera por la nominación del Partido Repúblicano a la presidencia de Estados Unidos, el político 'novato' tuvo en la mira a México, a sus migrantes, a la relación comercial y a los bolsillos del gobierno al sur de Texas.
Sin embargo, el odio electoral de Donald Trump no empieza y termina con los mexicanos. El viejo del saco también lanza sus redes verbales hacia China, Siria, Rusia, los musulmanes y los representantes de la clase política tradicional de su país.
La auténtica bandera de este candidato, sin embargo, no es el odio, sino el espectáculo, uno que, por un lado, provoca descalificaciones a granel, y por el otro, le ha granjeado la simpatía del 'auténtico americano'.
UN MAGNATE CONTRA LAS ÉLITES
El empresario Donald J. Trump nació en Queens, Nueva York. Tiene 69 años y quiere ser presidente de Estados Unidos. Las opciones del magnate de suceder a Barack Obama, a decir de diversos especialistas y publicaciones, son escasas.
Trump promete “Hacer grande a América otra vez” y con esa frase y montones de propuestas, llamadas por muchos fantasías, ha conseguido acercarse a los estadounidenses que no se sienten representados ni por sus autoridades ni por los partidos.
El pasado 14 de abril publicó en The Wall Street Journal un texto titulado, América, permíteme hacerte una pregunta. La cuestión planteada por el político al lector era: ¿cómo ha venido trabajando el sistema para ti y tu familia?
Por décadas, afirma el presidenciable en su misiva, el sistema (la clase política tradicional sin distinciones partidistas) ha servido al interés de los institutos políticos.
“Los consultores, los políticos, se hicieron ricos y poderosos mientras el pueblo americano se hizo más pobre y más aislado”, comentó.
El único antídoto para las reglas impuestas por un puñado de élites, según Trump, es una infusión de voluntad popular.
En el debate en torno a cada problema grave que afecta a los Estados Unidos (los impuestos, los acuerdos comerciales, la migración y la política exterior), opina el millonario, la gente tiene la razón y la élite gobernante está equivocada.
Unos días después de lanzar su pregunta, el pretendiente incómodo ganó las primarias de los republicanos en Nueva York por amplio margen.
EL GOBIERNO DEL HOMBRE COMÚN
The Boston Globe realizó un ejercicio futurista en el que tomó “al pie de la letra” el mensaje político del aspirante republicano.
El diario colocó al magnate, convertido en presidente de la nación, en la portada del 9 de abril de 2017 con un titular acorde a la agenda anunciada por Trump para su primer día de trabajo: Las deportaciones están por comenzar.
En ese futuro, el nuevo ocupante de la oficina oval pide al Congreso estadounidense financiar un programa destinado a sacar de Estados Unidos a los inmigrantes ilegales.
El discurso del empresario, el que deja ver su propaganda, consiste en ir contra quienes representan más de lo mismo y “ganar por la gente de este gran país”; propone una guerra en las estanterías, deshacer o renegociar los tratados de libre comercio para impedir el saqueo de Norteamérica. “Necesitamos a los más listos negociando por nosotros”, dice el potentado.
Cuando se trata de manifestar su apoyo a un pueblo que no es el estadounidense, Trump pregona: “Soy muy pro Israel”.
Cuando se trata de repudiar a uno o más pueblos afirma que detendrá a esos criminales y ladrones de empleos llegados del sur. “Si no tenemos fronteras, no tenemos un país”, es su razonamiento. Además, asegura que detendrá el arribo de drogas a la sweet América.
Si de prometer se trata, promete convertirse en el presidente del empleo. Si el tema es la seguridad interna de los Estados Unidos su solución pasa por apuntalar al ejército, armar aún más al gigante, así nadie se atreverá a perturbar el plácido sueño americano.
TRUMP EL BUENO
Criticar al nacido en Queens se ha convertido en una práctica internacional. Sólo con sus detractores en América, Asia y Europa bastaría para superar, con holgura, el requisito de extensión de las disciplinas deportivas que forman parte del catálogo olímpico. Sobre la lista de detractores se darán ejemplos más adelante.
