Luego del descontón que el PAN Amarillo, de la mano de un expriista, le dio al Tricolor en Durango arrebatándole por primera vez la gubernatura, han comenzado los repartos de culpas al interior del partido derrotado con dos bandos muy bien definidos: en una esquina los Duranyorks, que han mantenido durante años en su poder la estructura del Comité Directivo Estatal, encabezado por Ricardo Pacheco; en la otra, los Laguneros, que reclaman desde hace tiempo mejores posiciones en la mesa de la toma de decisiones. Nuestros subagentes disfrazados de matracas tricolores que se quedaron sin usar nos informan que en la Capital de los Alacranes aún no se reponen de la paliza que los opositores les dieron, pues el PRI perdió todo allá, pero que en el caso de la elección para la gubernatura hay algunas voces que quieren tirarle la pelota al priismo herrerista de la comarca.
Y es que, según dicen, ante el escenario complicado que ya se preveía en Durango capital, la esperanza era que la fuerza de Leticia Herrera, candidata a la alcaldía de Gómez Palacio, alcanzara para aplicar la misma que hace seis años, cuando Jorge Herrera venció a José Rosas Aispuro por los sufragios laguneros. Pero ahora no fue suficiente porque tanto en Gómez como en Lerdo hubo una buena cantidad de votos cruzados, tantos como la diferencia entre el “El Güero” y Esteban Villegas. Los Duranyorks dicen que si todos los que votaron por doña Lety y por María Luis González Achem lo hubieran hecho también por el frustrado Delfín, éste hubiera ganado. Pero para los Laguneros este reclamo no sólo no tiene sustento, sino que además esconde lo que en verdad ocurrió y que fue la causa de la derrota. Mientras, como decíamos, el PRI perdió todo y de fea manera en la capital, en La Laguna lo ganó todo y de forma relativamente holgada. Y ese es el principal argumento de defensa de la gente de Juan Ávalos, dirigente del Tricolor en la Antigua Santa Rosa, es decir, que acá sí hicieron la tarea y que en donde se echaron a la hamaca fue en la arácnida capirucha. Y los números favorecen esta última corriente.
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En la misma ruta de la disputa entre ambos bandos, en la comarca ha comenzado a moverse debajo de las aguas la opinión de que ya es hora que los Duranyorks suelten el control de Tricolor. Y es que, a su ver, nada aprendieron de las lecciones del apretado triunfo de hace seis años, cuando como ahora perdieron la capital y ganaron la comarca, con la salvedad de que ahora el buen resultado en esta última no fue suficiente para compensar el desastre de la sede del gobierno estatal. Por otra parte, resulta sorprendente para propios y extraños que el PRI haya perdido tan escandalosamente Durango capital cuando ha sido la ciudad consentida, no sólo de ahora sino por sexenios, de las administraciones provinciales con obras, programas y festivales de los que a regiones como La Laguna sólo les tocan las migajas. Algunas voces enteradas comentan que esto se debe al celo de quienes controlan el partido, incluyendo al gober Jorge Herrera, y que muy poco dejan escurrir hacia abajo. Este descontento lo habría aprovechado muy bien el equipo de Rosas Aispuro, quien aunque se pinte de azulamarela no puede esconder su gen priista, característica que lo acerca con los tricolores resentidos. A todo lo anterior, hay que sumar las tardías decisiones tomadas por don Jorge y el jerarca estatal del partido, Ricardo Pacheco, quienes a última hora, cuando sus encuestas les indicaron que iban a perder la capital de forma muy descompuesta, mandaron a Ricardo Rebollo, exalcalde de Gómez Palacio, a tratar de asegurar un triunfo holgado en La Laguna, pero ya no le alcanzó. Y es que, según cuentan los subagentes, a favor de Leticia Herrera operaron unas llamadas “Redes Afectivas”, las cuales tenían como objetivo conseguir un triunfo abultado pero sólo para la candidata a la presidencia municipal, no así para Villegas. Esta sería la causa de una buena parte del famoso voto cruzado.
