Por los pasillos de las corporaciones de seguridad de la región corre con fuerza la especie de que la luna de miel (si es que alguna vez hubo) entre el comandante del Mando Especial, Juan Manuel Díaz Organitos, y los alcaldes de la zona metropolitana de La Laguna ha llegado a su fin. Nuestros subagentes disfrazados de polizontes que responden a la clave “Matute” cuentan que la semana pasada, en medio de los ajustes para mejorar la vigilancia en el estadio del “Equipo de Todos”, las diferencias quedaron en evidencia. Y es que en una primera instancia, la gente del alcalde de la Perla de La Laguna, Miguel Riquelme, aseguró que contarían con la colaboración del general Díaz cuando ni siquiera le habían preguntado si quería entrarle.
Esto lo dejó ver el propio jefazo de la milicia en declaraciones, mismas que obligaron al secretario del Ayuntamiento, Jorge Luis Morán, a matizar las cosas diciendo que “por eso” ya estaban a punto de enviarle la solicitud por escrito. Pero parece que la cosa fue a mal porque a las reuniones que se realizaron para revisar la logística a seguir para garantizar la seguridad de los aficionados no asistió el comandante del Mando Especial. Los subagentes aseguran que simplemente no fue requerido, al parecer, en reacción por haber puesto en evidencia al ayuntamiento. Dicen que a pasar de la exclusión, don Juan Manuel no sólo sí acudió a cubrir un anillo de vigilancia como se había contemplado a la hora del partido, sino que además invitó a todos los alcaldes de la zona metro a la entrega de reconocimientos a los elementos destacados del Mando Especial el sábado pasado. Pero ninguno asistió y no dijeron por qué. Cuentan que este hecho, sumado al anterior, incomodó tanto a Díaz Organitos que no pudo ocultar su malestar durante la ceremonia. Todo parece indicar que no ha habido “química” ni entendimiento, sobre todo, con don Miguel, a quien para nada le cayó en gracia que no se le escuchara en su petición de que volvieran los retenes en los límites entre Gómez Palacio y Torreón. A ver en qué acaba esto. No le cambie.
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A propósito del juego de futbol del viernes pasado, nuestros subagentes disfrazados de porros y porristas invitados desde varias partes del estado por cortesía de la Presidencia Municipal de Torreón, nos comentan que las medidas de seguridad anunciadas por la Policía que comanda Adelaido Flores fueron lo más parecido a “mucho ruido y pocas nueces”. Y es que a la entrada del estadio se pudo observar a integrantes de la barra del chiverío que con toda facilidad burlaban a los muchachos del teniente que se distraían a la primera oportunidad. Además, eso de que no iban a permitir el ingreso a personas con aliento alcohólico o en estado de ebriedad fue puro cuento ya que existen fotografías de fanáticos que son revisados por policías mientras sostienen en una mano un helado bote de cerveza, eso sí, de la marca de casa. Comentan que, incluso, a algunos que traían dos o más botes les dieron “chanza” de que se bebieran uno o dos antes de entrar para que no ingresaran con tantos. Tampoco se dio el “marcaje personal” prometido con la exigencia de identificación de los “noventa” porristas anunciados del “Rebaño Sagrado” que, por cierto, de pronto se convirtieron en miles. Afortunadamente no se registraron hechos qué lamentar y salvo uno que otro insulto o recordatorio materno, el partido transcurrió en calma en las tribunas.
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El tema de la megadeuda del Profe Bailarín que bailó a todos en Coahuila ha resurgido con fuerza, cortesía de los panistas que siguen intentando romper el cascarón del dinosaurio para saber qué fue de al menos una parte de los oscuros pasivos, y de las organizaciones de la sociedad civil que acudieron a la convocatoria del Gobierno Abierto a plantear sobre la mesa que si la administración estatal actual pretende ser transparente, debe comenzar por esclarecer todo lo relacionado con la herencia negra del hermano incómodo. Pero por debajo de la superficie hay varios aspirantes a Sherlock Holmes que han comenzado a tocar puertas de distintas instancias para hacer la pregunta de los 64,000, a saber: ¿dónde están los documentos que avalan el destino de la mitad de los 36,000 millones de pesillos que sigue sin ser explicada? Y al respecto hay ya varias hipótesis. Por supuesto que la primera de ellas es la que se encargó de esparcir el propio gobierno estatal de que los “Coahuila Papers” habían desaparecido misteriosamente, vamos, que habían sido sustraídos del quinto cajón del escritorio donde se encontraban. Si es así, los documentos de marras bien pudieran estar hoy bajo tres candados en sabrá Dios qué profana isla o paraíso fiscal o bien, posiblemente, ya se convirtieron en pasto de las llamas. La segunda hipótesis, que es la que da esperanza a los sabuesos, indica que esos papeles se encuentran en alguna oficina o bodega pública resguardados como el bien más preciado. El asunto es saber en cuál. Porque mientras unos creen que el auditor estatal Armando Plata algo debe saber de eso, otros piensan que quien debe soltar la sopa es el guardián de las arcas provinciales, Ismael Ramos. Sobre este último dicen que cuando se le inquiere “en corto” y en franca condescendencia -“ya don Lito, en serio, díganos dónde están esos documentos”-, sólo responde con una mueca de asombro: “en verdad les digo que no lo sé”. No estaría mal que, aunque sea para disimular, la dichosa Comisión de Deuda creada por el Congreso local comenzara a buscar en los edificios públicos que frecuentan ambos personajes. Quien quite es chicle y pega.