Para explicar el por qué se dedican muchas líneas a Donald Trump primero debe indagarse la otra cara de la moneda, la de quienes alaban al al magnate.
El 14 de abril pasado el New York Post, rotativo conservador, dio un sonoro espaldarazo al incendiario verbal. Es un candidato novato y comete errores de novato, pero, afirman en la editorial del medio, tiene el potencial de una superestrella gracias a su habilidad para electrizar al auditorio.
Según el diario neoyorkino, el empresario atrae a millones de nuevos votantes e inspira a gente que nunca ha tenido la impresión de que un candidato presidencial los ponga en el centro del debate.
La publicación destaca al magnate como una fuente de esperanza para la gente común, para quienes se sienten traicionados por la clase política y los gobiernos.
La enumeración de las virtudes de Donald continúa con frases como: “Trump refleja las pasiones del hombre común”, “Ser políticamente incorrecto es uno de sus grandes atractivos” o “Es un mensajero imperfecto que porta un mensaje vital”.
El medio conservador certifica al atípico aspirante como un individuo con el potencial, las habilidades, el conocimiento y los valores para trasladar a la realidad su eslogan de campaña: “Hacer grande a América otra vez”.
Una flor más dedicada a Trump le describe como el aspirante que mejor representa los valores neoyorquinos. En enero pasado, su contendiente en la carrera hacia la nominación republicana, Ted Cruz, atacó a Trump haciendo alusión a las tendencias políticas en Nueva York y fue altamente criticado por ello. El gobernador Andrew Cuomo, uno de los que vilipendiaron a Cruz, reconoció que no sabía cuáles eran los valores neoyorquinos, pero afirmó que en su estado creen en la inmigración, en la aceptación y en la comunidad.
HISPANOS Y POBRES
El grueso de los simpatizantes de Trump, coinciden infinidad de analistas y publicaciones, está conformado por personas blancas de clase trabajadora, con bajo nivel educativo y escasa relación con el éxito.
Gracias a ellos el magnate llena estadios y obtiene triunfos en las urnas. Sin embargo, la mediocre formación de sus seguidores y un discurso racista no son las claves de sus triunfos.
Trump dice cosas que los desposeídos de los estratos inferiores quieren escuchar, convence a quienes viven preocupados por el empleo, a quienes viven en la estrechez, a quienes ven en los tratados comerciales una plataforma que se lleva las empresas y los salarios a países como México.
Incluso parte de sus simpatizantes tiene rostro latino. Trump ha vencido incluso en lugares donde se daba por hecho que iba a perder, como la ciudad de Miami o el estado de Nevada.
Un sector importante de latinos en Estados Unidos, cerca del 15 por ciento según encuestas, percibe al promotor del cierre de fronteras como un agente capaz de hacer prosperar la economía.
Respaldan al emprendedor porque ofrece restringir las ayudas sociales, dañinas promotoras de convertir a gente sana en un conglomerado de seres perezosos.
Confían en que hará más fácil la vida de los ciudadanos latinos de Estados Unidos, aunque eso signifique perseguir y defenestrar a los indocumentados, esos ladrones de empleos que provocan la ida a pique de los salarios y llevan el crimen a cuestas.
Ver en el vecino del sur al portador de malas noticias laborales se ha convertido en un lugar común del imaginario estadounidense.
Una serie estrenada recientemente y ambientada en los años ochenta del siglo pasado, Hap and Leonard, comienza con esos dos personajes, interpretados por James Purefoy y Michael Kenneth Williams, perdiendo sus empleos de recolectores en un campo texano. El capataz no ofrece más explicaciones que “encontramos mano de obra más barata” y “apareció un lote de mexicanos”.
