En la crónica de una renuncia anunciada, protagonizada por Manlio Fabio “El Padrino” Beltrones, luego del doloroso descalabro del domingo negro del PRI, ya hay varias repercusiones en la provincia coahuilense. Dicen los subagentes disfrazados de matracas empolvadas que, aunque de forma muy discreta, los moreiristas no pudieron evitar esbozar una sonrisa al enterarse de la salida del sonorense de la dirigencia del partido. Y es que, comentan, esto da un respiro para el proyecto de sucesión, dentro del cual el que más fuerte suena como posible Delfín -por ahora- es el alcalde de la Perla de La Laguna, Miguel Riquelme, a pesar de que aún no pueda convencer a los priistas saltillenses, quienes son muy celosos a la hora de compartir el poder.
Otros que también tenían sus veladoras prendidas a “San Manlio” eran el diputado federal Javier Guerrero y la senadora Hilda Flores, que al igual que don Jericó, ahora van a tener que hacer su luchita a la intemperie. Respecto al exalcalde saltillense se comenta que recientemente tuvo una discusión con el gober Rubén Moreira, quien le dijo que se desistiera de coquetear con la idea de poder ser el bueno para la Silla Máxima de Coahuila, y que dejara de hacerle mosca a su aparente gallo. Pero, según los subagentes, Abramo Masso le respondió que él de todas maneras seguiría en la pelea y que estaría preparado por si es requerido. Lo cierto es que nada está dicho aún y mucho va a depender de quién se siente en la silla que deja Beltrones, para la que ya suenan algunos nombres como Eruviel Ávila, gobernador de Edomex; David Penchyna, director del Infonavit, y el senador Emilio Gamboa, mejor conocido como “El Eterno”.
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Cuentan que la guerra política ha llegado a las aulas. Y no nos referimos a lo ocurrido en la tierra brava de Oaxaca con la Reforma Educativa, sino a la Comarca Lagunera, en donde las universidades, públicas y privadas, se han convertido en un auténtico campo de batalla de los principales partidos, aunque con mayor presencia del PRI. Nuestros subagentes disfrazados de pupitres nos reportan que en algunos campus privados se han detectado prácticas ligadas al tricolor en las elecciones para renovar las mesas directivas de las sociedades de alumnos. De pronto los jóvenes estudiantes han visto a los hijos de prominentes personajes de la polaca regional repartir a diestra y siniestra todo tipo de incentivos gastronómicos con el afán de que voten por sus planillas, además de divertidas juergas en los antros de moda de la ciudad. Pero también se han observado las tácticas para amedrentar a los opositores, como el espionaje, las amenazas y el hostigamiento cibernético. Con esto, se percibe que el tricolor ha ido posicionándose entre el gremio de los estudiantes, controlando las sociedades de alumnos y organismos como el Consejo Interuniversitario de La Laguna, de cara a las elecciones de 2017 y, sobre todo de 2018. Dicen los conocedores del ambiente estudiantil que a partir del famoso movimiento Yo Soy 132, que movilizó a buena parte del electorado juvenil contra el entonces candidato Peña Nieto en 2012, las mentes maquiavélicas del PRI entendieron que era indispensable meter su cuchara en las universidades y construir ahí también sus clientelas para amortiguar a los chavos más adversos al priismo. Pero no sólo eso. Algunos operadores, como Shamir Fernández, dirigente municipal del tricolor en Torreón, están construyendo sus redes prácticamente con puros muchachos, que algunas voces cuentan en cientos y otros en miles, y quienes son empleados para realizar trabajo de campo y de recolección de datos sobre la temperatura y realidad del electorado. Lo que no se sabe aún es si don Shamir va a usar para sí mismo esa red en la elección para la alcaldía de tres años con opción a seis, o si la va a terminar poniendo al servicio de quien le indiquen en la Urbe de Adobe. En cuanto al PAN, se dice que aunque no con tanta celeridad, también se anda moviendo para ganar clientes entre los universitarios. A ver cómo salen de esta arena.