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Tal vez muy pocos se acuerden ya pero en mayo de 2012, en los tiempos de la campaña presidencial, el preciso Enrique Peña Nieto lanzó una loa para ciertos personajes priistas que, a la luz de lo ocurrido el domingo pasado, terminó convirtiéndose en una maldición, la Maldición de los Tres. Por aquellas fechas don Enrique acudió al célebre programa de grilla Tercer Grado, en donde fue cuestionado incisivamente por Denise Maerker, futura titular del Noticiero estelar de Televisa, entre otras cosas sobre aquello que el entonces candidato mencionaba como el “Nuevo PRI”, si es que semejante cosa es posible. La periodista le pidió que mencionara tres nombres de políticos tricolores que representaran a ese “Nuevo PRI”. Don Enrique, sin titubear, soltó: Roberto Borge, gobernador de Quintana Roo; César Duarte, gobernador de Chihuahua, y Javier Duarte, gobernador de Veracruz. Sí, incrédulo lector, tres de los seis mandatarios estatales que el 5 de junio vieron escurrir entre sus manos la posibilidad de asegurarse un futuro tranquilo y sin líos legales una vez que dejen el cargo. Los tres no sólo tendrán que entregar la estafeta a políticos abanderados por partidos de oposición, sino que, además, deberán ponerse a rezar a todos los santos para que los libren de las investigaciones que muy posiblemente van a iniciar los futuros gobiernos de alternancia. Y es que los tres -uno, Javier Duarte, mucho más que los otros dos-, causaron en sus estados verdaderos terremotos por los malos manejos y las constantes denuncias de corruptelas e incompetencias de sus equipos de trabajo. Por lo tanto, cabe decir que si ellos son los representantes del “Nuevo PRI” que tanto presumía el hoy Gran Tlatoani, pues éste no es muy diferente del “Viejo PRI” del que tanto quieren alejarse... sólo en el discurso.
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En Coahuila, y sobre todo en Torreón, dicen los informantes que están en todas partes que apenas pasada la jornada electoral que vio al Tricolor ceder varias posiciones, ha comenzado la lucha ideológica por no permitir que lo mismo ocurra en 2017. Y es que los panistas, engrandecidos y orgullosos, no bien se había confirmado su triunfo en las siete entidades conquistadas, empezaron a hablar que la pieza que sigue en caer es Coahuila. Pero este discurso no agarró desprevenidos a los priistas, quienes ya esperaban ese embate de los blanquiazules. Y el corpus central de la argumentación para rebatir los dardos del PAN lo dio el alcalde y suspirante Miguel Riquelme, al aseverar: “Coahuila no es Durango y no tiene por qué ocurrir acá lo que pasó allá”. Y en esto tiene razón... a medias. Si bien es cierto que acá no existe una figura expriista de tanto peso como Rosas Aispuro, sí existen algunas condiciones, digamos objetivas, como el malestar dentro y fuera del partido. Lo que sí es que la provincia coahuilense va a quedar rodeada en todos sus flancos por estados no priistas, lo cual, a la hora de la estrategia y los apoyos, puede complicarles las cosas.
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Los que están que no caben en sí mismos son los torreonenses Marcelo Torres, exdiputado federal, y Luis Fernando Salazar, actual senador. Y es que ambos pueden presumir de haber sido corresponsables del triunfo en Durango y Tamaulipas. El primero fue delegado en la vecina entidad de allende el Nazas y el segundo, del conflictivo estado fronterizo. Dicen los que saben que con estos logros en su historial, se encuentran en una buena posición para exigir cada uno la candidatura que busca. De Torres se dice que quiere la senaduría. De Salazar, que va primero por la alcaldía de Torreón, pero con la mira puesta en la gubernatura de 2023. Pero para ello primero tienen que resolver la elección de 2017, para la cual se perfila Guillermo Anaya, quien no la tiene fácil frente al aparato moreirista. Si vuelve a perder, cuentan que al menos Torres tendría que conformarse con una posición menos atractiva, ya que don Memo intentaría agenciarse, si le quedara gas, con la senaduría de oposición de 2018. ¿Será?
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No pocos quedaron algo extrañados con la visita del suspirante independiente a Los Pinos Jorge Castañeda a estas tierras laguneras el día de ayer. Y el extrañamiento vino por el discurso un poco esquizoide que manejó en los distintos foros en donde estuvo. Por una parte arremetió muy duro contra el sistema de partidos, principalmente contra el PRI, PAN y PRD, pero por la otra fue muy generoso en sus comentarios relacionados con los gobiernos priistas de Coahuila y Torreón. Pero las confusiones se despejaron al saber de reportes de subagentes que indican que don Jorge fue traído por Rubén Aguilar, mejor conocido como “Lo que el presidente quiso decir” y asesor de don Miguel y don Rubén, y que el viaje fue pagado por ambos gobiernos, por lo que se entiende que Castañeda no se lanzara contra sus anfitriones. Pero lo que sí hizo ruido es que, con la cercanía que tiene a estas administraciones, maneje un discurso de que la única vía posible para cambiar la realidad política del país es la construcción de una agenda ciudadana independiente. O tal vez seamos demasiado quisquillosos.