A últimas fechas, uno de los objetivos favoritos del aspirante republicano es la compañía de aires acondicionados Carrier. En febrero pasado la empresa anunció su intención de trasladar su planta productiva a México por aquello de abaratar costos y ser competitivos. Los empleados sólo escucharon 'despidos'. Trump ha jurado no volver a comprarle a Carrier. También promoverá un alza en los impuestos para sus equipos de refrigeración.
MENSAJERO DE SÍ MISMO
El comediante John Oliver describe al vociferante presidenciable como un hombre al que la mención en voz alta de su nombre le provoca un orgasmo.
Hace unos años, en el Roast de Donald Trump, transmitido por Comedy Central, se burlaron del magnate diciendo que en el momento de alcanzar el orgasmo tanto él como su pareja gritaban: Oh, Donald, oh, Donald.
Chistes aparte, el aspirante republicano forja mensajes en torno a su egolatría y de alguna manera consigue agradar. A un grupo de universitarios en Wisconsin los motivó con esta lección personal: “Cuando lleguen a tener mucho éxito descubrirán que la gente que les caerá mejor será aquella menos exitosa que ustedes. Siempre hay que estar rodeado de gente sin éxito porque te respetarán”.
Ser impredecible y entretenido ayuda a Trump a acaparar la atención, así sea por tuits luego borrados de su cuenta, como el saludo publicado hace un par de años: “Me gustaría extender mis mejores deseos a todos, incluso a los detractores y a los perdedores en este día especial, 11 de septiembre de 2013”.
Tras triunfar en Nevada los datos indicaron que los votantes del magnate eran gente con escasa preparación y Trump declaró: “Amo a los que tienen bajo nivel educativo”. La respuesta de sus simpatizantes fue aplaudir.
La elevada autoestima del favorito republicano también se manifiesta en sus relaciones con el sexo opuesto. Gusta de presumir sus incursiones exitosas en hipnotizantes cuerpos femeninos y alardea sobre la belleza de su mujer, también recurre con frecuencia a exhibir una selectiva misoginia.
Durante su campaña el magnate se ha lanzado decididamente contra una periodista de la cadena Fox, Megyn Kelly, quien cuestionó a Trump acerca de su propensión a llamar 'cerdas', 'perras' y demás a las mujeres que no le gustan.
La opinión personalísima del potentado sobre Kelly incluye llamarla 'barbie', 'enferma' y 'perdedora', 'la persona más sobrevalorada de la televisión' y 'periodista de bajo nivel'. También ha dicho que es un peso ligero, una mujer malhumorada porque le sale sangre de donde suele salir cada mes. El pasado 18 de marzo, Trump llamó a boicotear el programa de la periodista alegando que "Siempre ataca a Trump".
ERRAR ES DE MAGNATES
No pasa con frecuencia, pero sí, Donald Trump sí se ha desdicho, y en un tema de especial interés para el sexo femenino.
El 30 de marzo, fiel a su costumbre, planteó con toda seguridad que, si la interrupción voluntaria del embarazo se vuelve ilegal en territorio americano, debe castigarse de algún modo a las mujeres que abortan. Según el potentado, los hombres responsables de embarazar a una mujer que luego aborta no merecen sanción alguna.
Unas horas después de soltar esos dardos contra sí mismo, el favorito de los republicanos emitió un comunicado. Se retractó de sus comentarios y apuntó su ímpetu punitivo hacia los doctores que se presten a tal práctica.
No conforme con su metida de pata, el chico de Queens volvió a tropezar con la misma piedra un par de días después. La periodista del New York Times, Maureen Dowd le preguntó si en sus años mozos, en su carácter de soltero codiciado, se había relacionado con alguna mujer que tuvo un aborto. La respuesta de Trump fue: “Qué pregunta tan interesante. Así que, ¿cuál es tu siguiente pregunta?”.
Muchos se tomaron las palabras de Trump como un "sí". En una entrevista posterior, con carácter aclaratorio, le plantearon la misma cuestión y dijo: “La respuesta es no”.
