En la memoria. A las afueras de la mina de Pasta de Conchos permanecen las cruces con los nombres de los mineros fallecidos. (RENÉ ARELLANO)
Han pasado diez años… y no se apaga la lucha de Familia de Pasta de Conchos.
Ha transcurrido una década desde que ocurrió una explosión en la Mina 8, denominada Unidad Pasta de Conchos que cambió la vida de 65 familias; quienes perdieron a un padre, un hijo, un hermano, un nieto, un primo, un amigo.
Un hecho que apagó la existencia de 65 mineros y que luego de diez años, al menos los cuerpos de 63 de ellos permanecen bajo tierra; en el centro de trabajo que la madrugada del 19 de febrero se convirtió en su última morada. Sólo fueron recuperados los cuerpos de dos de los mineros que quedaron más cerca del acceso a la mina.
Desde entonces, año con año la puerta de acceso a la citada mina se ha convertido en el punto de reunión de los familiares de los 63 mineros, cuyos cuerpos no han sido rescatados y quienes acuden a dejar arreglos florales y participar en una ceremonia litúrgica. Pues no han dejado de luchar por recuperarlos.
Tal objetivo no se ha diluido, pese a que desde el 3 de abril de 2007 fueron suspendidos los trabajos para el rescate de los cuerpos por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social federal, a cargo en ese momento de Javier Lozano, dependencia que admitió dos dictámenes que presentó la empresa Grupo México.
Uno de los documentos argumentaba una probable contaminación del agua en el interior de la mina por hepatitis, tuberculosis, VIH y otros patógenos; como lo señala Cristina Auerbach, representante de la asociación civil Familia Pasta de Conchos.
Pero en la década que ha transcurrido, Familia Pasta de Conchos no sólo ha exigido la recuperación de los cuerpos de los 63 mineros que permanecen en el interior de la mina, pues también han incluido en su trabajo la defensa de derechos humanos y con ello integrar a todos aquellos que se dedican a la minería.
Lo que también ha significado no sólo hablar de la Mina 8, Pasta de Conchos que operaba Grupo México, en el municipio de San Juan de Sabinas; sino que han integrado a toda la Región Carbonífera y donde se explota la minería.
La organización civil Familia Pasta de Conchos, ha sido ejemplo de una lucha social que lejos de diluirse en el tiempo y el olvido ha significado un cambio en su entorno provocando una gran participación social, integrando en sus actividades de defensa de derechos humanos y laborales a comunidades como Cloete, La Florida, Palaú y Barroterán.
Todo ello derivado de que tras el 19 de febrero de 2006 hasta 2014, han documentado 105 muertes más en las minas y de las que han señalado que la principal causa de éstas han sido las malas condiciones en las cuales realizan su trabajo.
Pero más allá de una recopilación de casos de decesos en minas, tajos, pocitos, cuevas, la participación de las familias de trabajadores en la minería ha propiciado que no se registren más accidentes.
MINEROS
Quedaron en el interior de la Mina 8
Orará Papa y envía bendición
La tragedia de la mina de Pasta de Conchos no quedó al margen de la visita del Papa Francisco a México, pues a través de un padre jesuita que acompañó a los familiares de los mineros fallecidos en los primeros años después de la tragedia; les envió su bendición para continuar con el trabajo que han venido realizando a los integrantes de Familia Pasta de Conchos y que orará por ellos.
"Me tocó ir a ver al Papa a la Nunciatura. Al salir y caminar con el santo padre, pues yo le dije la petición de las familias: que le pedían que orara por ellos y el Papa me dijo que iba a orar por ellos y que siguieran trabajando, que siguieran haciendo lo que hacían y que les daba su bendición", dijo Pedro Antonio Reyes Linares, sacerdote jesuita.
Al cuestionarle si el jerarca de la iglesia católica tenía conocimiento de lo ocurrido en la mina de Pasta de Conchos; Reyes Linares manifestó que le explicó brevemente lo que había pasado hace diez años.
"Le conté un poco de la situación de los familiares, que habían estado llevando a instancias internacionales para hacer esta petición, que seguían trabajando y que seguían buscando que no hubiera más accidentes por negligencia en toda la Región Carbonífera. Ya sabe que el Papa es bastante sensible a la cuestión de la ecología, entendida en un sentido amplio, es decir de la protección de las autoridades, de todo tipo de actividad industrial, actividad humana que pueda poner en peligro la vida de las personas y del medio ambiente", explicó el sacerdote jesuita.
Desde Guadalajara, Jalisco; el padre jesuita Pedro Antonio Reyes, estableció que eso fue, en muy pocas palabras, lo que sucedió. Y por ello subió a su página de Facebook la fotografía en la que aparece con el Papa Francisco y otros sacerdotes; a través de la cual etiquetó a Familia Pasta de Conchos y envío el mensaje a sus integrantes.
Sólo promesa
Tras la tragedia, las familias de la Región Carbonífera evidenciaron la falta de acceso a la salud de los mineros. Ante esta situación el Gobierno del Estado prometió la construcción de un hospital. La promesa realizada por la pasada administración quedó en pausa.
Aunque se logró la construcción en la carretera entre Sabinas y Rosita, pero aún no se designa presupuesto para operar.
Ni el IMSS ni ninguna otra institución de salud se hizo cargo del proyecto, dejando sin apoyo a miles de trabajadores que arriesgan sus vidas en las minas y pozos en dicha región.
La Secretaría de Salud del estado busca que la Jurisdicción Sanitaria de la región se haga responsable del funcionamiento, pero no hay nada concreto.
Apostaron al olvido… y se equivocaron
"Yo creo que apostaron al olvido, apostaron a que nadie se iba a movilizar, apostaron a que ninguna organización, ningún defensor, nadie se iba a solidarizar con las familias y se equivocaron. Estos 10 años prueban que nosotros tenemos la razón, que tenemos derecho a la verdad y que el caso al estar en manos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; está en proceso de admisión y eso significa que está fuera del alcance del gobierno mexicano, de cualquier orden de gobierno", señala Cristina Auerbach Benavides, integrante de la organización civil Familia Pasta de Conchos.
Como cada año en estas fechas, Aurebach Benavides y un grupo de familiares de los mineros fallecidos en Pasta de Conchos viajaron a la Ciudad de México en donde participarán en el X Memorial de esta tragedia, así como la presentación de un libro denominado "Los hijos de la vida", escrito por Emiliano Ruiz; quien presenta varias narraciones de hechos y organizaciones del país y entre ellas ésta, no Pasta de Conchos propiamente, sino la Región Carbonífera.
"Son diez años, no sólo de Pasta de Conchos, sino de 105 muertes más. Y de la reivindicación de pobladores de Cloete, de la Florida, de Palaú, de Barroterán, que están luchando y se están organizando para que se respete la normatividad y se repare el daño ambiental que han hecho en esta región", precisó la activista y defensora de derechos humanos.
Precisó que con el trabajo que han estado realizando y en el que participan habitantes de otras comunidades de la Región Carbonífera, se ha logrado contener que se registren más decesos en la actividad de la minería. "Desgraciadamente yo no puedo asegurar que ya no vuelva a suceder. Lo que sí puedo asegurar es que cada vez que hay una denuncia, cada vez que los familiares nos dicen dónde están trabajando y en qué condiciones están, actuamos y hacemos que actúen las autoridades para prevenir las muertes; es decir, hubo un cambio de estrategia y ahora no llegamos cuando ya murieron, sino antes de que vaya a morir. Pero sólo lo contenemos porque no hay una política de estado para garantizar la vida de los mineros", dijo Cristina Aurebach.