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Actualmente se encuentra en el horno un nuevo reglamento municipal que por debajo de agua y sin hacer mucho ruido pretende aprobar el ayuntamiento de Torreón. Se trata -oh, paradojas de la vida- de la iniciativa de norma local para la participación ciudadana, que si bien ha sido reclamo de un sector de la sociedad civil, parece que los regidores priistas pretenden replicar la actitud de sus correligionarios en el Congreso de la Unión con la famosa Ley 3 de 3, a la cual se le quitaron los pocos dientes que tenía. Por ejemplo, el reglamento en ciernes contempla una figura llamada Cabildo Abierto, tan en boga en estos días y que suena harto bonito. Pero nada más suena, porque ese Cabildo Abierto no lo será tanto en temas como reglamentación, evaluación de desempeño de funcionarios, presupuestos de egresos y ley de ingresos, cosas que seguirán siendo de facultad exclusiva de los ediles. También se contempla una figura de presupuesto participativo; no obstante, el resultado de los foros realizados con ciudadanos para conocer en qué se necesita más que se invierta el dinero de todos, no será vinculante, es decir, que los gobiernos locales no estarán obligados a hacerles caso. Y en la remota posibilidad de que algo consideren, las propuestas de la gente entrarían hasta el presupuesto de 2018. Otro punto tiene que ver con la Secretaría del Ayuntamiento, a la cual se le pretende dar más -sí, todavía más- facultades que las que ahora tiene. Prácticamente el secretario se convertirá en una especie de vicealcalde. Ahora se explica por qué tanto secretismo y manoseo en lo oscurito.
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Hay funcionarios malos con las matemáticas, que siempre restan más de lo que suman al erario. Otros a los que la letra ni con sangre les entra, que no saben improvisar discursos o escribirlos. Pero hay también funcionarios reprobados en historia, la gran maestra de la vida, que confunden héroes reales con seres mitológicos o que cruzan las fechas de las grandes gestas. Tal es el caso del alcalde de Gómez Palacio, José Campillo, y su equipo de colaboradores, quienes cometieron una pifia de antología durante la tradicional Cabalgata que se realizó el domingo pasado para conmemorar las Batallas de La Laguna. Y es que los organizadores prácticamente se olvidaron de Francisco Villa y Felipe Ángeles, protagonistas de este episodio de la historia regional, y a quienes no se les recordó ni rindió homenaje en sus monumentos situados junto al puente plateado, punto que además simboliza la unión geográfica de esta zona, cuna del movimiento revolucionario. En lugar de eso, los organizadores dispusieron que se colocara una ofrenda floral y se montara una guardia de honor en el monumento a... ¡Francisco Gómez Palacio!, un personaje ciertamente importante, pero totalmente ajeno al motivo de la conmemoración. Este año, las autoridades municipales le dieron mayor importancia a la feria y por ese motivo cambiaron el recorrido de la Cabalgata que en lugar de terminar en el puente plateado se desvió hacia la velaria de la Expoferia, donde los asistentes compartieron los alimentos al finalizar el recorrido. La Cabalgata debió realizarse en marzo pasado, pero hubo algunos impedimentos como el proceso electoral y las vacaciones de Semana Santa, pero de eso a cambiar por completo el espíritu de la conmemoración, hay mucho trecho... e ignominia. Ya en febrero pasado los representantes del municipio exhibieron su escaso amor por la historia al cambiar el nombre de pila de Guadalupe Victoria en el texto de la placa de mármol que se colocó a los pies de la escultura dedicada al primer presidente de México y que permanece sobre el bulevar Miguel Alemán.
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A menos de tres meses de cerrar el changarro, el gobierno provincial de Jorge Herrera Caldera parece harto preocupado por dejar un legado en La Laguna, aunque no lo está haciendo de la mejor manera. Las malas lenguas dicen que es tan poco lo que se ha hecho en Lerdo, por ejemplo, que a la administración estatal no le importa que el recuerdo que quede de sus obras no sea el más positivo. O al menos de otra manera no se entiende el porqué están pintando de un color, digamos sui géneris tirándole a ranchero, las rejas del bulevar Miguel Alemán, en vez de repararlas por completo. Con ese color, seguro que la gente va a hablar de esa “obra” durante mucho tiempo, tal y como pasó en Torreón en la época del alcalde Salomón Juan Marcos, quien mandó pintar los camellones de un color similar, hecho que a la postre parece haber sido el más significativo de su administración. Algo parecido está ocurriendo con la Hacienda de Pedriceña, que hace tiempo comenzó a ser restaurada, pero los trabajos quedaron incompletos y abandonados, hasta que por reclamo de pobladores y otros interesados se retomó el proyecto. El problema es que el INAH ha anunciado que la restauración del techo se hará con... ¡lámina de zinc! O sea, nada que ver con la estructura original. Vaya desmanes históricos de los que viene a enterarse uno.