Por cosas así, las opciones de Trump, de cara a una contienda contra Hillary Clinton, son cuesta arriba. El conquistador de bellezas padece una dificultad extraordinaria para ganarse el favor electoral de las votantes. Diversas encuestas muestran que el 70 por ciento de las norteamericanas tiene una opinión negativa del empresario metido a la política; 60 de cada 100 consideran que su forma de referirse a las mujeres es inaceptable, ofensivo, vergonzoso. Sin el apoyo de las votantes del sexo femenino, Trump difícilmente portará la banda presidencial.
EL EFECTO TRUMP
Así es como se denomina a las movilizaciones de latinos cuyo fin es frenar el camino del chico de Queens.
Objetivos primarios de esa suma de esfuerzos anti-Trump son estados como Florida, Nevada o Colorado, auténticos volados de los comicios norteamericanos -la victoria puede caer de cualquier lado- donde la población latina tiene un peso significativo.
Una idea recurrente en los últimos procesos electorales en la nación americana es que si los latinos votan en bloque cobran la fuerza suficiente para decantar la contienda hacia alguno de los bandos.
Otra es que sólo se movilizan para las justas en las que se define al próximo inquilino de la Casa Blanca.
Para elegir al relevo de Obama cerca de 27.3 millones de latinos tendrán derecho a voto, cuatro millones más que en 2012. Sin embargo, el promedio histórico de participación de este sector en los comicios norteamericanos es inferior al 50 por ciento.
Trump podría cambiar eso. En el Partido Republicano lo saben y por ello, no ven con buenos ojos entregarle la candidatura. Su nominación, temen, podría provocar una exorbitante movilización de minorías en favor del Partido Demócrata.
DE CLASE MUNDIAL
Misógino, racista, empresario exitoso, candidato republicano, falso profeta, auténtico americano, son algunas de las etiquetas recibidas por Trump a últimas fechas. Sin embargo, ninguna se compara con el apelativo otorgado al empresario por la Unidad de Inteligencia de la revista británica The Economist: Uno de los diez grandes riesgos a los que se enfrenta el mundo.
Según la publicación, la llegada de Trump a la oficina oval conlleva más riesgos planetarios que la salida de Reino Unido de la Unión Europea o un enfrentamiento armado en el mar del sur de China.
Bajo un mandato de Trump, prevén los analistas, la economía global se agitará de mala manera (el potentado comparte nivel de peligro con la amenaza que representa el terrorismo yihadista) y aumentará los riesgos políticos y de seguridad en Estados Unidos (sus ideas de expulsar a los indocumentados y prohibir el ingreso de musulmanes al país facilitarían las tareas de reclutamiento de grupos como el Estado Islámico).
El efecto Trump en su vertiente internacional ha sido criticado por el presidente Obama, quien declaró recientemente que recibe frecuentes llamadas de líderes extranjeros preocupados por “algunas de las sugerencias más extravagantes que se hacen”.
El empresario planea reforzar a las fuerzas armadas estadounidenses y ha insinuado una inclinación por enviar tropas terrestres a Siria. Sus ideas para aniquilar al Estado Islámico incluyen prescribir dosis de tortura en el tratamiento de los sospechosos de terrorismo. Ha descrito a los aliados de Estados Unidos como países “débiles”que aprovechan “la estúpida generosidad de Washington” y considera sacar a la potencia mundial de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (alianza militar entre naciones europeas y Estados Unidos) a menos que los demás aumenten el gasto militar.
En el plano económico plantea deshacer los acuerdos comerciales que considere injustos y negociar otros nuevos. Así, afirma Trump, su país estará en condiciones de pagar los 19 billones de dólares de su deuda en apenas ocho años, además de recuperar empleos golondrinos.
Las predicciones acerca de un Trump poniendo en marcha sus políticas económicas van de la depresión al desastre.