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En las campañas electorales de los suspirantes a la gubernatura ha habido todo tipo de guerras: virtuales, de lodo, encuestas y despensas. Esta última tuvo un episodio álgido el fin de semana cuando la gente de Esteban Villegas, del PRI Verde, agarró con las manos en la masa a operadores perredistas que apoyan a José Rosas Aispuro, del PAN Amarillo, prometiendo y entregando despensas. Por este hecho se espera que los abogados del delfín presenten una denuncia ante la Fepade. No obstante, en los últimos días se ha desatado un nuevo tipo de guerra en la que los teléfonos móviles y fijos son las armas principales. Resulta que en varios hogares y oficinas de la región ha sonado el aparato para solicitar cierta información al habitante o empleado sobre sus preferencias electorales. La primera mención la tiene, curiosamente, “El Güero” Rosas. Pero más curioso aún es que esta “encuesta”, si puede llamársele así, se está haciendo también a números de domicilios ubicados en La Laguna de Coahuila. Que alguien les diga que los electores de este lado del Nazas no pueden votar allá... ¿o sí? Ya no se sabe. Otro extraño fenómeno que se ha registrado es el del envío de mensajes de texto a celulares con propaganda de don Esteban, invitando a votar por él y a hacer clic en su página de Facebook. Uno pensará que tal vez este tipo de medidas proselitistas son inofensivas, pero algunos de los que han recibido los mensajes le han dado vueltas al asunto al grado de hacerse una pregunta a todas luces lógica: ¿cómo es que tienen el número de los usuarios? Una respuesta es que alguien -entiéndase alguna compañía- les está ofreciendo este servicio para el cual deben tener acceso a la base de datos de móviles en Durango, con lo que se complica un poco más la cosa porque esto pudiera representar una violación a la Ley de Datos Personales. Bien dicen que en la guerra, el amor y la política, todo, o casi todo, se vale. Con este nivel de artimañas, no se extrañe que, una vez más, esta elección termine por resolverse en los tribunales.
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Cuentan que uno de los primeros problemas que tendrá que resolver el próximo -lo más probable es que sea próxima- presidente municipal de la industriosa Gómez Palacio es el de darle forma a la Policía local que a más de dos años de su desaparición no ha logrado resurgir entre las cenizas como el Ave Fénix. Nuestros subagentes disfrazados de mandaderos nos reportan que el jefazo Abraham Flores se las ha visto negras para poder poner a punto la corporación ya que prácticamente no le dejaron presupuesto para operar. Dicen que cuando rescataron el edificio de Seguridad Pública, tuvieron que llamar a un cerrajero para que abriera los candados porque nadie supo en dónde quedaron las llaves. Además, al entrar muy apenas si había muebles y casi casi tuvieron que hacer la coperacha para limpiar y rehabilitar el lugar. La cosa está tan crítica que no tienen ni papelería para mandar los partes, por lo que cualquier donación que les llegue es bien agradecida. Con todo este antecedente, resulta explicable el porqué esta corporación, que ya cuenta con alrededor de 150 gendarmes, no ha dado el salto de ser una policía “detiene-borrachitos” a otra que sí atrape a los malandros que andan haciendo de las suyas en el municipio. A meses de haber sido reestructurada esta oficina, la mayor tarea de seguridad sigue recayendo en el Ejército Mexicano con la llamada Policía Mixta que no es otra cosa que una policía militarizada. El problema es que ya no tardan las fuerzas federales en replegarse, tal y como lo adelantó el Primer Policía de la Nación, Miguel Ángel Osorio Chong. Ante eso, ¿qué va a hacer el nuevo ayuntamiento? Tal vez, por lo pronto, rezar y hacer changuitos.