Una dulce adicción
“Tengo azúcar”, dependiendo del contexto, una frase así, bien puede alegrar o entristecer. Los problemas de alimentación y enfermedades como la diabetes, obesidad e hipoglucemia, se derivan del alto consumo de esta sustancia tan agradable como peligrosa.
El azúcar, carbohidrato o glúcido según la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos (NLH, por sus siglas en inglés), es un término que describe a varios compuestos que varían en dulzor, moléculas formadas por carbono, hidrógeno y oxígeno. Son en general una fuente importante de calorías para los seres humanos, ya que aportan la energía necesaria para que el organismo pueda realizar diversas funciones. Según su complejidad, los carbohidratos se dividen en monosacáridos, disacáridos y polisacáridos.
El endocrinólogo Miguel Agustín Madero Fernández del Castillo explica que el azúcar es un producto de la síntesis en los vegetales, tales como frutas, verduras, cereales y leguminosas, aunque también existen otras fuentes, como la leche animal. Cada tipo de azúcar tiene un origen diferente. La sacarosa, por ejemplo, proviene de la caña de azúcar, la fructosa se encuentra en las frutas y la lactosa en la leche. La velocidad o tiempo que tarda el cuerpo en digerir y obtener los elementos necesarios de cada tipo de carbohidrato depende de su origen, siendo los de la lactosa los que generalmente le toman más tiempo. Esta velocidad se mide a través del índice glucémico.
CUANDO LA AZÚCAR ENTRA AL CUERPO
Para que las sustancias puedan ser absorbidas por el cuerpo es necesario que pasen por el proceso de digestión, mismo que consiste en desintegrar la comida hasta obtener lo que se requiere. Los alimentos entran a través de la boca y desde el momento en que son masticados las enzimas que se encuentran en la saliva comienzan a degradar los carbohidratos más simples. Posteriormente la comida baja por el esófago y va a parar al estómago en donde se almacena y fragmenta, formando el quimo. Lentamente, esta sustancia pasa al intestino delgado a través del duodeno, cuya función principal es digerir el quimo hasta obtener pequeñas moléculas que después serán absorbidas y transportadas por el torrente sanguíneo. Es aquí donde intervienen otros dos órganos. El hígado, que entre otras cosas se encarga de regular las concentraciones de glucosa (tipo de azúcar fácilmente digerible por nuestro cuerpo) en la sangre, y el páncreas, que tiene una gran importancia al producir la insulina (hormona que regula el contenido de azúcar en la sangre) y el jugo pancreático, un compuesto que ayuda a digerir los carbohidratos, lípidos y proteínas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los azúcares constituyan solamente el diez por ciento de las calorías diarias totales, ya que cuando el ser humano consume demasiados carbohidratos cuyas calorías no se usan, se acumulan y pueden ocasionar diversos problemas como aumento de peso, obesidad y diabetes.
En cuanto a la diabetes es necesario recalcar que se divide en dos tipos y que entre sus causas se cuentan un conjunto de factores genéticos, ambientales, alimentarios, entre otros. La diabetes tipo uno es la que afecta a los niños, y ocurre cuando las células que producen la insulina comienzan a ser destruidas por los anticuerpos, un efecto similar al de las enfermedades autoinmunes. La diabetes tipo dos, por otra parte, se estima que son doce años en el adulto hasta que la enfermedad entra en acción.
El doctor endocrinólogo Miguel Madero Fernández señala que el consumo excesivo de azúcares ocasiona que a la larga el hígado se constituya como almacén de la glucosa producto de los alimentos ingeridos; el hígado es capaz de guardar la glucosa para los momentos de ayuno por lo menos 12 horas; pero sobrepasar la cantidad que puede guardar, lleva a su acumulación en forma de grasa, lo que luego afecta la acción de la insulina.
Las células que intentan mantener el equilibrio entre la glucosa que se usa y la que se guarda, comienzan a fatigarse. Madero ejemplifica esta situación aludiendo a dos personas que hablan entre sí, pero una de ellas comienza a quedarse sorda y la otra tiene que gritar cada vez más alto; la comunicación funcionará, pero tarde o temprano la que grita se cansará y ya no podrá hacerlo.
EFECTOS ADICTIVOS
El especialista indica que se supone un incremento en el gusto por ingerir glucosa o carbohidratos, cuando se consume una cantidad excesiva de estos, lo que ocasiona reacciones hormonales que llevan a la producción de insulina y causa, a su vez, más hambre e inhibe la saciedad. Es por eso que algunas personas pueden comer muchos dulces y no notar que están llenas.
Según el video informativo Cómo el azúcar afecta el cerebro, de Nicole Avena, difundido en el canal de Youtube TED-Ed Español, consumir carbohidratos activa el sistema de recompensas del cerebro, una red de señales químicas que, entre otras cosas, ayuda al subconsciente a decidir si se debe continuar comiendo o no. La dopamina, un químico o neurotransmisor importante para los seres humanos, es el principal activo de dicho sistema de recompensas, y el azúcar es uno de los pocos alimentos que provocan su liberación, y si se mantiene en niveles elevados, ocasiona que las personas sigan comiendo alimentos altos en azúcares.
“¿Qué pasa si en lugar de un plato saludable y balanceado, comemos alimentos ricos en azúcares? Si uno raramente come azúcar, o no come mucha azúcar junta el efecto es similar al de una comida balanceada, pero si uno come demasiada azúcar, la respuesta de dopamina no se nivela, en otras palabras, comer mucha azúcar seguirá siendo recompensado, así, el azúcar funciona como una droga, es la razón por la que la gente se engancha a la comida azucarada. Cada tipo e azúcar es único, pero cada vez que consumimos uno de ellos, se activa un efecto dominó en el cerebro que dispara un sentimiento gratificante, muchos y con mucha frecuencia producen una actividad frenética, así que sí, el consumo excesivo de azúcar puede tener efectos adictivos en el cerebro”, se explica en el video.
MODERAR EL CONSUMO
La cantidad que una persona debe consumir en el día varía de forma individual, para obtener la cantidad correcta que una persona debe consumir de azúcares es necesario conocer su peso, edad, género, si padece o no sobrepeso, si realiza actividad física o si tiene alguna enfermedad.
En aquellas personas con “peso ideal” la fórmula es igual a treinta kilocalorías por kilogramo de peso al día, del resultado total se recomienda que sólo el diez por ciento del total de carbohidratos consumidos debe equivaler a dulces, postres o aquellos alimentos que poseen un altos contenidos.
No se trata de culpar a un solo alimento; a lo largo de la historia, la humanidad se ha ido adaptando a todos los cambios que han ocurrido en cuanto a la alimentación, entre ellos el nivel de azúcar que contienen y el grado de dulzura necesario para satisfacer el apetito, no obstante, en la actualidad, el consumo de alimentos refinados está estrechamente ligado al aumento de la obesidad, y por consecuencia, al incremento de probabilides de padecer diabetes.
Los endulzantes sustitutos, pueden consumirse con la sola condición de que sean reemplazo de un endulzante natural. El exceso, dependiendo de la sustancia, puede implicar diferentes riesgos, por lo que se recomienda un uso cauto.
Finalmente, la solución a toda la problemática radica en tratar de acostumbrarse a comer alimentos menos dulces, hasta reducir el consumo de azúcar natural al mínimo, dejar de consumir carbohidratos refinados, así como realizar actividades físicas en la medida de lo posible y comer alimentos ricos en fibra.
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