EL MURO
Desde el momento en que anunció su candidatura, Trump cargó contra el vecino, acusó a México de exportar problemas como delincuencia y drogas. La estrategia del republicano pasa por aprovechar los temores de la clase baja norteamericana en torno al arribo de mexicanos que buscan una mejor calidad de vida.
Los tres fundamentos del plan de inmigración de Trump son: Una nación sin fronteras no es una nación; una nación sin leyes no es una nación, y una nación que no sirve a sus ciudadanos no es una nación.
En ese plan, el término 'frontera' debe ser entendido como un muro de más de tres mil kilómetros en la frontera sur de la gran nación norteamericana.
En cuanto a los otros dos puntos, el mensaje del aspirante incómodo critica a los políticos tradicionales porque “cuando hablan sobre reforma migratoria quieren decir: amnistía, mano de obra barata y abrir las fronteras”. Eso, a Trump, no le parece. Desde su perspectiva, cualquier reforma debe partir de mejorar la calidad de los trabajos de los americanos de verdad.
Trump desea, ya como presidente, agregar un requisito al esquema para transferir dinero fuera de Estados Unidos: el cliente deberá presentar un documento que certifique su estancia legal.
Como es obvio que México va a protestar por esa amenaza al flujo de remesas, Trump no promulgará la medida si a cambio el gobierno mexicano acepta desembolsar un pago de entre cuatro mil y diez mil millones de dólares para la construcción del muro fronterizo.
Secuestrar las remesas de los inmigrantes mexicanos, explica Trump no sin razón, es el equivalente a cerrar la válvula de escape para la pobreza mexicana. En 2015, dato del Banco de México, las remesas ascendieron a 24 mil 771 millones de dólares.
Otro plan para forzar a México a costear la pared es aumentar el precio de los visados.
Por si el plan original falla, Trump presidente consideraría presionar al vecino por la vía de cancelar visados de gente importante para la economía mexicana.
El costo del muro, dice Trump, no es nada comparado con los cientos de miles de millones gastados año tras año en servicios y beneficios para los ilegales.
UN PELIGRO PARA EEUU
Los expresidentes panistas, Vicente Fox y Felipe Calderón, cada uno a su estilo, han censurado al favorito republicano.
El primero difundió un video en el que llamó a Trump falso profeta, fanfarrón, presumido, ignorante. Criticó su visión egocéntrica y desinformada y su ignorancia de lo que es sentarse en la silla presidencial.
Sin mexicanos para trabajar, dijo Fox, Nueva York se colapsaría.
El expresidente, no obstante, olvidó mencionar una de sus máximas, aquella de que los mexicanos hacen “trabajos que ni siquiera los negros quieren hacer allá en Estados Unidos”.
En primera instancia, Felipe Calderón rehusó hacer comentarios sobre el magnate. “No contribuiré a que consiga mayor atención”, dijo a los medios.
En lugar de atacar a Trump prefirió alabar a los mexicanos que contribuyeron a la prosperidad de Estados Unidos en el último siglo.
Mencionó algunos logros de su administración, aunque entre ellos no incluyó ningún dato relacionado con la guerra contra el narcotráfico.
Calderón Hinojosa, sin embargo, no mantuvo su postura original y a últimas fechas afirma que el discurso de Trump es parecido al de Hitler. Trump, desde la óptica del político panista, es un peligro para Estados Unidos, un fuerte promotor del odio antiamericano. Seguir la senda del magnate, según el expresidente mexicano, será convertir a la potencia mundial en un país que todos van a repudiar.
El pasado 7 de marzo, Enrique Peña Nieto se sumó a la ola. Por primera vez en ocho meses de campaña de Trump, en una entrevista con El Universal, el priista condenó las palabras del magnate.
LA GRAN NACIÓN AL RESCATE
La mejor defensa de los mexicanos, sin embargo, la han hecho los propios estadounidenses.
Barack Obama no tardó en responder al plan de Trump, y lo hizo, utilizando una de las banderas del aspirante republicano. Obama tachó de irrealizable la idea de paralizar las remesas porque, entre otras cosas, provocaría lo que Trump quiere frenar, un flujo más intenso de inmigrantes.
Los medios norteamericanos se han encargado de comparar la pesadilla relatada por Trump con la información producida por instancias apartidistas como el Instituto de Tasación y Política Económica (ITEP por sus siglas en inglés).
Un estudio del ITEP correspondiente a 2013 muestra que los hogares en Estados Unidos con inmigrantes indocumentados al frente desembolsaron 11 mil 600 millones de dólares en concepto de impuestos estatales y locales.
Según la Cámara de Comercio norteamericana hasta seis millones de puestos de trabajo dependen del comercio con México. El intercambio comercial diario entre ambos países asciende a más de mil millones de dólares. México, recalcan los comerciantes, es el segundo mercado global para exportaciones estadounidenses.
Un reporte de la Oficina de Contabilidad Gubernamental (GAO) publicado en 2009 si bien expone que buena parte de los tres mil 200 kilómetros de frontera con México son vulnerables a la entrada ilegal de extranjeros, criminales y mercancías ilegales también da cuenta de los enormes costos de levantar un muro.
La GAO estimó el costo medio por milla (1.6 kilómetros) de barca construida en 3.9 millones de dólares. Las dificultades para la construcción podrían elevar el costo hasta los 15 millones de dólares por milla. La factura final sería de casi 20 mil millones de dólares. La cuenta no incluye pago de mantenimiento ni del personal para la vigilancia fronteriza.
La otra apuesta de Trump, detener y deportar a más de 11 millones de indocumentados, implicaría, según autoridades de inmigración y control de aduanas, un desembolso cercano a los 13 mil 500 millones de dólares. Se trata, sin embargo, de un cálculo optimista ya que primero habría que encontrar a todos los ilegales. Gracias a esa búsqueda los costos podrían duplicarse, triplicarse, cuadruplicarse...
DEL ODIO A LA PRESIDENCIA
Por más piñatas, gorras, juguetes, camisetas y demás mercancías anti-Trump que se conviertan en éxito de ventas, el chico de Queens seguirá calando hondo en el ánimo de un sector estadounidense enojado con su gobierno y preocupado por cuestiones como el sustento diario, la salud pública y el empleo.
En el Partido Republicano hoy lo entienden. Se equivocaron al menospreciar al empresario afecto a las cámaras de televisión, al político novato devenido en ídolo de masas gracias a una actuación sin ambages ni florituras.
Trump hace de la confianza un arma, aunque le juegue en contra. En estos días, en la avenida Pensilvania en Washington, convierte, mediante una inversión de 200 millones de dólares, un viejo edificio de correos en un hotel. Por esa vialidad el sucesor de Obama hará sus recorridos del Capitolio a la Casa Blanca y a la inversa. Siempre que lo haga pasará por la última creación del promotor de muros.
El magnate no esconde ni su riqueza ni su ambición. Ni la ironía de que, para hacer más grande la marca Trump, contrata a constructoras nutridas de inmigrantes.
Es el portador imperfecto de un mensaje vital pero también forma parte de un fenómeno que va más allá del racismo y que escuece en países de primer orden como Francia o Suecia.
El empresario neoyorquino entraña un riesgo mayor al de sus propuestas o fantasías, más grande que su ego y sus defectos.
Sobre esto ya han avisado publicaciones como The Financial Times. Para el especialista económico del medio, Martin Wolf, el éxito de Trump es una señal de que el sistema político norteamericano corre el riesgo de inclinarse hacia el "cesarismo", un régimen político basado en la autoridad total de una persona.
Por extensión, México corre un riesgo mayor, el de que Vicente Fox tenga razón. Si Donald J. Trump es un falso profeta, vale la pena poner atención al camino que está preparando, por esa brecha abierta en la sweet América bien puede arribar un falso mesías interesado en instaurar la religión del odio, y no como marca electoral sino como seña de identidad y pertenencia.
Correo-e: @bernantez